Por Victoriano Martínez
Si se tuviera que definir el ganador del segundo debate y el criterio fuera el tiempo consumido por cada uno de los participantes, tendría que declararse vencedoras a las moderadoras. Sin duda un efecto de un formato que, atrapado en la trampa de dar igual tiempo a cada candidato, requiere de una mayor presencia de quien lo conduce.
De los 151 minutos que duró la transmisión, 94 (el 62.25 por ciento) los ocuparon los ocho candidatos participantes distribuidos en una presentación, tres bloques temáticos y un mensaje final.
Aunque el espacio de las réplicas (24 minutos en total) no se asignó de manera igual para los ocho, sino que la distribución dependió de quien levantara la mano y luego fuera seleccionado por el candidato expositor, la variación en el tiempo de intervenciones no marcó ninguna diferencia, salvo que quienes más lo aprovecharon fueron Juan Carlos Machinena y José Luis Romero.
En esta ocasión fueron 94 minutos de presentaciones fragmentadas de discursos preconcebidos para ser utilizados ante cualquier pregunta que les tocara responder, con esporádicos piques sin intercambios que pudieran resultar sobresalientes.
Quizá por eso llamó más la atención el papel de las moderadoras y el entorno de la producción que, lejos de favorecer la oportunidad de contrastar lo presentado por los candidatos, dilataba el intercambio de posturas ante alusiones directas.
Por ejemplo, la pregunta de Adrián Esper Cárdenas a Mónica Rangel sobre su voto en 2018 obtuvo respuesta hasta después que pasaron las intervenciones de otros dos candidatos.
La fluidez de las intervenciones tropezaba con dificultades en la medición de los tiempos (esa trampa de la participación igualitaria), al grado de que, ante la tardanza en definir cuántos segundos le restaban a su participación, Arturo Segoviano expresó: “Si quieren denme los tres minutos otra vez”.
Se llegó al extremo de expresar una administración preconcebida del tiempo en la planeación del debate que, cuando Esper Cárdenas expresó que dejaba 30 segundo por si necesitaba responder algún señalamiento, Carla Hernández, una de las moderadoras, expresó: “Así se administra el tiempo”.
Una situación que enseguida exhibió la mala administración del tiempo por parte de Octavio Pedroza. “Le queda un segundo”, dijo Erika Salgado, la segunda moderadora. Apareció intermitentemente a cuadro el candidato de Sí por San Luis, quien sólo dijo “Hola”.
Seguramente cada uno de los candidatos participantes terminó conforme con sus intervenciones y, aunque no todos se proclamaron vencedores, resulta que el ausente, Ricardo Gallardo Cardona, cuya segunda inasistencia a un debate ya no fue novedad… ¡Sí lo hizo!
“¡Ganamos el debate con la gente! La transformación se hace en las calles, no en politiquerías. Aunque respetamos a las instituciones, es junto a la gente que vamos a cambiar nuestras vidas y cumplir nuestros sueño de vivir sin miedo”, fue la contradictoria expresión que escribió en Facebook Gallardo Cardona.
Una ausencia que no impidió que Mónica Rangel lo señalara como ladrón que trata de comprar votos con una tarjetita y como delincuente “que nunca debió de haber salido de la cárcel ni ser candidato, un mafiosillo repudiado por Morena y por ya sabes quién”.
“¿Qué te ofrece el Pollo además de extorsión y cobro de piso? Para el Pollo vivir sin miedo es vivir con fuero para no regresar a la cárcel”, advirtió la candidata de Morena.
De los 151 minutos con 5 segundos que duró la transmisión, 94 minutos se los repartieron los ocho candidatos asistentes, 5 minutos con 23 segundos los ocupó la cortinilla inicial con el logo del CEEPAC, 70 segundos fueron para la presentación en lenguas originarias por la pareja de indígenas y 50 minutos con 32 segundos para la presentación, conducción y moderación.
Un debate más que mantiene abierta la búsqueda de un formato ideal para que este ejercicio democrático resulte más atractivo y, sobre todo, útil para que el ciudadano reciba información de calidad que le ayude a ejercer un voto razonado.