Ciudad de México.- Fátima padece displasia frontal, como se denomina la deformidad craneal que en su caso propició que la menor naciera sin nariz, con tres orificios nasales y que los ojos estuvieran fuera de sus órbitas —uno incluso se localizaba a la altura de la sien—, además de una serie de secuelas que le imposibilitaba respirar, comer y tener un pronóstico de desarrollo saludable.
La pequeña de dos años ahora se desplaza de la mano de madre, Janet Romero, y se sube al regazo de su padre, José Óscar Romero, al que llena de besos.
Un equipo multidisciplinario, encabezado por José Enrique Ochoa, jefe del Departamento de Cirugía Plástica y Reconstructiva del Hospital Infantil de México Federico Gómez (HIMFG), efectuó una de las cirugías craneofaciales más complejas en el mundo, dado que en esa condición nace un caso por millón.
La hazaña
Los especialistas lograron reconstruir y remodelar el cráneo, la piel y el tejido nervioso, así como llevar a su lugar ambos ojos —separados por más de 6 centímetros— sin afectar el nervio óptico ni producir daño a funcionamientos esenciales del cerebro.
Ochoa explicó que, aunque la menor fue atendida primero en Puebla, donde radican sus padres, llegó a sus instalaciones a los cuatro meses.
Pediatras, anestesiólogos, ingenieros, intensivistas y cirujanos efectuaron la operación craneofacial que, tras una evaluación previa, consistió en abrir y levantar la base del cráneo y retirar la mitad de la cubierta, de piel y de cara, para lograr una reconstrucción lo más estética posible.
El especialista explicó que una de las prioridades en la operación, que duró 10 horas, fue aislar y proteger el cerebro, separándolo de la base junto con todos los tejidos, para entonces proceder a cortar, separar, unir y desplazar todas las piezas del cráneo y que éstas a su vez estuvieran acorde al tamaño de la niña y conectadas con todos tejidos y nervios.
“Se hicieron incisiones coronales, retiro del cráneo y osteotomías múltiples (cortes de forma que el cirujano puede cambiar la posición de los huesos) utilizando una sierra ultrasónica que no lesiona los tejidos blandos”, explicó.
Para efectuar el procedimiento de alta complejidad, que en México solo lo lleva a cabo el HIMFG, se efectuaron diversos estudios, tomografías de seguimiento, modelos tridimensionales del cráneo y de los orificios de los ojos.
El cráneo está rodeado de microplacas y microtornillos, de 1.5 milímetros de diámetro, algunos de 5 milímetros de grosor, para que la estructura quede rígida, acelere el proceso de cicatrización y quede a una dimensión adecuada.
Lo que falta
Fátima deberá someterse a otras intervenciones. Será probablemente hasta que tenga seis años cuando el equipo de profesionales le forme la nariz, para que tenga el tamaño y los orificios normales por los cuales pueda respirar.
Ese procedimiento no será difícil dado que dejaron tejido para que se formen los orificios y estos se conecten hasta la faringe.
Por ahora hace su vida normal, como menciona su madre, come como cualquier niño de su edad, llora y hace berrinche, aunque requiere de un tubo colocado en la tráquea para que respire y otro más en el estómago para alimentarse, pero ya comienza a valerse por sí misma para comer, por lo que se va evaluar si se le retira ese aditamento.
Debido al tubo de la tráquea la pequeña no habla, pero Ochoa aclaró que la menor se someterá a un proceso de rehabilitación, tal vez a un procedimiento, para que pueda comunicarse.
“Tiene audición, inteligencia, movilidad y ve bien; esperamos que esa niña se integre pronto a su vida escolar y después laboral sin problemas, que interactúe con la sociedad”, afirmó el experto.
La pequeña requerirá seguimiento hasta los 16 años, cuando se harán las últimas correcciones estéticas.
Janet Romero explicó en entrevista que en su casa no hay herencia de deformidad o alteración genética y que mientras iba al médico durante su embarazo, todos los estudios salieron normales. “Claro, cuando me nació me espanté de que algo le pasara a mi bebé”.
Su padre, José Óscar Romero, ayudante de albañil, refirió que a sus 28 años se sorprendió de que ningún doctor le diera un diagnóstico de lo que pasaba con su hija.
Fuente: Excélsior