Carlos Rubio
¿Usted carece de agua potable en su hogar? Ahí le va un puente. ¿Usted carece de un servicio de recolección de basura? Ahí le va otro puente. ¿Usted carece de un servicio de transporte público digno? Ahí tiene un puente más. ¿Usted carece de una ciudad segura? ¡Sí! Pero con puentes.
Si algo tienen en común los gobiernos de Enrique Galindo Ceballos y Ricardo Gallardo Cardona es su alta incapacidad para resolver problemas de fondo y su alta eficiencia para “parcharlos”.
De unos años para acá, la única vía que han encontrado los mandatarios para demostrar que “trabajan” ha sido la de las obras públicas. Entre comillas porque no termina siendo más que una obra teatral. El único trabajo que hacen es el de sacarle un moche a las constructoras, simular una licitación pública, firmar un contrato y hacerse toda una fiesta bastante innecesaria disfrazada de “arranque de obra”.
Si gobernar solo se va a tratar de hacer obras públicas, ya mejor hay que poner a una constructora en la alcaldía o la gubernatura (chance y hasta nos hace descuento).
Aunque parecen buenas acciones, la realidad es que cada nueva obra termina siendo un parche al parche. He ahí el Distribuidor Juárez; una infinidad de brazos que nunca han terminado con el tráfico que se forma en la glorieta a la que, al final de cuentas, se le tuvieron que colocar semáforos porque ya era prácticamente imposible atravesarla en horas pico sin una patrulla que auxiliara y porque era altamente peligrosa para peatones (aunque lo sigue siendo y también para los ciclistas).
Un puente vehicular termina siendo una solución temporal al tráfico generado por los automóviles. ¿Por qué temporal? Porque si hay algo que no deja de aumentar es la cantidad de carros que hay en el mundo. Tan solo en México, en 2024, se vendieron un millón 496 mil 806 autos nuevos, lo que representó un aumento del 9.8 por ciento con respecto al 2023.
A largo plazo, cualquier obra de infraestructura vial que únicamente esté pensada para el automóvil particular, va a terminar siendo rebasada por la alta demanda de carros.
Y si vamos más allá, ¿qué es lo que propicia que se adquieran más y más automóviles? Precisamente el hecho de que las ciudades únicamente estén adecuadas para ellos.
Ante la falta de un transporte público de calidad y calles transitables para peatones, la única alternativa “digna” para transportarse termina siendo un carro. Digna entre comillas porque no es tan digno echarse dos horas varado en el tráfico en la 57. Pero aquí no hay problema porque para esta carretera también hay “parche” (y hasta dos). La Vía Alterna que ya se construye y la pretensión de un segundo piso. Otra vez, soluciones en materia de movilidad que únicamente contemplan un medio de transporte y que, por ello, no son sostenibles a largo plazo.
Nunca dejará de haber puntos de gran afluencia en la ciudad que serán imposibles de desahogar. Ese será el futuro de la glorieta de Lomas. Ya tiene un paso a desnivel que lleva a la Plaza San Luis y el alcalde está por arrancar la construcción de un nuevo brazo hacia la carretera Guadalajara. Es el cuento de nunca acabar.
El deber es desincentivar el uso del automóvil, volviendo accesible y digno el transporte público. Así como seguras las calles para el tránsito a pie.
¿Pero cómo se le explica eso al gobernador que va por la construcción de su quinto puente “atirantado”? No hay forma.
De seguir así, vamos a tener puentes en Carranza y hasta en Himno Nacional.
Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no necesariamente representan la postura de Astrolabio.
Es Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Autónoma de San Luis Potosí. Actualmente es jefe de información de Astrolabio Diario Digital, con interés y experiencia en Transparencia y el Derecho de Acceso a la Información Pública. Formó parte de la tercera generación del MásterLab en edición de investigaciones organizado por Quinto Elemento Lab.