Óscar G. Chávez
Hay ciertos casos en los que participan diversos integrantes de comunidad universitaria potosina que al observante externo, y aún al interno, le pueden resultar incomprensibles; por ejemplo: un líder sindical con actitudes protagónicas que busca pelear algo que legalmente no tiene razón de ser, bajo el pretexto de obtener para sus liderados logros sindicales y a sabiendas que la institución que les da trabajo y un ingreso permanente, se encuentra agobiada porque no se le entrega completo el presupuesto asignado; una comunidad universitaria completa que no reacciona ni fija siquiera una postura ante los ataques permanentes del poder gubernamental; un exrector sometido ante quien más ha afrentado a la institución que en algún momento dirigió, o un rector que teniendo todo para trascender, permanece solapando viejas prácticas y mantiene una actitud mediocre frente a la problemática interna y externa.
Tampoco es comprensible que un grupo reducido de alumnos paralicen una facultad argumentando la violación a la autonomía universitaria por la visita, generada por otros alumnos, de un diputado en funciones, integrante de la legislatura estatal. No se comprende por diversas cuestiones, como ¿por qué manifestarse fuera del espacio que presuntamente fue agraviado?, ¿no sería lo conducente manifestarse fuera del salón de sesiones del Congreso o de las oficinas de los legisladores?; incluso ni siquiera se sabe, bien a bien, cuál fue el tema que abordó el legislador en su charla, ni si hubo previa autorización de la dirección de la facultad de Contaduría y Administración, en la que ocurrió el hecho.
Pese a la supuesta intromisión del diputado, que hasta ternura inspira porque a todas luces demuestra que es incapaz de conjugar tres verbos en presente simple, resulta más grave y violatorio a la autonomía que hace unas semanas hubiera ingresado la policía estatal a la misma facultad, con todo y que se señaló la petición de la propia institución, y ahí nadie dijo algo; ni siquiera el grupo que hace unos días se rasgaba las ropas fariseicamente; aquello más bien pareciera un pleito, si no de comadres por lo menos de grupitos estudiantiles cilindreados por agentes externos.
Si no de qué otra forma puede explicarse que al día siguiente en la facultad de Derecho, contigua a la facultad referida, acudiera invitado a dar una conferencia magistral el secretario general de Gobierno y ningún miembro de la comunidad estudiantil o incluso docente de la facultad anfitriona o de la vecina, dijo algo.
Es casi seguro que el licenciado Pepe Lupe Torres no fue a repetir, como acostumbra, las tonterías que a su jefe se le ocurren mañana tarde y diario, tampoco fue a hacer proselitismo a favor del Verde o de la corcholata consentida, todo parece indicar que más bien fue a hablar de las funciones que desempeña como mediocre jefe de servicios generales del gobernador, o de lo que es su chamba. Y qué bueno, no hay nada de malo en ello; además, así los alumnos sabrán qué y cómo no deben ser, a riesgo de ser indignos y ganarse el repudio social.
Pero resulta complicado el tratar de entender por qué nadie se manifestó en contra de la presencia de un ente nocivo, no sólo a la facultad que lo formó sino a toda la Universidad. Dejémonos de consideraciones diplomáticas, José Guadalupe Torres es un secretario general de Gobierno que secunda en todo, incluido el maltrato verbal y económico a la Universidad Autónoma, a su jefe el gobernador, por tanto es cómplice y tan responsable como él. Luego entonces, y por pura lógica, si Gallardo daña a la Universidad no puede ser bienvenido en la Universidad y si Lupe es Gallardo, tampoco puede ser bienvenido en la Universidad.
Pero más, todavía, se le recibe en una facultad donde es director el hermano de dos de los personajes más señalados, agraviados y difamados por Gallardo y, si eso no fuera suficiente, lo reciben un día después de que el lacayo que impusieron de aprendiz al frente del nuevo ente fiscalizador del estado, señalara a la Universidad de malos manejos de recursos e incluso amenazara con formular denuncias penales contra quienes considera responsables.
Si bien, es seguro que a la hora de la hora le van a hacer los mandados a la institución, mientras tanto contribuye a dañar su prestigio al tiempo que solapa las pillerías que con el recurso público comete su jefe (¿con la misma rapidez y eficiencia que señaló a la institución ha hecho algún señalamiento contra los latrocinios gallardistas?), la Universidad en conjunto, no tendría por qué abrir las puertas a este tipo de personajes y antes bien, señalarlos como lo que son: enemigos y obstáculos de la propia institución, o de plano ¿será que ya andan en el perverso juego de ¡pégame pero no me dejes!?
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