Regresos

Octavio César Mendoza

Pongamos sobre la mesa un antecedente místico: Adán y Eva no fueron capaces de tolerar la vida terrenal y decidieron morder el fruto prohibido del deseo de saber más. Cuando fueron expulsados al este del Edén iban desnudos, sus mejillas ardían por el pudor de haber sido descubiertos en el acto más humano de todos (dudar) y muy pronto se vieron pariendo con dolor, ella, y ganando el pan con sudor, él. Envejecieron, perdieron los dientes pero no lo bailado. Sus hijos fundaron civilizaciones antiguas y modernas, se amaron de tal forma que crearon el arte y se odiaron de tal manera que inventaron la guerra. Después de los grandes genios creadores llegaron sus antípodas, los reguetoneros, y la inmensa barca de Noé en que navegamos por el espacio se fue a pique. Regresaron las sombras de la antimateria. ¡Perdónanos, Tchaikovsky!

En ese ínter tú y yo, el escribiente y el lector, fuimos testigos de la llegada del hombre a la luna (un paso enorme para ser hormigas) y del acto inaugural de las olimpiadas donde nuestra Patria-Patria se cubrió de gloria gracias a la soldada que en cada hija te dio; también asistimos a un concierto multitudinario de música íntima donde cantamos hasta quedar afónicos; leímos, vimos, comimos, bebimos, amamos a quienes no lo merecían y olvidamos a quienes merecían todo el amor, y aún así nos volvimos a enamorar, y por eso asistimos o llegamos tarde a varios funerales dolorosos, pero sin dolor y (puntualmente) asistiremos al nuestro. Reímos como niños y lloramos como viejos. El mundo era nuestro como fue de nuestros padres y abuelos y, quizá, lo será de nuestros hijos y nietos; algunos de éstos serán mestizos de inteligencias humanas y cuánticas, mientras que otros tendrán forma de libro. A todos nos soñará el olvido.

Para no variar pienso como dijo Borges: a todo hombre toca vivir los peores tiempos de la humanidad; pero también los más asombrosos (agrego yo) y no hay desperdicio en hacer lo que hacemos y ser lo que somos y hemos sido. Y ahí viene a cuento esta columna: yo soy escritor por oficio, “politóloco” por pasión y creador de estas Historias Paralelas por gusto culposo. Mi herramienta es el lenguaje y al lenguaje debo todo, incluyendo mi trabajo, la resplandeciente cercanía del amor de mi vida (Aby San Rod) y mi supervivencia en la noche oscura de los momentos difíciles. Por eso prefiero un par de lectores de mis columnas efímeras derivadas de la motivación más personal del “caso necesario” que de la aburrida disciplina periódica de los fórceps. Y heme aquí que estoy de regreso como regresa todo: igual, pero diferente. Por eso hablo de regresos.

Regresan Donald Trump y los tiempos difíciles para la Nueva Escuela Mexicana de enfrentar los problemas del futuro, que han sido los mismos de siempre y no dejarán de obligarnos a reconocer en ese hermano abusivo nuestros complejos de inferioridad bélica y superioridad moral. Regresan los migrantes que expulsamos por falta de oportunidades, y la fuerza de trabajo que los gringos blancos no quieren pero necesitan y podemos aprovechar nosotros (doctor León García Lam dixit). Regresan las amenazas de negociar nuestra fuerte interdependencia económica o tolerar la invasión de los Marines para acabar con aquello que tanto nos enorgullece como para dedicarle toda una página negra de nuestra cultura: el narcotráfico. Regresan las afrentas y con ella los rostros adustos de la dignidad con el puño agachado o levantado en torno a la rabia venial de la venganza. Usted elija.  

Oh, sí: regresan los entusiasmos conservadores de la ultraderecha costumbrista mexicana y la férrea defensa de las libertades democráticas que antes se nos negaron y que hoy se nos intercambian por una despensa y una beca. Regresan la unidad nacionalista obligada por el enemigo común, pero también las obligaciones de uniformidad ideológica y conformidad histórica, así como la diplomacia secreta de los maquiavélicos para ir pensando cuáles oligarcas van a suceder a la primera mujer presidenta de México. Regresan los apostadores de los escenarios catastróficos y los apóstoles de esa Tierra Plana que es la conversión de México en una superpotencia guadalupana, con todo (como los tacos) y esos quinientos mil millones de dólares de PIB de distancia que nos separan del 10 Brasileiro, así como con nuestro déficit fiscal del 5.9% y proyección de crecimiento del 1% para el 2025.

¡Alabemos! Regresan nuestros demonios más oscuros y nuestros ángeles más luminosos. Estos son los tiempos favoritos de Dios para sus pueblos elegidos, donde nuestros liderazgos no pueden ser tibios porque si no los vomita, y se deben hacer fuertes a pesar de toda debilidad. Regresa la era del heroísmo mexicanista donde las ciudadanas y los ciudadanos deben creer en sí mismos como si en sus cuerpos habitasen in promptu las reencarnaciones de todo el Panteón de Héroes Nacionales. Regresan Hidalgo y Madero, Josefa y Mariana; regresan Sor Juana y Rosario, Fuentes y Paz; sólo que ahora se llaman Claudia, Rosa, Guadalupe, Luisa, Ricardo, Enrique, Pedro y Juan. Regresan nuestras raíces prehispánicas con atuendo techno, nuestro orgullo de Nación Chiva donde entre puros mexicanitos que entonan las de José Alfredo Jiménez enfrentamos a la cultura dominante del planeta y seguimos gritando ¡Viva México, cabrones! Con voz mezcalentosa. Regresa nuestro amor por el caramelo amestizado de nuestra piel y por el mariachi sinfónico ejecutando El son de la negra para que aquella se ponga chinita.

Así que, Masiosare: no nos busques, porque para soltar chingazos es que nos cobijamos con el sarape bajo el cual nos has dibujado en el Washington Post durante décadas. Si quieres guerra, guerrilla cultural tendrás: van mis tazos dorados por mi Cantinflas versus tu Terminator, y suelta el póster de tu Donald Trump de ceño fruncido en su segunda foto presidencial contra el calendario de mi Claudia Sheinbaum sonriente en su Primer Informe de Gobierno. Ahí te van mi Blue Demon y mi Santo “el enmascarado de plata” para enfrentar a tus monstruos infernales de la RAW en dos de tres caídas con límite de tiempo electoral. Esta época deberá ser épica, y todos los mexicanos (usted también, güerita) debemos alistarnos desde nuestras trincheras para enfrentar los agravios del Copete Dorado, pero sin despeinarnos con el turismo extranjero; así que Bienvenido-Welcome, y a darle.

Nos tenemos que preparar para los efectos negativos de las migraciones de retorno, las crisis humanitarias concomitantes, el cierre parcial o temporal de empresas, la inflación y las consecuencias de desempleo e inestabilidad económica. Nos tenemos que preparar para un río revuelto y una ganancia de pescadores. Nos tenemos que preparar ante los efectos tóxicos de un vecino empoderado por sus mitomanías y su sensación de ser el hombre (ahora sí) más poderoso del mundo. Por ello y para no arengar demasiado a mis cuatro lectores, pido la misma fe que los millones de gringos le tienen a su Maximus Donatus para que no se desanimen si mi columna no aparece de forma puntual como lo exigen los amigos editores de Astrolabio. Lo que pasa es-de-que a mi sí me gusta escribir por gusto y mis columnas son de colección -si hablamos de empoderamientos efímeros como lo son todos aquellos que no trascienden más que a su propia época o sistema solar.

Prometí ya no hablar de mi, pero hablando de cosmogonías personales: grande, el maestro Fito Páez en el Zócalo de la CDMX un día antes de la investidura del Anticristo Antimexicano. Indescriptibles emociones me llevaron de la sinfonía a la afonía. De ahí me viene esa reflexión de que dar es dar y nosotros sabemos dar alegría-alegría a nuestro corazón, estar al lado del camino mirando esa mariposa tecnicolor del rodar y rodar la vida, mi querido José de Jesús Torres Pérez, hermano existencial y espiritual. Celebrar 35 años de amistad y Rock and Roll es algo que sólo podía suceder una vez en nuestras anárquicas vidas, así que nuestros recuerdos son los frutos de la cosecha de ser humanos libres y de habitar esta esquirla de la bala de cañón que nos ilumina, donde sólo algunos privilegiados sabemos que somos inmensamente felices y, por ende, no nos debe mover otra razón que la de obedecer al corazón. Te abrazo, carnal, y ahí seguirá el amor después del amor.

Y dos consejos dos a mis dos lectores restantes dos: Nos vemos cuando me vuelvan a dar ganas o tenga motivos de sobra para escribir, como hoy. Yo les aviso. No estudien Letras: dejen que las Letras los estudien a vosotros. Gracias.

Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no necesariamente representan la postura de Astrolabio.

Es poeta, escritor, comentarista y consultor político. Actualmente ocupa la Dirección General de Estudios Estratégicos y Desarrollo Político de la Secretaría General de Gobierno del Estado. Ha llevado la Dirección de Publicaciones y Literatura de la Secult-SLP en dos ocasiones, y fue asesor de Marcelo de los Santos Fraga de 1999 a 2014, en el Ayuntamiento y Gobierno del Estado de SLP, y en Casa de Moneda de México. Ganador de los Premios Nacional de la Juventud en Artes (1995), Manuel José Othón de Poesía (1998) y 20 de Noviembre de Narrativa (2010). Ha publicado los libros de poesía “Loba para principiantes”, “El oscuro linaje del milagro”, “Áreas de esparcimiento”, “Colibrí reversa”, “Materiales de guerra” y “Tu nombre en la hojarasca”.

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