Por Victoriano Martínez
Cuando se asume un gobierno, la calidad del desempeño puede estar condicionada por una de dos opciones: (1) a fuerza de resultados palpables y específicos sobre los servicios que se deben prestar se logra un auténtico prestigio y (2) a fuerza de propaganda se pretende convencer a la población de buenos resultados para, con un derroche del erario, procurarse esa buena imagen.
Aparte del bombardeo propagandístico con información sesgada y los eventos masivos cuya calificación como pan y circo lejos de etiqueta crítica parece avalarlos, los gobernantes que usan la ruta falsa para creerse efectivos y apreciados (y lo peor es que se la creen) recurren a un instrumento más para su propaganda: las encuestas.
La proliferación de empresas encuestadoras que con regularidad presentan rankings es un claro indicador de que ese tipo de emprendimientos son un buen negocio. Que haya gobernadores y alcaldes que selectivamente promuevan los resultados de unas y no de otras señala con claridad el nicho de mercado, con clientes siempre dispuestos a pagar… con dinero ajeno (público).
Si se trata de una encuesta realizada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) que, como institución oficial y, en consecuencia, no lucrativa, sus resultados están revestidos de mayor confiabilidad o, al menos, se espera que no hayan sido manipulados. Seguramente habrá empresas privadas que también cuenten con ese grado de seriedad.
El caso es que ninguna se escapa para las intenciones propagandísticas de los gobernantes que utilizan sus áreas de Comunicación Social (que nada tienen de social) como espejito-espejito al que se asoman para que a su inquietud sobre quién es el mejor gobernador y/o alcalde, siempre responda: ¡pues Usted, quién más!
En ese afán, hasta a las encuestas más serias –y especialmente si tienen el carácter de oficiales como las del INEGI– y a los informes específicos, como el que mes a mes presenta el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, se les espulga para encontrarles el dato a modo para lograr el sesgo que los haga aparecer como lo que difícilmente su trabajo acredita.
Así, el alcalde Enrique Galindo Ceballos presumió hace un año una disminución en la percepción de inseguridad entre los potosinos y este año lo vuelve a hacer en sentido opuesto al afirmar que se mejora la percepción de seguridad. Una presunción que le cuesta a la población porque su difusión va acompañada de gacetillas pagadas del erario.
Se trata de datos seleccionados convenencieramente de la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU), ya que por tratarse de una “medición periódica, amplia, integral y oportuna de seguridad pública en el país” trimestral, resulta posible un sesgo favorable.
Para conocer el verdadero panorama que muestra la encuesta, un primer acercamiento lo constituye el comunicado oficial del INEGI, en el que ya no le va muy bien a Galindo Ceballos. Mejor aún, es posible acceder a más detalles si se consultan los tabulados completos de la encuesta, que están disponibles en el portal del INEGI, donde además se puede conocer el historial desde 2014.
Pero hay otro indicador que echa por tierra la versión optimista del alcalde de la Capital del Sí: lo que cotidianamente le toca vivir a cada uno de los habitantes de esta ciudad, sea en carne propia, sea por ocurrirle a algún conocido o en su entorno.
Un ejemplo. Resulta impresionante a en pleno centro, justo atrás de donde por dos semanas estuvo el escenario del Festival San Luis en Primavera, los delincuentes hayan podido entrar al Carl´s Jr. no sólo a robar y vandalizar, sino también a lanzar desde ahí una advertencia a los comerciantes de la zona: “Cuiden sus tiendas”. ¿Acaso se burlan del alcalde-policía?
Tal es el clima de inseguridad en el centro de la ciudad, esa zona del operativo sello, que este jueves una parte de los comerciantes protestó con hacer sonar sus alarmas al mismo tiempo, según reportó el periódico Pulso.
¿Qué habla más de la situación de la seguridad que se vive en la ciudad: las sesgadas cifras optimistas del alcalde o la ruidosa protesta con las alarmas?
Se impone solicitarle a Galindo Ceballos: ya no derroche más recursos públicos en su propaganda para proyectarse como un buen alcalde, su falta de resultados literalmente resuena con tanta fuerza, que poco se le puede creer.