¡Qué papelón!

Por Victoriano Martínez

“¡Qué papelón, eh!”

Con esa expresión el diputado Oscar Vera Fabregat se refirió a la ratificación de tres magistrados y a la no ratificación de otros seis por parte del Congreso del Estado.

Un papelón que quedó expuesto más allá de las consideraciones hechas por Vera Fabregat en tribuna, con un voto particular del diputado Rubén Guajardo Barrera, una explicación del procedimiento como si estuviera en salón de clases por parte del diputado Cándido Ochoa Rojas y revelaciones a medias por parte de la diputada Beatriz Benavente Rodríguez.

Lo develado por Benavente Rodríguez y Vera Fabregat –la primera en plan conciliatorio a favor de la ratificación, y el segundo en plan reprobatorio sobre lo ocurrido una vez concluido el proceso– es apenas la punta de un iceberg que oculta situaciones más que vergonzosas: desacreditan gravemente sus determinaciones.

Benavente Rodríguez aseguró que hay diputados que veían en la renovación del Poder Judicial la oportunidad para abrir espacios para poner a sus recomendados.

“Esa es la parte que más preocupa, porque he detectado esa intención en varios de mis compañeros diputados y me parece que así no deben de ser las cosas”, dijo, pero no señaló a nadie. Lanzó la sospecha sobre sus 26 compañeros.

También habló de enfrentamientos entre legisladores y magistrados “por cuestiones del estómago, por asunto meramente de filia y fobia personal”, situación que ameritaba la obligación para esos legisladores de excusarse de votar en los casos en los que tuvieron conflicto. Otra sospecha lanzada contra sus 26 compañeros al no señalar un solo caso.

En el caso de Vera Fabregat, lamentar “haber aprobado nada más a los gobiernistas por instrucciones que recibían, y dejar a carreras judiciales (fuera)…”, no sólo desacredita la decisión tomada, sino que exhibe la sumisión del Poder Legislativo al Poder Ejecutivo para entregarle un Poder Judicial a modo al gobernador Juan Manuel Carreras López.

“Nomás lo que quiero decir es que a mí no me han hecho pendejo, ¿eh? Gracias a Dios y a muchos de ustedes me dieron un buen lugar donde me entero de todas las cosas que pasan y las instrucciones que se recibían”, expresó Vera Fabregat en tribuna.

Esa grave situación de obedecer instrucciones desde otro poder para tener como parámetro el ratificar a los magistrados gobiernistas completa el cuadro de descrédito sobre las votaciones con la afirmación de Vera Fabregat de no contar con parámetros de evaluación para tomar la decisión.

Vera Fabregat reclasificó a los ratificados y los no ratificados en los gobiernistas y los autónomos que no dependen del Ejecutivo. Tras señalar estaban por votar para desecharle una iniciativa porque fueron incapaces de entenderla, Vera Fabregat expresó lo que incluye la revelación que –por constituir un burdo acto de corrupción– da mayor descrédito da a las ratificaciones.

“No traigo el suficiente dinero para comprarlos como se vendieron muchos diputados el día de hoy, entonces pues hagan lo que quieran y declárenla improcedente, votaré en contra, ya sé que no puedo cerrar mis cosas, entonces mi alegato es, pues, síganle así, ahí la llevan”, expresó.

Igual que Benavente Rodríguez, Vera Fabregat lanzó la sospecha sobre sus 26 compañeros al no haber señalado a ninguno, y dejó abierto un amplio espacio para la especulación sobre las instrucciones recibidas por los diputados durante las votaciones de los nueve dictámenes, con recesos incluidos.

Si bien Benavente Rodríguez y Vera Fabregat le quedan a deber a la ciudadanía los detalles de sus revelaciones a medias y con cierto grado de conveniencia, el silencio del resto de los diputados valida las versiones y remarca el descrédito de las determinaciones que bajo ese velo de sospecha se tomaron.

Para los beneficiarios de un proceso tan desaseado, aceptar un nombramiento alcanzado de manera tan poco honorable constituye un acto mediante el que aceptan participar en una responsabilidad a sabiendas de que están en duda las dos principales características que deben honrar: su autonomía e independencia de los otros dos poderes.

Una decisión de los diputados basada en sus propios intereses y hasta a cambio de dinero sumada a la aceptación de los tres magistrados ratificados de un cargo tan viciado de origen que los perfila como sumisos al gobernador, deja sembrada la actuación futura del Poder Judicial sobre la que más temprano que tarde habrá quien exprese también sobre ellos: ¡Qué papelón!

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