Pobreza en paremias

Alejandro Hernández J.

En casa del pobre, dura poco la alegría. Alegria do pobre dura pouco. El camello del pobre en vez de parir, abortó (traducción del griego) … La sabiduría y la intuición colectivas quedan grabadas en la lengua en todo tipo de paremias, es decir, en proverbios, refranes, máximas, aforismos, etc.  

A tal punto parecen reflejar universales de la experiencia humana que muchas de estas expresiones encuentran siempre equivalentes en idiomas distintos. Del mismo modo, existen en una misma lengua variantes de una misma sentencia según las regiones y las épocas. Todo esto se puede comprobar en el Refranero Multilingüe, del Centro Virtual Cervantes.

La variación lingüística está también presente al designar objetos concretos. Camiones, guaguás, urbanos y polleros, ¿quién no ha tenido la experiencia de ir en uno de ellos, mientras alguno de los pasajeros pide una ayuda? Se trata, en general, de un momento doloroso tanto para el que solicita como para el que escucha. Recientemente varios pasajeros fuimos testigos de una solicitud particularmente conmovedora.

Al ruta 9 de nuestra ciudad San Luis Potosí abordó, pagando su pasaje, un hombre de cierta edad; de aspecto cansado, vestía andrajos malolientes, le faltaban dientes y miraba hacia abajo. Se sentó en uno de los asientos de enfrente. En un punto del trayecto, el hombre se levantó, pidió permiso al conductor de la unidad para dirigirse a los usuarios. Recuerdo inexactamente su discurso:

De verdad me apena mucho tener que estar subiendo a los camiones y molestarlos. Mi papá está internado en el Hospital Central; le tienen que hacer una cirugía en el corazón y nos cobran 60 mil pesos. Perdónenme por pedirles una ayuda para comer….

La escena desgarradora ejerció un efecto inmediato en prácticamente todos los pasajeros. El hombre reflejaba una dignidad impresionante. Creo que todos ayudamos con monedas y billetes; pero la caridad de unos pasajeros es, evidentemente, una solución insuficiente, efímera. De paremia en paremia, vamos a pasar revista a otras posibles soluciones.

Oprimir al pobre para enriquecerse, y hacerle regalos al rico, ¡buena manera de empobrecerse! Las paremias tienen diversos orígenes, pero es tal vez la Biblia el texto que mayor número de proverbios ha brindado. La Sagrada Escritura no solo ha trascendido el plano de las relaciones del hombre con Dios para ampliar nuestra experiencia lingüística, sino que también que ha logrado abarcar las relaciones entre los hombres y tener influencias enormes en el pensamiento socioeconómico. Este hecho es mostrado con detalle por Xavier Scheifler en su “Historia del Pensamiento Económico”, de cuya lectura provienen muchas ideas contenidas en los siguientes párrafos.

La economía como una ciencia independiente de la moral y de la política es de reciente surgimiento. En general, desde la Edad Antigua hasta una buena parte de la Edad Moderna, gran parte de los problemas económicos fueron abordados desde un enfoque moral; el valor ideal: la moderación. Los teólogos medievales ejercieron una influencia definitoria al respecto, por lo que comprender la “economía subordinada” exige pasar revista al Antiguo y al Nuevo Testamento.

En muy resumidas cuentas, el Antiguo Testamento no concibe la existencia de una religión verdadera sin una previa y completa justicia social. Por su parte, el Nuevo Testamento indica que no es posible amar a Dios si no se practica primero un amor hacia todos los hombres, especialmente los más necesitados.

De estos postulados se desprenden consecuencias importantes. Por ejemplo, los derechos no se adquieren en función de las propiedades: también los reciben quienes carecen de toda propiedad y de fuerza social. En efecto, las Escrituras sostienen que todo hombre es hijo de Dios por nacimiento; Dios sería el padre providente de cada ser humano, quienes tenemos la misión de trascender.  

Hasta aquí no se ha hecho más que citar ideas religiosas. Independientemente de su valor teológico, estas pueden fácilmente ser empleadas como una metáfora del rol del Estado y de sus ciudadanos. Piensa, ¡oh Patria querida!, que el cielo un soldado en cada hijo te dio. La Patria (del latín Pater, padre, coincidentemente…) es responsable del cuidado de sus hijos, quienes son ciudadanos por nacimiento (o por conversión…). Ahora bien, la ciudadanía no está dada enteramente al nacer; nuestra misión trascendental como miembros de un estado sería, pues, volvernos plenamente ciudadanos. Para una mayor reflexión sobre el concepto de ciudadanía, remitimos amablemente al lector a nuestro artículo Una lectura ciudadana a partir del caso Colosio.

Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento reconocen plenamente el derecho a la propiedad privada. Sin embargo, el Nuevo Testamento insiste en condenar el apego a la acumulación de los bienes muy por encima de lo necesario. La caridad aparece entonces como un acto modelo. Regresando a la anécdota que motivó la redacción de este artículo, ¿será que la caridad de empresarios y de dueños de grandes fortunas puede superar la insuficiencia y la efimeridad de aquella que pueden dar los usuarios de un ruta 9?

Los Santos Padres de la edad media y Santo Tomás de Aquino tenían ya la respuesta en la Edad Media: el desprendimiento afectivo es una farsa si no se traduce en una comunicación real de los bienes. Según este enfoque, el derecho a la propiedad privada sería un derecho de administración de bienes que pertenecen todos al conjunto de la comunidad humana. En palabras de Scheifler:

El derecho de propiedad no puede nunca impedir el derecho que a usar de las cosas tiene el necesitado. […] [El rico tiene un deber general] hacia todos los pobres (…) sin que pueda el pobre obtener por sí mismo la realización de su derecho [salvo en caso de extrema necesidad].

Dicho de otra manera, esta concepción presenta la propiedad privada como una potestad de administrar bienes, como la institución y el medio a través de los cuales los bienes, que deben ser comunes a todos los hombres, se distribuyen más eficiente, ordenada y pacíficamente. Sin embargo, a pesar de estas buenas ideas, la mala hierba crece mucho.

En efecto, al igual que esta última frase proverbial, los ideales medievales han caído completamente en desuso. Más comunes son las siguientes frases: ¡Quítate que ahí te voy! ¡Matanga!, dijo la changa. En una sociedad donde, por dar un ejemplo general, varias empresas cerveceras generan una producción generosa causando desabasto de agua para millares de ciudadanos; en un estado donde, para tomar ejemplos locales, se pretenderían desarrollar proyectos inmobiliarios en predios desocupados por plantas metalúrgicas, o existen los “acosos inmobiliarios”, parece que solo tienen derecho a utilizar los recursos naturales quienes más tienen. ¿Cuántas personas no han enfrentado juicios penales por haber robado un pan para vencer el hambre? ¿Cuántas empresas no usan la caridad para luego justificar mayores saqueos?

A otra cosa, mariposa. Ya que hemos visto que la caridad es insuficiente, ¿qué hay de la creación de empleos como una solución sólida? ¿No se logra así distribuir la riqueza de manera justa, pues sobre todo en base a mérito y a esfuerzo (como mucho dicen algunos)? Si seguimos el pensamiento de Karl Marx, la respuesta es también negativa:

Formalmente, en la sociedad civil todos los miembros son libres y tienen los mismos derechos. Sin embargo, en los hechos, [los potenciales empleados] solo pueden elegir a quién venderle su trabajo. […] Si bien al trabajador se le paga por su trabajo, no produce cosas para su propio beneficio, sino para el beneficio del empleador. […] Su capacidad de trabajo hace que la propiedad privada de [alguien más] aumente constantemente, lo que desemboca en una explotación aún mayor.

¡Cero y van tres! Ni la caridad de unos pasajeros, ni la de compañías o empresarios; ni siquiera la creación de empleos… ¿Tendrá el Estado mejores soluciones?  El 17 de marzo, el Presidente Constitucional López Obrador declaró la muerte del neoliberalismo. Ya unos meses antes, en octubre del año pasado, hizo el entonces Presidente Electo una declaración tras los resultados de la consulta para la cancelación de aeropuerto de Texcoco:

Imagínense al Estado Mexicano, un estado democrático de Derecho, ¡supeditado a mercados financieros! ¿Quién manda? ¿No es el pueblo? ¿No son los ciudadanos? ¿No es eso la democracia? (…).

Si acompañamos estas declaraciones por una lectura de algunos pasajes dogmáticos, de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, parece que nuestra búsqueda de tan anheladas soluciones ha concluido satisfactoriamente:

Toda persona tiene derecho a la alimentación nutritiva, suficiente y de calidad. El Estado lo garantizará…  

Toda persona tiene derecho a la protección de la salud. La Ley definirá las bases y modalidades para el acceso a los servicios de salud…

Toda persona tiene derecho a un medio ambiente sano para su desarrollo y bienestar. El Estado garantizará el respeto a este derecho…

Toda familia tiene derecho a disfrutar de vivienda digna y decorosa. La Ley establecerá los instrumentos y apoyos necesarios a fin de alcanzar tal objetivo.

Toda persona tiene derecho al trabajo digno y socialmente útil; al efecto, se promoverán la creación de empleos y la organización social de trabajo, conforme a la ley…

Lamentablemente numerosos miembros influyentes del nuestro y de otros Estados democráticos no han presentado aún el pésame simbólico a Milton Friedman o a John Williamson, teóricos del modelo neoliberal.  Además, por lo que se ve, estos grupos e individuos -empresas transnacionales, algunos Jefes de Estado, o compañías inmobiliarias, por dar ejemplos- tampoco tendrían mucho interés en bridar sus acciones a la construcción de un bien común auténtico; ni siquiera es posible susurrarles un impuesto sobre la riqueza. De este modo, muchas líneas tan sentenciosas de nuestra Constitución (y muchos dichos de nuestro Presidente y de otros mandatarios) terminan pareciendo más bien paremias, como lo es también la conocida El miserable y el pobre lo pagan doble.

¿Habría que recurrir, entonces, a una economía moralista? Insinuar esto exige andar con muchísimas reservas. Para empezar, toda unión de la ciencia con la doctrina económica se critica muy duramente, y cualquier referencia a ideas filosóficas o religiosas se descalifican de inmediato. Sin embargo, como señala Xavier Scheifler, ya desde el mercantilismo “la economía se ha independizado de la moral, pero también se ha deshumanizado”. Así, muchas veces se han usado estrategias económicas para lograr mayores riquezas de algunos en base al trabajo de otros.

Y ya que andamos en búsqueda de respuestas, ¿una mejor comprensión de nosotros mismos, de aquello que nos motiva, podría brindarnos alguna solución? Un documental de la conocida cadena alemana Deutsche Welle podría darnos algunas pistas. El video abre con un aforismo del antropólogo estadounidense Ernest Becker:

La idea de la muerte, el miedo a morir, persigue a esa criatura llamada ser humano como ninguna otra cosa.

Este miedo a la muerte sería lo que nos invita a trascender en vida: algunos se vuelven budistas; otros, empresarios multimillonarios. Muchos otros (alrededor del 50 por ciento de la población mundial) no pueden pensar sino en sobrevivir. Con dinero baila el perro, y sin él, no hay ni agua ni alimento. (Pensar en una cirugía cardiaca sería fuera de contexto…)

Por cierto, el sábado 30 de junio se celebró en la Ciudad de México el tercer tianguis funerario. Ya es posible adquirir ataúdes con pantalla de leds y conexión a internet, o, para los gustos más sobrios, decorados elegantemente con piedras preciosas. También hay urnas con el logo del equipo de fútbol que se admiró en vida. El límite no es la imaginación, sino el presupuesto… Después de todo, como dice el psicólogo Sheldon Salomon en el documental citado: “La humanidad se encuentra en una encrucijada (…), pero la única respuesta que se nos ocurre es seguir construyendo alegremente Wal-Marts”. ¿Quién manda? La codicia humana, respondería el doctor Salomon a López Obrador.

¿Será que solo conoceremos la verdadera justicia en aquel instante que tanto tememos, sin importar cuánto hayamos gastado en los tianguis funerarios? Nuestra sabiduría colectiva nos dice que tal vez ese sea el caso:  El pobre y el cardenal, todos van por igual. El papa y el zapatero, ambos van por un rasero. Arm und Reich sind im Tode Gleich (El pobre y el rico son iguales en la muerte).

Dicho esto, existen, según el filósofo francés Alain Badiou, dos tristes maneras de morir que la sociedad actual ofrece particularmente a los jóvenes: morir en la destrucción y el desorden o morir tranquilamente en cama como si no sucediera nada. Hay, sin embargo, una tercera vía, la de La verdadera vida. De ella hablaremos en alguna de nuestras próximas entregas.

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