Por Victoriano Martínez
¿Qué paz será la que se construye en las mesas con las que para ese efecto recorre todo el estado el gobernador Ricardo Gallardo Cardona?
¿Cómo será esa Capital Segura anunciada por el alcalde Enrique Galindo Ceballos a partir de su “nuevo esquema de comunidad segura que implica una nueva forma de hacer las cosas, con una nueva estructura y una nueva mentalidad”?
Hasta ahora, ni una ni otra han representado avances para vivir sin miedo ni para considerar que el actual alcalde sirve y protege.
Pero eso no es algo que parezca estar en el radar de sus preocupaciones y, tras la Semana Santa, es de lo que han dejado constancia con la coincidencia en calificar el resultado en materia de seguridad: saldo blanco.
“Operativos de prevención y proximidad social dejan saldo blanco durante Semana Santa”, titula su comunicado el Gobierno del Estado.
“Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana de la capital reporta saldo blanco en Semana Mayor”, es el título del comunicado de la autoridad municipal.
“El operativo de Semana Santa no descuidó las cuatro regiones del territorio potosino; en todo momento se estuvo velando por la integridad y el patrimonio de los miles de visitantes tomando en cuenta que diversos balnearios, ríos, parajes y sitios turísticos presentaron una saturación de asistentes”, dicen los estatales.
La municipal reporta que cubrió especialmente el Centro Histórico y los eventos religiosos, “así como la vigilancia en los cuatro cuadrantes de la ciudad”.
La Semana Santa transcurrió del 10 al 17 de abril, periodo que el gobierno estatal y el municipal reportan con saldo blanco, de lo que se entiende que durante esos días la paz y la tranquilidad de los potosinos y sus visitantes no se vio manchada porque lograron “una jornada sin incidentes”.
Si en el Estado hubo 12 asesinatos, de los cuales cinco ejecuciones ocurrieron en la capital, ¿qué significa saldo blanco para las autoridades?
Si además se registraron fuertes accidentes automovilísticos, uno con saldo de seis personas muertas, además de un turista ahogado en las cascadas de Tamasopo, ¿de qué hablan estas autoridades cuando aseguran que hubo saldo blanco?
Reportar de esa manera tan indolente que hubo saldo blanco no puede tener otro objetivo más que asumirse como autoridades eficientes, pero para quienes su urgencia por privilegiar la proyección de una buena imagen incluye sacrificar la realidad. Que el saldo rojo lo paguen los deudos.
De paso, remarcan el divorcio entre las acciones que emprenden como autoridades y los requerimientos reales de la población.
Su reporte de saldo blanco se limita a lo festivales y hasta eventos religiosos que ellos organizaron y sólo se hacen responsables de lo que ocurra en su torno.
No mienten, en tanto el calificativo de saldo blanco es para su entorno.
No mienten, pero exhiben de manera preocupante que se desentienden de la población en general para concentrar los recursos públicos –materiales y humanos– en sí mismos y sus convocatorias.
No mienten, pero tratan de engañar con la proclamación de un saldo blanco que pretende abarcar a todos y, con mala intención, trata de borrar la sangre derramada como cruel secuencia permanente de las atrocidades que han sido incapaces de controlar.
El saldo no fue blanco, pero el uso que le dan a esa expresión no hace más que recordar la advertencia de Confucio: si las palabras no son las adecuadas, los asuntos públicos fracasan.