Sierra de Álvarez, ahora también amenazada por una plaga

Por Victoriano Martínez

Declarar un Área Natural Protegida no basta para que un territorio cuyo valor ambiental presta servicios importantes a la humanidad esté a salvo de cualquier tipo de devastación porque siempre habrá intereses que intenten una depredación lucrativa desproporcionada, y hasta con confabulación y negligencia de las autoridades responsables de hacer valer la protección.

Si últimamente ha transitado por la carretera 70, vía libre San Luis Potosí-Rioverde, quizá le haya tocado ver, especialmente a la altura del Valle de los Fantasmas, que entre el verde y tupido follaje de los árboles del entorno aparecen con frecuencia en la parte alta de las copas ramas que lucen secas.

Se trata de una amenaza adicional que enfrenta el Área de Protección de Flora y Fauna (APFF) Sierra de Álvarez: una de tantas plagas que han afectado a esa área natural protegida desde hace nueve años que fue detectada y denunciada ante las autoridades en diversas ocasiones y hasta ahora que la plaga se ha extendido considerablemente hay una reacción.

Comuneros, ejidatarios y propietarios de los bosques de encino de la Sierra de Álvarez vieron durante nueve años cómo se secaba una de las ramas altas de los árboles y unas semanas después el ejemplar moría.

Tuvieron oportunidad de darse cuenta de que el mal atacaba a una rama, invadía internamente al árbol hasta llegar al tronco y hacerlo morir. La alternativa de salvación, podar las partes afectadas del árbol, resultó una medida que requería autorizaciones de la autoridad forestal que implican costos difíciles de cubrir por los afectados.

Por momentos, lejos de ayudar la autoridad se convertía en un obstáculo para enfrentar la situación y hoy poco han aportado a la solución, salvo que recientemente acudieron a realizar una inspección y especialistas de la Facultad de Agronomía de la UALSP identificaron la plaga: un hongo llamado visconjagua atropumtata.

La plaga ya tiene nombre, pero la mala noticia es que no se conoce la forma de combatirla.

La Comisión Nacional Forestal (Conafor) sugiere tumbar y quemar los árboles afectados, pero descarga el costo de esa labor en los ejidatarios y propietarios quienes, para colmo, están impedidos de aplicar esa medida si no cuenta con autorización de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (CONANP).

La plaga mata cada vez más árboles y la burocracia dificulta medidas de control para evitarlo. En 27 días la Sierra de Álvarez cumple 43 años como área natural protegida y en esas cuatro décadas la negligencia de la autoridad la mantiene sin un plan de manejo que bien pudo contribuir a evitar la proliferación de la plaga que hoy mata los encinos.

En el año 2000, la Sierra de Álvarez se recategorizó como Área de Protección de Flora y Fauna, pero a los más que ha llegado su plan de manejo es a un borrador presentado en agosto de 2018 para consulta que resultó muy cuestionable: favorecía otro de los flagelos depredadores que padece esa zona.

La empresa Cal Química S.A. de C.V., del Grupo Calidra, opera en la Sierra de Álvarez desde 1967 con efectos altamente depredadores y contaminantes que han repercutido en la salud de habitantes de comunidades aledañas.

A pesar de eso, el borrador del plan de manejo de la ANP, de acuerdo con grupos ambientalistas, designaba los sitios hacia donde podía crecer o moverse la calera, acordes a los proyectos de la empresa en perjuicio de la protección de la preservación ambiental de la Sierra de Álvarez.

Después de 43 años sin plan de manejo, la autoridad transita de una negligencia de décadas a una sospecha de confabulación con un poder económico que mantienen a un área natural protegida bajo riesgo de una depredación empresarial y una devastación por plagas.

Una historia que evidencia que no basta con una declaratoria de área natural protegida. Tanto la Sierra de Álvarez como la de San Miguelito le prestan servicios ambientales a la ciudad. En ambas urge un buen plan de manejo: la historia de la primera confirma su urgencia, en tanto que lo reciente de la segunda exige prevenir daños como los de aquella.

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