Por Victoriano Martínez
Dentro del Sistema de semáforo COVID-19, San Luis Potosí regresa hoy al rojo, pero no porque hasta hoy se vivan las condiciones de urgencia de control sanitario, sino porque en las últimas semanas hubo exceso de confianza, se malentendió el semáforo naranja y la necesidad de reanudar actividades económicas hicieron resurgir los indicadores de alto riesgo.
Mantener el equilibrio entre la urgencia de satisfacer necesidades económicas, sociales, recreativas y hasta de convivencia, y de atender la contingencia provocada por el coronavirus exige una responsabilidad que pasa de manera obligada por un mayor esfuerzo por parte de las autoridades para lograr que la población entienda los alcances de la semaforización planteada.
Una población convencida de las bondades de un regreso escalonado con los semáforos como guía para lograr poco a poco mayores grados de seguridad sanitaria resulta indispensable para lograr la corresponsabilidad con las autoridades de salud en las acciones promovidas para mitigar la pandemia.
Se han llegado a plantear medidas extremas como los toques de queda, las multas a quienes no usen cubre bocas y sanciones más severas a establecimientos que no cumplan con las medidas sanitarias, en una lógica que permitiría identificar con claridad a personajes que, muy por encima de personas sin cubre bocas y establecimientos incumplidos, representan mayor riesgo.
Una campaña invasiva con visitas “casa por casa en polígonos catalogados de alta marginación social” para entregar mochilas pañaleras a madres solteras por parte del alcalde Xavier Nava Palacios, otros funcionarios y el aparato de promoción que lo acompaña representa un recorrido de alto riesgo de contagio, sobre todo a bebés que aparecen sin cubre boca.
Si ese recorrido implica mayor responsabilidad que personas sin cubre bocas y establecimientos con medidas sanitarias a medias, ¿qué grado de responsabilidad se le tendría que adjudicar a quien organiza reuniones con más de 50 personas, entre ellas adultos mayores y niños, en muchos casos sin cubre bocas? Habrá quien califique, con razón, esa acción como un acto criminal.
Desde el miércoles 15 de julio, cual si ya estuviera en la campaña electoral del próximo año, Ricardo Gallardo Cardona anunció en un video en su página de Facebook una gira por municipios del Altiplano y de la Huasteca.
“Seguimos visitando muchísimas colonias y comunidades. Todo el distrito II ya lo recorrimos. Este fin de semana estamos con mis amigas y mis amigos de la Huasteca Potosina”, anunció. Realizó actos en colonias de la ciudad, Villa de Ramos, Salinas, Cárdenas y Aquismón, y anunció que estaría en Axtla y en Rayón.
Para la mañana de este domingo, Gallardo Cardona ya había publicado en su página de Facebook 147 fotografías sobre los actos que realizó. Una larga colección de imágenes que dan cuenta de la forma en que la incontinencia de una ilegal promoción personalizada se convierte en la exposición de decenas de personas a un alto riesgo de ser contagiadas con el coronavirus Covid-19.
Una irresponsabilidad que contraviene las recomendaciones de las autoridades de salud, que desde hace dos semanas en la rueda de prensa diaria hicieron llamados desesperados a no relajar las medidas sanitarias. Gallardo Cardona dio una muestra más de la actitud mezquina con que atiende sus aspiraciones politiqueras.
Un antecedente de tal mezquindad lo presume en sus propias publicaciones con una imagen en la que destaca, ante las medidas cautelares que le aplicó el Instituto Nacional Electoral, la frase “no importa que me sigan sancionando, yo seguiré ayudando”. Más ayuda el que no estorba, tendrían que imponérsele las autoridades.
¿Qué sanción se merece quien, para asegurar y aparentar que está interesado en el servicio público, no tiene el menor escrúpulo para poner en riesgo la salud de la población, en abierto reto a las autoridades?
San Luis Potosí regresó al rojo en el Sistema de semáforo COVID-19, en circunstancias que además encienden una alerta roja ante esos personajes que pululan exhibiendo sus aspiraciones politiqueras, ya no sólo desafiando a las autoridades electorales, sino también a las de salud.