¿Qué ocurrió en realidad en la casa de Amityville?

NEW YORK - MARCH 31: Real estate photograph of a house located at 112 Ocean Avenue in the town of Amityville, New York March 31, 2005. The Amityville Horror house rich history and beauty are overshadowed by the story of George and Kathy Lutz, the previous residents of 112 Ocean Avenue, who claimed that shortly after moving into the house they fled in terror driven out by paranormal activity. The best selling novel and popular movie have marked the town as the site of the most famous haunted house in history, yet many are unaware that the true history of this house is much darker than "The Amityville Horror's" icy drafts and bleeding walls. Six members of the DeFeo family were murdered at 112 Ocean Avenue one year before the Lutz family moved in and their tragedy haunts the citizens of Amityville to this day. (Photo by Paul Hawthorne/Getty Images)

 

De lejos, sus ventanas parecen ojos que se abren desde el interior de una dimensión singular. La tranquila casa que se alza en el número 112 de Ocean Avenue, en Amityville, alberga entre sus paredes toda una historia de crímenes y terror.

Aunque para muchos, todos los fenómenos sobrenaturales no fueron más que un montaje; un simple engaño con el cual, sacar dinero, expectación, una buena cantidad de programas para la televisión y toda una saga de películas con el nombre de esta idílica localidad de Sulfolk, en Nueva York. Pero los datos están ahí, nadie puede pasar por alto los terribles crímenes allí cometidos, ni los desagradables sucesos vividos por la familia Lutz.

Una de las premisas que suelen utilizarse para justificar el fraude de los fenómenos extraños acaecidos en esta casa, es que después de que la familia Lutz la abandonara, presas de innumerables ataques de entidades invisibles y hechos inexplicables, nunca más volvió a ocurrir nada. La Casa de Amityville se sumió en un letargo tranquilo en el cual, sus siguientes inquilinos jamás experimentaron sobresalto alguno hasta la actualidad. Nada.

Pero para Daniel Lutz, el niño que con 9 años fue testigo de todo lo que allí sucedió, todo tiene una explicación… Conócela.

La masacre de 1974 en la casa de Amityville.

La casa del número 112 de Ocean Avenue es realmente hermosa. Dispone de un gran jardín, piscina privada con agua caliente y un embarcadero. Ideal para una gran familia, gracias a sus seis dormitorios, comedor, un gran salón, sótano, garaje, tres baños y caseta para los botes. Quizá por ello, la familia DeFeo se mudó a este lugar perfecto, en el cual pasar gran parte de su vida en tranquilidad y armonía.

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Pero no fue así, la noche del 13 de noviembre de 1974, ocurrió algo. El hijo mayor de la familia, Ronald, de 23 años, decidió tomar un rifle y sencillamente, matar a toda su familia mientras dormían. Justo a las 03:15 de la madrugada. No dudó en quitar la vida a su padre, su madre y sus hermanos: Dawn de 18, Allison, de 13; Mark de 12, y el pequeño John de 9.

A todos les disparó desde la espalda, excepto a su madre, a quien le destrozó el rostro. Pero ¿Por qué lo hizo? La verdad es que al día de hoy no queda claro, aunque algunas sospechas apuntan a problemas que la familia DeFeo podía tener con la mafia, y de cómo tal vez convencieron a este joven para que llevara a cabo tal masacre.

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Tal vez.

Cuando la familia Lutz llegó a la casa de Amityville.

Sólo había pasado un año desde los terribles crímenes cuando los Lutz se instalaron en la casa. Era muy barata y el escenario junto al mar era incomparable. Pero ¿Conocían la historia que escondían aquellas paredes? Claro, pero no quisieron darle importancia. Eran muy creyentes y pensaban que con el simple hecho de bendecir la casa, cualquier mala energía que residiera en aquel lugar, se desvanecería.

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Por lo tanto, llamaron a un sacerdote para que pudiera bendecir la casa. Y así se hizo; dicha actividad estuvo a cargo del padre Pecoraro, que también era psicólogo y juez. Pero cuando el hombre comenzó a subir por las escaleras e ingresar en los cuartos, comenzó a sentirse mal. Notaba cierto ahogo, un malestar tan incómodo que lo obligó a irse antes de tiempo. Según él mismo diría después, sólo sus conocimientos psicológicos le permitieron no perder el equilibrio ante todo lo allí sucedido.

Daniel Lutz era el mayor de la familia. En aquel entonces, tenía 9 años, y al día de hoy, recuerda todo lo que experimentó en esa casa; recuerda la gran cantidad de moscas que se acumulaban en el salón y en el sótano. Y el limo negro que ascendía por los baños, así como el olor nauseabundo.

Tampoco puede olvidar el moho verde que nunca pudieron eliminar de las paredes. Ni los continuos fenómenos de poltergeist: ventanas que se cerraban solas justo en el instante en que estaban asomados con el fin de herirlos, los movimientos repentinos de las sillas o cómo sus juguetes adquirían movilidad por las noches. Imposible borrar de su memoria los susurros, las voces amenazantes y las brisas frías que aparecían de la nada.

Pero en especial, Daniel no ha podido superar aquella noche en que él y su hermano fueron levantados por manos invisibles de la cama para ser arrojados al techo. Fueron tan fuertes los gritos de ambos, que su madre acudió al instante. Pero no pudo hacer nada porque quedó en shock.

Inmóvil, mientras sus niños eran golpeados una y otra vez contra el techo.

Aquello fue lo último, explica Daniel, porque al día siguiente, su madre los envió a vivir con su abuela, mientras su padre y ella organizaban la mudanza de la casa. Sabe que volvieron a pedir ayuda al padre Pecoraro, pero éste nunca pudo hacer nada, puesto que cada vez que entraba, enfermaba. Le salían ampollas en las manos y sufría mucho.

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Sin embargo, cuando se le pregunta a Daniel Lutz, por qué fueron ellos solo quienes experimentaron aquello, a diferencia de las otras familias que posteriormente habitaron la casa, él lo tiene claro.

Todo fue responsabilidad de su padrastro, George Lutz, quien, al llegar a la casa, le faltó tiempo para empezar a practicar varias sesiones de espiritismo y brujería. Era un ex marine que adoraba este tipo de temas. Para Daniel, aquél hombre inconsciente invocó lo que nunca debió haber despertado. Sin respeto, sin temor ni angustia alguna hacia las consecuencias que a todos les marcó de por vida.

Porque tras la salida de los Lutz de la casa de Amityville, todo volvió a la calma…

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