Ser operadora de camión en un estado machista e inseguro

Xochiquetzal Rangel

La gente sube extrañada a la ruta 10 perimetral. Con asombro y cortesía algunos usuarios del transporte urbano saludan a la operadora de 28 años. Un señor de aproximadamente 40 años hace muecas al ver que quién lo llevará a su destino es mujer, pero no desciende de la unidad quizá por la larga espera que llevaba bajo el sol.

Después de cinco cuadras decido pedirle una entrevista, el hombre que la acompaña la anima a acceder y antes de bajar en la parada que se ubica afuera del supermercado H-E-B menciona que Sanjuana está por terminar la ruta y, con gusto al bajar, podrá dar una entrevista -dijo con orgullo- al mismo tiempo en que ella confiesa estar nerviosa.

La mujer que se sienta presurosa cinco lugares atrás de la entrada en el costado derecho del camión me regala una sonrisa cuando me dirijo a retomar mi asiento. Con admiración reconoce que quien lleva el volante es una mujer joven de tez morena y amable.

Sanjuana Guadalupe Hernández es una de las cuatro operadoras de la empresa de transportes urbanos y suburbanos Tangamanga que manejan en la ruta 10 perimetral interior y exterior, dicha ruta que realiza un circuito que comienza en la avenida Avenida Hernán Cortés 408 B y hace al menos 50 paradas alrededor de la ciudad para regresar al mismo punto.

Desde hace cuatro años recorre la misma ruta durante nueve horas, seis días a la semana, lo que corresponde en promedio 168 vueltas al mes, en un horario que varía según el turno que le toque al día: de 6:30 am a 2:30 pm o de 2:30 pm a 10:40 pm, “los recorridos son continuos… son 7 vueltas por cada turno”.

Comenta que el trabajo que realiza le apasiona y explica que la conducción no es difícil debido a que lo único que cambia en comparación con los automóviles y camionetas son las dimensiones, aunque reconoce que es cansado y doloroso para la espalda permanecer tanto tiempo sentada.

“Queríamos igualdad y ahí está, hay que trabajarle en todo. Para mí representa un orgullo trabajar aquí porque es mi pasión andar en los camiones. Siempre fui fanática de los camiones”.

-¿Es difícil lidiar con los usuarios?

Me han dicho pendeja nada más porque soy mujer, típico de los hombres machistas… Hay muchos que me han mentado hasta la madre, pero ya uno qué más hace que aguantarse. Por ese lado, es difícil, porque uno no les puede contestar porque van y te reportan y tienes que pagar de tu dinero una infracción, lo menos que he pagado yo es de 600 pesos (por una multa).

Para pagar una multa por contestar una agresión de algún usuario, de acuerdo con el salario que percibe Sanjuana, le significa aproximadamente un día y medio de trabajo, ya que su sueldo es de 380 pesos diarios.

Aunque no es común que tenga enfrentamientos con usuarios, una vez se encontró con un señor agresivo que al darse cuenta que era mujer y que operaba en la ruta que estaba por tomar, comenzó a gritarle, por lo que decidió no darle el acceso al autobús cerrando la puerta y retirarse con la unidad.

“Uno los puede reportar, pero comunicaciones le hace más caso a un usuario que a un operador, porque el usuario es primero. No hay tanto respaldo con ningún operador, sean hombres o mujeres, aquí el usuario es el patrón como quien dice, nosotros somos los empleados de ellos”.

-¿Qué opinan tus compañeros de que haya mujeres operadoras de transporte urbano?

“Muchos como que todavía están en que no deberíamos de estar aquí. Yo digo que es por su orgullo de hombres, que piensan que es un trabajo nada más de hombres, pero yo digo que todo mundo podemos trabajar en lo que queramos. Cuando yo entré ya había muchas mujeres trabajando, ya era normal ver a una mujer en el camión”.

De acuerdo con el reporte “Género y transporte: experiencias y visiones de política pública en América Latina” de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), la Organización Internacional del Trabajo (OIT) tiene una limitada participación de mujeres en el sector de transporte. Tan solo en México, en 2014, en dicho sector, el 92.3 por ciento del trabajo en el transporte era ejercido por hombres, mientras que solo el 7.8 por ciento era realizado por mujeres.

El inicio del sueño

Cuando Sanjuana tenía 10 años, pensaba en que algún día manejaría uno de los camiones a los que se subía, un sueño que le llamaba de forma obsesiva y que a los 24 años decidió cumplir. Así que le pidió a uno de sus amigos (que al igual que ella es operador) que le enseñara a manejar, ya que se había dado cuenta que trabajar dentro de cuatro paredes no era lo suyo. Su amigo le prestó uno de los camiones que manejaba, luego la mandó a la escuela de la empresa Tangamanga y en octubre de 2014 fue aceptada por dicha empresa para comenzar a trabajar.

Al ser aceptada su familia no aceptaba del todo que ella pudiera ser operadora, ya que consideraban que ese era un trabajo para hombres, y que tal vez, como con sus otros trabajos lo dejaría a los dos meses de comenzar por que le aburrían.

“Yo le dije a mi papá: ‘es mi gusto y nada más te estoy avisando que voy a entrar a trabajar´, y me dijo, ‘pues yo no te voy a apoyar’, y le dije, ‘pues no me importa’. Y mi mamá me dijo, ‘si tú quieres ahí, adelante’. Ahorita creo que es mi papá el que anda más gustoso de que ande aquí que mi mamá, porque a todo el mundo le platica que su hija trabaja en los camiones, que si me conocen, unos dicen que sí, otros que no, y ahí me anda dando a conocer con todos, como de orgullo”.

Una sonrisa en su rostro se dibujó cuando recordó que había logrado lo que alguna vez pensó: “me voy a trabajar a los camiones, y ya me quedé aquí en los camiones”.
De las experiencias que le han resultado satisfactorias dijo que han sido muchas, pero destacó que se siente bien cuando le reconocen su trabajo, por ejemplo, en el camión que opera tiene una rampa para las personas que suben en silla de ruedas, cuando ingresan le regalan algún dulce en forma de agradecimiento, “es algo como que estás haciendo bien tu trabajo”.

Sin embargo, comentó que una de las experiencias menos gratificantes y que no se le olvida es un percance que tuvo con un motociclista, ya que la sensación de desesperación e impotencia por no poder hacer nada en el momento es algo que no desearía volver a vivir.

“Sí estuvo fuerte, el de la moto casi se andaba matando y sí se siente la impotencia de no poder hacer nada y con el pensamiento de que nos van a echar la culpa, porque la mayoría de las veces le echan la culpa a uno por ser chofer de camión, porque la gente luego dice que nosotros les aventamos el camión, cuando pues a veces no saben ni cómo estuvieron las cosas, y a veces uno aunque trata de evitar los accidentes… pasan”. Por el mal trago que pasó, no dio más detalles de dicho accidente.

A pesar de que en ocasiones termina tarde, Sanjuana no tiene miedo de manejar un camión en San Luis Potosí o llevárselo hasta su casa cuando termina el turno que comenzó a las 2:30 de la tarde, ni siquiera porque en el último año se sigan mantenido los índices delictivos en números rojos o por el hecho de que tan solo en 2018 se registraron en el estado 54 homicidios dolosos de mujeres, de los cuales 28 se catalogaron como feminicidios.

“Sí he oído mucho eso de la violencia contra la mujer, pero pues a mí hasta ahorita no me ha tocado. Digo que, si el día que me toque me va a tocar, aunque esté en mi casa”.

Antes de que se tuviera que retirar para dejar en las oficinas el dinero de los pasajes que juntó durante sus nueve horas de trabajo e ir a descansar, comentó que tal vez no seguirá siendo operadora de transporte público por siempre, “hay que buscarle algo mejor, algo que sea lo mejor, pero por mientras aquí porque es mi pasión”.

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