Por Edgardo Pérez Alvelais
En 1995 el intelectual potosino Enrique Márquez Jaramillo, ideólogo de cabecera de Manuel Camacho Solís, publicó “Por qué perdió Camacho”. Había transcurrido un año del fallido intento del exjefe del Departamento del Distrito Federal y excanciller por ganar la candidatura del PRI a la Presidencia y que marcó un antes y un después de su carrera política.
En el libro Márquez narra con lujo de detalles el momento en que Camacho Solís se enteró de que no iba a ser el candidato a la Presidencia por boca del propio presidente Carlos Salinas de Gortari. Relata: “El sábado 20 de noviembre de 1993 estaba cómodamente en casa viendo con mis hijos un programa de televisión. Pero cierta intranquilidad me rozaba a tal punto que ni las tribulaciones infantiles del Kevin de ‘Los años felices’ lograban distraer mi creciente inquietud. El ‘destape’ priista estaba a la puerta y yo, como supongo que muchos otros, pretendía mantener los nervios a raya a partir de una normalidad un poco forzada y quebradiza. Trataba de evitar a toda costa que las sombras de tan arcaico y esperado evento invadieran el sosiego familiar”.
Agrega: “De pronto, casi a las diez de la noche, sonó el teléfono. Era Manuel Camacho. Me daba las gracias por unas notas que le había enviado. Después de comentarme dos o tres asuntos secundarios, inesperadamente, me dijo: -‘Ojalá que nos podamos ver pronto’-. Me pareció bastante extraño. Camacho se oía raro, un poco apagado; bastante lejano: su voz tenía un inquietante tono melancólico que nunca le había percibido. Antes de colgar, Camacho me pidió que fuera a su casa de Cuajimalpa al día siguiente en la mañana”.
Márquez señala que llegó puntual a la cita. Eran las diez treinta y comenta abrumado por el gran presentimiento: “La decisión de Salinas se sentía venir. Cuando entré al austero, pequeño y cálido estudio de Manuel lo descubrí serio y taciturno, con los brazos cruzados, sentado a su mesa de trabajo. Entré y me saludó afectuosamente como siempre: -‘¿Cómo estás? Siéntate. ¡Cómo están tus hijos?’. Tardó en comenzar. Nervioso, decidí callar y esquivar; miré a la ventana, los libros, las fotografías. Me refugié en los árboles, en las casuarinas del jardín, en los chorros de luz que calentaban y diluían la mañana. Ya sabía para entonces que ya habíamos perdido: que Manuel Camacho no iba a ser el candidato del PRI. Así me lo había anunciado su gruesa mirada sin brillo y el tosco silencio que me agobiaron desde mi llegada”.
Márquez relata que después de dar un sorbo a su taza de café, por fin, Manuel abrió el fuego: “Me dijo: -‘Quiero contarte lo que pasó ayer: Estábamos el presidente y yo en el balcón central de Palacio, observando el desfile. Desde el principio lo noté un poco elusivo y parco conmigo, como que se sentía molesto, no quería hablar más que de trivialidades. Quería evitarme. Algo pasaba. Decidí no darme por enterado y hacerle algunos comentarios sobre los problemas de la ciudad y sobre el curso de la política nacional. Le hice, como siempre, algunas sugerencias políticas pensando en su futuro. Salinas, seco y cortante, sólo me respondió: -‘Manuel, eso ya le tocará decidirlo al candidato’. No necesitaba que me dijera más”.
La decisión de Salinas a favor de Colosio como candidato del PRI a la Presidencia orilló a Camacho a dejar el DDF. Se refugió en la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE), cargo al que renunció para irse como negociador en Chiapas, luego del levantamiento zapatista. Márquez cuenta que “el papel activo que tuvo Camacho en la negociación con el EZLN volvió a encumbrarlo al punto de opacar la campaña de Colosio. Inmediatamente se empezó a especular de un posible relevo en la candidatura presidencial del PRI, pero los rumores fueron apagados por el propio Camacho en una reunión privada con Colosio”. Al final de cuentas, el destino los alcanzó a ambos. Las mismas balas que mataron a Colosio, también mataron políticamente a Camacho.
Ebrard ya sabe también que no es el elegido por el tlatoani
¿Qué lleva a un presidente a inclinar la balanza por equis candidato? En el caso de Salinas garantizar su proyecto económico, el neoliberalismo en México, y su poder personal y familiar. Cuando se dio cuenta de que Colosio no le aseguraba esto último, el candidato fue asesinado y el nuevo dedazo recayó en Ernesto Zedillo, el beneficiario del crimen, que sí le garantizó la continuación del modelo neoliberal con la misma política económica rapaz a favor de la oligarquía con medidas como el Fobaproa, haciendo deudas públicas para todos, millonarios endeudamientos privados de unos cuantos, rescatando a pocos ricos a costa de una mayoría empobrecida, un billonario pasivo que hasta la fecha estamos pagando, y las privatizaciones de otros sectores como los ferrocarriles, entre otros. Zedillo fue otro destacado vendepatria como su antecesor.
Lo que Zedillo no le garantizó a Salinas de Gortari es que ya no sería el fiel de la balanza o el poder tras el trono, ni dejaría que su hermano Raúl manejara los negocios del gobierno -como lo hizo con su hermano- y el dinero del bajo mundo que sacaba al extranjero a buen resguardo en paraísos fiscales. Zedillo encarceló a Raúl y agarró a su hermano Carlos de los tanates. El poderoso expresidente incluso recurrió a una huelga de hambre en Nuevo León y se exilió en Irlanda. Vino “el error de diciembre de 1994”, la economía estaba prendida de alfileres, se derrumbó el sueño salinista del primer mundo y todos experimentamos una grave devaluación que llevó a muchas familias a perder patrimonio y en muchos casos la vida. Igual que Lázaro Cárdenas con Plutarco Elías Calles, Zedillo no permitió un nuevo Maximato pero sí protegió el neoporfirismo.
En el caso de Marcelo Ebrard hace tiempo que las cosas no le pintaban bien. Desde un inicio siempre punteó Claudia Sheinbaum y, como hasta el día de hoy, todas las encuestas lo reflejan. En un primer momento de desesperación, el excanciller realizó sus primeros recorridos por el país acompañado de Pío, el de los sobres amarillos, hermano de AMLO. Y se le ocurrió hacer un gesto muy criticado por tirios y troyanos para llamar la atención del Gran Elector: Propuso crear la “Secretaría de la Cuarta Transformación” para darle continuidad al legado de López Obrador y en un grado de adulación extrema hasta la ignominia, Ebrard ofreció que ¡fuera encabezada, nada más y nada menos, por Andrés Manuel López Beltrán, hijo de AMLO, el de la “Casa Gris”!
Don Jesús Reyes Heroles decía que “en política sólo se comete un error, todo lo demás son consecuencias”. Pero más allá de ello, la realidad es que Ebrard proviene de la misma escuela camachista-salinista neoliberal que no le garantiza a AMLO ni continuidad a su proyecto ni garantías personales. En su libro “Los Presidentes”, Julio Scherer documenta cómo los exmandatarios siempre se quejan de haber electo mal a sus sucesores que al final “siempre traicionan”. Lo mismo pasa con los gobernadores y sus sucesores. Vean a Marcelo con Toranzo.
Se dice que al observar cómo se conducía Luis Echeverría (1970-1976) en su campaña presidencial, Gustavo Díaz Ordaz (1964-1970) le reclamaba a su imagen en el espejo: “pendejo, pendejo, pendejo”. Eran las palabras de alguien que se había arrepentido de haber tomado una mala decisión. Y así muchos ejemplos. El 15 de abril de 2009, entrevistado por Carmen Aristegui, el expresidente Miguel de la Madrid Hurtado (1982-1988) acusó a su sucesor Carlos Salinas de Gortari (1988-1994) de ser un delincuente por haber actuado en complicidad con sus hermanos Raúl y Enrique, a los cuales vinculó con el narcotráfico. También lo tachó de corrupto pues, según él, se robó al menos la mitad de la partida secreta de la Presidencia. Se dijo “muy decepcionado” porque se equivocó al elegirlo.
Aquí es muy sencillo. No le demos más vueltas al asunto. La única que a López Obrador le garantiza continuidad a su proyecto de nación y le brindaría verdadera tranquilidad individual es su hija y heredera política Claudia Sheinbaum que siendo estudiante de posgrado en los EU encaró y se manifestó abiertamente en contra de Salinas de Gortari y su perversa política privatizadora. En cambio, Ebrard proviene de esa misma cuna neoliberal y no le asegura nada a AMLO. Ese es el diferendo de fondo. Al de la Línea 12 del Metro, su estrategia de denuncia y victimización no le van a funcionar. La decisión ya está tomada y será ratificada en la encuesta. Definitivamente no le favorece. Y lo saben él y el gran elector. El semblante de Ebrard es similar al del Camacho del 93. Ambos comparten la misma gruesa mirada sin brillo y al mismo intelectual potosino, Enrique Márquez Jaramillo, que también lo sabe con la experiencia de haber vivido el primer episodio y ahora protagonizar la segunda parte de la misma mala película, pero ahora bajo el título “Por qué perdió Ebrard”.
¡Hasta el próximo lunes!
Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no necesariamente representan la postura de Astrolabio.
Es Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la UASLP. Comenzó como reportero en Canal 13 y para la revista Jaque. Dirigió Canal 9 de SLP y conoció de cerca el modelo de Radio Canadá en Montreal. Ocupó cargos de producción audiovisual, monitoreo, síntesis y análisis en Comunicación Social de Gobierno del Estado y del Ayuntamiento de la capital. Fue ejecutivo de Proyectos Técnicos y Especiales del Centro Nacional de Supercómputo del IPICYT y en la iniciativa privada participó en Seguros ING y AXA. Actualmente se desempeña en el sector inmobiliario. Twitter: @AlvelaisPerez.