Sangre y plomo

Por Leonel Serrato Sánchez

Todo el país está inmerso en una violencia sin precedentes, agudizada por la percepción ciudadana de que las autoridades están rebasadas desde hace mucho tiempo, o peor aún, coludidas.

San Luis Potosí, por su posición geográfica, parece siempre expuesto a que la violencia criminal se manifieste, aún cuando nuestros estados vecinos no la sufran en el mismo nivel de crueldad y vileza.

Estoy totalmente seguro de que nadie tiene la receta, ni las estrategias infalibles, para acabar con este flagelo, más aún, tengo la certeza de que irá creciendo hasta llegar a niveles aún más graves.

Ello es así porque la médula del asunto no está en la existencia del crimen o en la creciente imaginación de la gente mala para articular formas en las cuales dañar más a la sociedad, creo que todos concluimos que en el orbe el crimen y la violencia existen y aún con expresiones más violentas que las que padecemos, el nudo gordiano está en la impunidad, y eso, estimables lectores, ya también lo he dejado asentado en estas y otras páginas.

Si un crimen queda sin castigo los criminales sabrán que pueden hacerlo otra vez, y otra.

La ciudadanía por su parte irá teniendo cada vez mayor desconfianza en las leyes y en las autoridades encargadas de aplicarlas, porque a cada denuncia le sigue el vacío, y las personas nos sentimos en riesgo de denunciar, porque resulta obvio que los delincuentes sabrán todo de nosotros y les habremos dado hasta nuestros más elementales datos para que nos lastimen en el futuro.

Visto que las leyes no sirven al dejar de aplicarlas, y que las autoridades tienen una nula capacidad para servir de cuestores, el camino expedito para defenderse es hacerlo uno mismo, y ese es el principio del fin de un Estado de Derecho.

Si el Estado nace como un mecanismo de la sociedad para garantizar la seguridad en el goce de nuestros derechos y libertades, y ese único y fundamental cometido no lo está cumpliendo, el irrespeto al Estado y sus representantes es el paso obligado, lo que desde luego es una alternativa imposible de aceptar.

¿Qué debemos hacer los ciudadanos ordinarios frente a este escenario?

Es que mire Usted, no importa si se nombra Secretario de Seguridad Pública a Chanoc, o Director de la Policía a Kalimán, vaya, ni siquiera importaría si contáramos en lugar de las corporaciones policiacas con la totalidad de los Avengers, si éstos no ejercen sus tareas legales, morales y políticas, sino que se dedican a dejar pasar y dejar hacer.

¿Qué alternativa tenemos las personas de a pie frente al cáncer que significa la inseguridad, la violencia, el crimen y la impunidad como común denominador?

¿Más elementos en las corporaciones policiacas?

¿Mejores salarios para los agentes de la Justicia, policías, ministerios públicos, jueces, defensores, peritos, administrativos?

¿Dotar de mejores armas y tecnología a los agentes del Estado para responder a la violencia?

¿Penalidades más severas a todos los delitos, para inhibir la comisión de los ilícitos?

¿Más recursos a publicidad para que las entidades encargadas de la procuración e impartición de Justicia sean temidas por los malos?

¿Nuevas leyes?

¿Cambiar de tajo el sistema de Justicia penal?

A estas alturas se habrá dado Usted cuenta que todos esos cuestionamientos ya fueron respondidos en el pasado cercano con una afirmativa, y que el resultado devino en peor.

La violencia criminal y la violencia ordinaria ha aumentado geométricamente, y los malos han ganado en todas las partidas, el Estado ha sido derrotado una y otra vez, y no se trata sólo de Juan Manuel Carreras López, Ricardo Gallardo Juárez, Gilberto Hernández Villafuerte o sus respectivos jefes policiacos, es la suma de todos.

Ellos si acaso son culpables de mentir sobre el estado que guardan las cosas, de maquillar la situación real tan grave que padece la sociedad potosina, y de pretender que todo están dentro de cauces controlables o en cifras aún “normales” en comparación con entidades vecinas o la media nacional.

Simulan, eso queda perfectamente claro, para salvar su pellejo político y seguir con sus aspiraciones de seguir al frente del poder político que detentan; parece absolutamente incontestable que no es que estén protegiendo a uno o a otro grupo criminal, de esos que controlan la maldad en nuestra tierra, sino que más bien están burocráticamente pasmados ante la ferocidad de la violenta realidad.

El orgullo de la gerontocracia exmilitar que tiene a su mando la seguridad pública del Estado impide a esos pobres ancianos a aceptar que no es que sean incapaces por sí mismo –varias veces he escrito que no se llega a general del Ejército Mexicano siendo cobarde, estúpido o sólo con la espalda flexible–, sino que la realidad que tienen frente a sí no la entienden, porque son soldados de un tiempo ya ido, de una realidad muy distante, y que esos combates nunca los libraron en el pasado remoto en que estuvieron activos.

Tras el atrevimiento de unos gatilleros de disparar en contra de uno de los autos de escolta del Procurador Federico Garza Herrera –obviamente no pretendían asesinarlo, sino mostrarle que son capaces de hacerlo– yo creo que es tiempo de tomar decisiones simples y fuertes.

Una sola policía. Un solo mando. Tolerancia cero. Jueces duros. Cárceles implacables. Castigos duraderos y severos.

La emergencia es real, no estamos para politiquerías, ni para escuchar las ridículas y románticas recomendaciones de los organismos que creen que los criminales son personas humanas.

Temario

¿Dónde andarán los del desafuero? Sólo dos o tres ayuntamientos han aprobado su desaparición. Qué burla.

Leonel Serrato Sánchez

unpuebloquieto@gmail.com

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