Octavio César Mendoza
El gran Diógenes de Sinope (el mismo que atenuó a Alejandro Magno a su más elemental humanidad) dijo que: “Jamás envidié la riqueza de un hombre, ni me sentí inferior a él. Sólo reconocí superioridad en quien me aventajaba en virtudes y sabiduría”. En contraparte, el estoico acaudalado, y alguna vez hombre más rico del mundo -aunque en su tiempo no existía una lista Forbes-, Séneca de Córdoba, sugería tener una relación de sano desapego de la riqueza, para que ésta entrara en la casa, pero no el corazón. Bien noble, ¿verdad? Ante todo, la dicha riqueza debería ser obtenida con ética, según el agiotista implacable y consejero de Nerón que se convirtió en uno de los más lúcidos hacedores de filosofía.
Cito ambos conocidos personajes porque, de pronto, algunos olvidan que entre dos esclavitudes como lo son la tal riqueza y la muy conocida pobreza, duele menos la primera. Llorar en una cama de oro y beber mimosas frente a la Torre Eiffel, no es lo mismo que mezclar aguardiente con lágrimas y agua de lluvia debajo de un puente. En el fondo, tanto la riqueza como la pobreza surgen de violencias sistémicas contra el humanismo y la humanidad misma: latrocinio, humillación, expulsión o exclusión, apropiación del intelecto o voluntad ajena para beneficio o perjuicio de la propia a través de la ignorancia y el abuso, y sangre, mucha sangre. “Y el amor ahí, solo, solito”.
La esclavitud del rico es menos dura que la del pobre, es cierto; aunque el segundo es más libre que el primero. Ambas antípodas no implican, sin embargo, sabiduría o ventaja del virtuosismo. Hay ricos generosos, y pobres miserables; ricos malvados y pobres bondadosos; y así como hay pobres que se matan por un mendrugo de pan, hay ricos que arrebatan incluso las migajas. Alabar al rico, es pretender ignorar que esa riqueza implicó una serie de sacrificios no sólo personales, sino también ajenos: en el camino hacia la montaña de oro, suele suceder que alguien más haya sido despojado, humillado, utilizado. Y juzgar al pobre, es olvidar que la pobreza es, ante todo, injusticia.
Sirva este efímero breviario ontológico para decir, entonces, que lo del tal Gerardo Sánchez Zumaya me parece sospechoso: ¿de dónde una persona que no precisamente destaca por su filosofía obtuvo la riqueza que posee, y de quién es objeto de esa manipulación de sus extremidades? ¿Quién está detrás de la autodenominada “promesa potosina” y lo utiliza para golpear al gobernador del estado donde el águila paró? Sin duda alguna, este personaje no se manda solo, y alguien lo está dirigiendo. Sus habilidades y recursos son propios de un prestanombres, y tal vez se trata de una pieza de un grupo de personas que pretende gestionar nuevos liderazgos regionales.
A pesar de mencionar que es simpatizante de Morena, actúa como militante de ultraderecha. A pesar de decir (en privado) que él se encuentra alineado con las hermanas Rodríguez, parece que no le importa la suerte de una eventual candidatura a la gubernatura del Potosí encabezada por alguna de ellas. Parece que, en efecto, más que encarnar un liderazgo auténtico, busca dividir al gobierno de la izquierda para cederlo a la ultraderecha potosina. Su acción favorece más a los intereses del PRIAN que a los de Claudia Sheinbaum. Su proceder le ayuda más a los Azuara y los Galindo que a las Rodríguez. Y sí, él es el personaje, pero otro es el autor.
La distinción entre ficción y apariencia es importante para entender a este loco, loco mundo. Por eso este humilde servidor no se va con la finta y lanza los antemencionados cuestionamientos. Lo publicado en el periódico Reforma acerca de Gerardo Sánchez Zumaya no es gratis, ni es un contrataque o una acusación: es, como en este caso, una exposición de dudas en torno a un joven que dice querer ser gobernador con la misma fórmula que se hizo rico de la noche a la mañana. Esta percepción de que su único objetivo es golpear a su gobernante (quiera o no, vive en el Potosí) la está generando él mismo, y eso lo hace sospechoso de ser un enviado de alguien más.
No le están haciendo bien su estrategia de campaña, pues lo están llevando a las cuerdas donde la gente no confía en la habilidad de un boxeador: la ira y la reactividad. Y, como lo digo y lo sostengo, el joven huasteco está haciendo todo lo contrario a lo que pretende comunicar con su discurso, por lo que su verdadero objetivo es debilitar la alianza entre el PVEM y MORENA, para que venzan las huestes del PRIAN y se vuelvan a apoderar de San Luis Potosí en el 2027. O sea, le está jugando contras a la Señora Presidenta. Pero, insisto, esta estrategia viene de una altura mayor, de una cúpula económica que busca crear nuevos liderazgos regionales para asentar bases nuevas.
Un cambio generacional de oligarquías, la construcción de una plataforma para un proyecto político ajeno, o una simple apuesta regional de dividir para vencer, pueden ser las principales apuestas de esas intenciones fundacionales. Hasta ahorita, 16 horas con 4 minutos del día 20 de noviembre de 2024, el personaje huasteco furibundo e indignado ha sido útil. Con el paso del tiempo, ante la exposición de los orígenes de su riqueza, y la desconfianza que provoca alguien enojado, el respetable terminará viendo la viga en el ojo del huasteco que señala a cada rato la paja en el ojo del gobernador. Habrá cumplido con el papel asignado. Se habrá desgastado. Será reemplazado.
Y nosotros, la silenciosa minoría de cuestionadores mediáticos, los incómodos opinantes de pasquines locales, los invisibles soldados del amor a la aproximación a las virtudes de la verdad y la honestidad, los adalides de la democracia burlona, los auténticos decadentes del capitalismo salvaje, seguiremos siendo acusados de una sola cosa. Sí, a pesar de haber trabajado toda la vida, de haber ayudado al estilo de la madre Teresa de Calcuta, de haber creado riqueza social a través del noble ejercicio de la política, la comunicación, el arte o las humanidades; incluso de vender libros de mano en mano y tamales los domingos, seremos acusados de empobrecimiento inexplicable.
Pero seguiremos siendo, también, inmensamente felices, como los grandes tontos de la colina.
Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no necesariamente representan la postura de Astrolabio.
Es poeta, escritor, comentarista y consultor político. Actualmente ocupa la Dirección General de Estudios Estratégicos y Desarrollo Político de la Secretaría General de Gobierno del Estado. Ha llevado la Dirección de Publicaciones y Literatura de la Secult-SLP en dos ocasiones, y fue asesor de Marcelo de los Santos Fraga de 1999 a 2014, en el Ayuntamiento y Gobierno del Estado de SLP, y en Casa de Moneda de México. Ganador de los Premios Nacional de la Juventud en Artes (1995), Manuel José Othón de Poesía (1998) y 20 de Noviembre de Narrativa (2010). Ha publicado los libros de poesía “Loba para principiantes”, “El oscuro linaje del milagro”, “Áreas de esparcimiento”, “Colibrí reversa”, “Materiales de guerra” y “Tu nombre en la hojarasca”.