Óscar G. Chávez
Esta semana el gobernador volvió a mostrar, ya lo sabíamos pero se confirmó, el absoluto desinterés que tiene por ciertas manifestaciones culturales que su distorsionada percepción asocia con lo fifí. Desdeñó (quizá previendo quedarse dormido, dado lo aburrido del asunto), asistir a la entrega de los premios 20 de noviembre, considerados por muchos miembros de la comunidad artística e intelectual, como el máximo reconocimiento que se otorga en el estado a diversas disciplinas que conllevan complejos procesos creativos que con dificultad comprenderían él y su secretaria de Cultura; de su representante, el secretario de Educación, mejor ni hablar.
Tan no lo comprenden, que tanto la exposición previa de las obras premiadas como el acto de premiación fueron patéticos. Montajes que ni en tienda de catres y colchones de borra se verían; obras que apenas terminaban de montar, en mamparas que no cubrían los requerimientos mínimos solicitados por los artistas, con una iluminación digna de la funeraria municipal que los artistas acabaron alumbrando las obras ¡con sus propios celulares!, y con una cedularia tan rascuache, que ni en el museo Othoniano se ve.
Nada que la premiación pudiera aportar; la receta del mes fue la sopa de cebolla repartida entre las titulares del Inpode y de Cultura. Del video en el que se presentaron las ganadores ni qué decir, cualquier video de tictoquero rural posee más edición. Y, no podía faltar la cuota de demagogia: los premios –ya de sólida y larga data, no ocurrencia de este gobierno– serán en breve, gracias al esfuerzo del gobernador, los más importantes de toda la República, ya que se posicionarán a nivel nacional. En fin, los artistas fueron felices con sus cheques (esperemos tengan fondos).
Tampoco participó, con todo y que había amenazado hacerlo, en el desfile de aniversario de inicio de la Revolución mexicana; las causas de fuerza mayor se desconocen, y como no fueran una diarrea o una resaca, creo que nada justifica su inasistencia. Pero también hay que decirlo, gracias a su bastante generosa actitud en obsequio a la estética y el buen gusto, nos privó a todos los potosinos de verlo enfundado en alguno de sus trajes de charro.
Sin embargo, la nota de la semana no fue su inasistencia sino la asistencia, con todo y sus caudatarios, a presenciar el partido de México–Polonia en una plaza llena más de estudiantes acarreados que de personas interesadas en el juego; quizá esto último se explique porque la mayoría tenemos que trabajar. De nueva cuenta, el día que nos enteremos del costo que tuvo el montaje de la enorme pantalla para que miles de potosinos (que apenas si fueron cientos), nos preguntaremos cuántas causas de verdadera urgencia hubieran podido resolverse con esa cantidad.
Vuelve a resultar curioso, todos aquellos que se indignan porque el gobierno federal (y reclaman ilusoriamente al presidente de la República) efectuó un recorte en los recursos asignados a San Luis para el próximo año, deberían reclamar más bien al gobernador de nuestro estado el constante derroche de recursos públicos en actividades y obras que nada aportan.
Los intereses del gobernador van siendo claros y más notorias sus aficiones. De momento parecen no interesarle los saqueos que sus funcionarios han realizado en la Dirección de Pensiones, en el Instituto de Capacitación para el Trabajo; las deudas con el Cobach y la UASLP. Está más interesado en participar el día de mañana en la marcha convocada a tambor batiente por el gobierno federal en apoyo a su titular. Por cierto, cómo realizará ese viaje, pagándolo de su bolsa o cargándolo al erario, ¿usará aeronaves oficiales o se trasladará en alguno de los camiones de redilas en los que transportarán a los porristas?
Pero como de momento hay que desviar reclamos, mientras él centra las atenciones en otros menesteres, se anuncia el encarcelamiento a funcionarios por el escándalo de la red metro (¿vendrá incluido en la oferta el secretario del Ayuntamiento?), aunque ya todos sabemos cómo funciona esto: por más responsabilidades que se les finquen, al momento que algo entreguen –un tanto por arriba y otro por debajo de la mesa– su inocencia quedará demostrada.
La muerte de un general de dos estrellas (que hasta donde yo recuerde no había ocurrido otra en años recientes) es un duro golpe al ejército y a las fuerzas de seguridad pública, pero al mismo tiempo evidencian que las autoridades estatales nada han hecho en realidad en materia de seguridad. Sí, el hecho ocurrió en Zacatecas, pero a nada de los límites con San Luis. Por fortuna ya el gobernador habla de la necesidad de blindar los límites con Zacatecas, pero hasta donde nos quedamos, hace tiempo dijo que ya se había hecho. Nos damos cuenta que no.
Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no necesariamente representan la postura de Astrolabio.