Prólogo

Carlos Rubio

Es 26 de marzo de 2025, San Luis Potosí aún adolece del pasado y se prepara para un futuro incierto. El estado lleva años recibiendo inversión extranjera en su zona industrial, principalmente en el sector automotriz, la cual viene acompañada del encarecimiento de la vida para sus habitantes. Las casas que antes costaban un millón y medio de pesos, hoy pueden alcanzar y superar los tres millones.

Su ubicación es codiciada; se conecta con relativa facilidad hacia ciudades de importante economía como León, Querétaro, Ciudad de México y Monterrey. Es paso de la carretera 57, una de las principales vías comerciales del país. Millones de productos se mueven diariamente a través de este camino.  

Pero la importancia del estado no se refleja en su manejo político. Electoralmente ha sido utilizado como una moneda de cambio. Su disminuido padrón electoral, en comparación con el de grandes estados, lo vuelve intercambiable, junto a toda su gente.

El manejo histórico de la capital la ha sumergido en una crisis que poco y nada se esfuerzan por resolver. Se anuncian inversiones, proyectos, obras, pero los problemas de toda la vida siguen sin resolverse. La solución a la escasez de agua se publica en los periódicos desde hace 40 años. Las Escobas resuena como el eco de la promesa que alguna vez fue El Realito. Ya no se sabe en qué creer. Parece que la única verdad es que todo es mentira.

En la Plaza de Armas, fuerzas opuestas se encuentran: uno quiere iniciar su primer sexenio y el otro quiere prolongarlo. A dos años de la gran elección, una especie de guerra fría cubre la política potosina, con el desperdicio de recursos públicos como el principal invitado.

A Enrique y a Ricardo los diferencia su clase social, pero los asemeja el mismo ambicioso objetivo de controlarlo todo. Es claro quién tiene la ventaja.

Es desalentador que el futuro esté en las manos de cualquiera de los dos. Después de más de tres años en el poder ninguno ha puesto fin a alguno de los principales problemas de la ciudad o el estado. Únicamente se han encargado de darle cuidados paliativos a las re-re-repavimentadas calles, sin que se estudie y resuelva el fondo de un asunto.

Lo claro es que para ser político se tiene que ser un loco, solo así uno podría ser capaz de inventarse aquellas realidades en las que todo está bien y todo va mejor, cuando la gran mayoría de los ciudadanos de a pie se enfrentan a lo contrario. Y solo así se tendría la autoestima suficiente para creerse merecedor de un cargo mejor, cuando el anterior fue un desastre.

Solo los locos son capaces de creerse algo que no son y, lastimosamente, aquí los locos abundan.

Por fortuna, todos los ciclos, aunque parezcan eternos, llegan a su fin. Nadie ni nada es para siempre. La única certeza es que algún día ya no estaremos.

Faltan 802 días para las elecciones del 2027…

Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no necesariamente representan la postura de Astrolabio.

Es Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Autónoma de San Luis Potosí. Actualmente es jefe de información de Astrolabio Diario Digital, con interés y experiencia en Transparencia y el Derecho de Acceso a la Información Pública. Formó parte de la tercera generación del MásterLab en edición de investigaciones organizado por Quinto Elemento Lab.

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