Sello de la casa

Óscar G. Chávez

Es posible que nunca se sepan ni conozcan, al menos no en lo que resta de esta administración estatal y muy posiblemente en todo el tiempo que logre perpetuarse, los gastos reales en ésta ha incurrido en lo referente a organización de la Feria Gallardista Potosina, conciertos, congresos charros (van dos) y cualquier otra actividad de repercusión masiva organizada en este sexenio por la misma. No es ya cuestión de transparencia sino de ocultar el saqueo descarado que se ha vuelto lugar común y que no tarda en normalizarse.

Ya cualquier evento público, por sencillo o sofisticado que sea, resulta que va encaminado a hacerle el caldo gordo al gobernador, magnificando su imagen con mira a posicionarlo como el mejor gobernador que ha tenido San Luis Potosí y muy posiblemente México, aunque en el primer caso es el peor.

En días recientes se llevó a cabo en esta ciudad, un evento llamado Concours Mondial de Bruxelles (CMB) versión 2024, organizado por la firma automovilística Audi con la colaboración de Gobierno del Estado. Al parecer, al menos en lo referente al estado y la ciudad, el concurso transcurrió en relativa discreción, pues poco se dio a conocer de él, como no fuera las consabidas fotografías del gobernador entregando a los organizadores canastos de generosas botellas de ron Potosí.

Es que quizá después del populachero torneo charro, donde caro (y por partida doble) nos salió la participación y el premio al equipo del gobernador, había que nutrir de alguna manera el espíritu refinado de algunos potosinos y qué mejor que un evento de este nivel. Además, si de proyectar la imagen del gobernador y sus empresas se trata, nada más acorde que el ron llamado Potosí. Bebida que por cierto no es elaborada en San Luis Potosí, sino en Aguascalientes y cuya razón social es propiedad del gobernador. Un membrete al gusto de las aspiraciones personales: Potosí para los potosinos.

En algo debió calentar los ánimos y preparar el terreno para este evento el asunto dado a conocer por un periódico de circulación nacional en el que se presentaba al empresario huasteco Sánchez Zumaya como beneficiario de la corrupción imperante entre algunos sectores de la cuarta transformación gracias a las concesiones y asignaciones a diversos prestadores de servicios al gobierno federal. Algo había que transformar y nada mejor que las finanzas personales.  

Y como en corral abierto todos buscan su purina, el gobernador aprovechó el escándalo para cobrarse algunas afrentas, pero por raro que parezca, fue bastante mesurado en sus señalamientos limitándose a mencionar la facilidad con que se regala y reparte lo que no cuesta. Por supuesto que él mejor que muchos sabe de lo que habla.

El asunto acabó llegando a una de las conferencias presidenciales, en la que finalmente no se dijo ni puntualizó nada sobre ambos personajes; sin embargo, más allá de cómo y quién filtró la información, resultan sorprendentes la cantidad de similitudes que hay entre el empresario huasteco y el gobernador Ricardo Gallardo, no sólo el cuestionable origen de sus fortunas y su escandalosa riqueza, sino también su corto o nulo andamiaje intelectual, la ausencia de ideas en sus poco estructurados discursos carentes de toda seriedad política, eso sin mencionar lo estrafalario de sus modestas vestimentas donde el sello de la casa es el mal gusto y derroche.

Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no necesariamente representan la postura de Astrolabio.

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