Antonio González Vázquez
En las huestes gallardistas, se puede ver ya, están al borde de un ataque de nervios. Hay una histeria que parece no dejarles momento de tranquilidad; han de ver órdenes de aprehensión y carpetas de investigación por doquier.
La circunstancia es de crispación. El nervio debe estar tan alterado que ya se ha concretado en cierto delirio de persecución.
Están con la incertidumbre a flor de piel. Por eso todo les hace daño y tienen reacciones exageradas. Lo de ayer es ejemplo del espíritu abrumado que se cargan. Salieron a la plaza para asumirse víctimas de intereses malsanos y perversos.
Se quejan de persecuciones y ellos, desde el ayuntamiento, criminalizan a sus críticos y opositores.
Eso es indicativo de que están perdiendo el control.
Al mismo tiempo en que Ricardo Gallardo Cardona tenía programada la audiencia de imputación ante la justicia federal para enterarlo de que hay una denuncia en su contra, sus simpatizantes fueron a gritar a la plaza.
Razones hay para el apuro, pero la reacciones tiene más tintes de desesperación.
Desesperación pero al mismo tiempo incongruencia: el dirigente estatal del PRD llama a eliminar discursos de odio y a cancelar todo intento de guerra sucia, mientras que en la plaza llamaron mercenarios a quienes los critican.
La justicia federal está requiriendo de nueva cuenta a Gallardo Cardona. Episodio del 2015 no está aún cerrado.
Esto explica el porqué están al borde de un ataque de nervios.