Estela Ambriz Delgado
Ante los riesgos ambientales y de salud que implica el uso de herbicidas como el glifosato, el cual se encuentra ligado al cultivo de transgénicos, actualmente se llevan a cabo proyectos de alternativas sostenibles para prescindir de este y otros herbicidas tóxicos, como la producción de bioinsumos y fertilizantes naturales, y la conservación de las variedades de maíz nativo, como en el caso de la comunidad de Rivera en Mexquitic de Carmona.
A través del Consejo Nacional de Humanidades, Ciencia y Tecnología (Conahcyt) se han coordinado acciones con dependencias como la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp), entre otras, para articular y apoyar tecnologías mecánicas, biológicas, culturales, y bioquímicas para el control de maleza en cultivos agrícolas.
Entre estas se encuentra el programa de maíz criollo, en el que colaboran con las productoras y productores para conservar las variedades de maíz nativo, y se les da un incentivo por hectárea.
Este es el caso de la comunidad de Rivera, dentro del Área de Protección de Flora y Fauna (APFF) Sierra de San Miguelito, donde se han identificado variedades como maíz canelo, negro, blanco, y sangre de cristo.
Asimismo, en la comunidad de Rivera actualmente se trabaja en la producción de bioinsumos y fertilizantes naturales para las milpas como parte del programa de conservación de maíz criollo, con el que se busca identificar las variedades de maíz, pues una parte fundamental es que las productoras y los productores conozcan las variedades de maíz que tienen para que así las conserven y protejan.
Rivera es una de las comunidades del ANP donde más variedades de maíz criollo se han encontrado, como el maíz canelo y el blanco, que se utilizan para la elaboración de tortilla, el maíz negro, y el Sangre de cristo que, además del uso para alimentos, dentro de la parte mística se considera que ayuda a cortar los eclipses y las granizadas.
La conservación de las distintas variedades de maíz en México y la producción de bioinsumos es fundamental para contrarrestar la introducción de transgénicos y herbicidas en el campo, pues desde 2005 el Gobierno Federal comenzó a otorgar permisos para la liberación de Organismos Genéticamente Modificados (OGM), cuyo modelo agroindustrial conlleva el uso de semillas privatizadas, monocultivos y agrotóxicos, incluidos herbicidas como el glifosato.
De 2005 a 2014, el Gobierno otorgó 594 permisos sin consultar a pueblos y comunidades indígenas, los cuales fueron cuatro de alfalfa, 298 de algodón, uno de frijol, tres de limón mexicano, 202 de maíz, 45 de soya y 41 de trigo. De estos, en fase comercial se otorgaron 11 permisos de algodón y dos de soya; todas tolerantes al herbicida glifosato que, como han demostrado diversos estudios científicos, es un plaguicida peligroso.
Asimismo, de acuerdo a la Comisión Intersecretarial de Bioseguridad de los OGM (Cibiogem), del 2016 a 2018 hubo 107 solicitudes y se otorgaron 77 permisos: dos de alfalfa, dos de limón mexicano, tres de naranja dulce valencia, nueve de trigo y 61 de algodón, todos tolerantes al glifosato.
Como lo señala el Conahcyt, recientemente científicos de los institutos nacionales de salud y de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades, encontraron una asociación entre la exposición humana al glifosato en agricultores, y la presencia de moléculas indicadoras de estrés oxidativo, que es un proceso celular característico del desarrollo de distintos tipos de cáncer, lo que se suma a una vasta evidencia científica que muestra el potencial carcinogénico del herbicida.
El maíz transgénico está indisolublemente relacionado con el glifosato, por lo que pueblos originarios y comunidades como Rivera llevan a cabo una labor de conservación de las variedades de maíz nativo mediante prácticas tradicionales, junto con el trabajo de la sociedad civil organizada.