Ciudad de México (01 de octubre de 2016).- A un año del ataque que sufrieron turistas mexicanos en el desierto de Egipto, Susana Calderón, una de las sobrevivientes, narró el ataque, en donde su esposo murió, y contó cómo ha sido su vida tras los lamentables hechos.
En entrevista con El Universal, dijo que vive con decenas de esquirlas de metal en su cuerpo, en el antebrazo izquierdo identifica al menos 10, tiene dos incrustadas en la cabeza, y no ha podido contar las de la espalda, también tiene en las piernas.
Relató que el 13 de septiembre de 2015, la camioneta donde viajaban “no quería entrar, se atascaba y se atacaba … eso era una señal”. Eran cuatro vehículos en el desierto occidental de Egipto con 14 turistas mexicanos y guías egipcios, llegarían a Luxor.
Indicó que hicieron una parada para comer. “Nos poníamos bloqueador cuando un compañero llega y le dice a mi esposo, mira Luis mi teléfono no me deja tomar fotos, dice que está muy caliente”, por lo que su esposo se lo pidió para revisarlo, en ese momento escuchó un ruido de una turbina a lo lejos. Hubo una explosión y pensó que el celular había explotado, pero en segundos vio a su esposo con el aparato íntegro en las menos, pero “él tenía dos agujeros en la espalda, mucha sangre”.
Susana empezó a pedir ayuda y vino un segundo bombardeo, por lo que se tiró al suelo junto a su esposo y alcanzó a ver a un compañero carbonizado, al principio pensó que se trataba de una tormenta eléctrica, la cual los había quemado. Todos sangrando, unos inconscientes, mutilados, partidos.
Contó que dos helicópteros se hicieron visibles en el aire y uno de sus compañeros se quitó su camiseta blanca y simuló una bandera, fueron dos intentos de llamar a la paz, pero “respondieron con más furia y tiraron a las camionetas, nosotros estábamos debajo de ellas”.
Su esposo y ella tuvieron que simular estar muertos para no recibir más ráfagas, en sus intentos para incorporarse le explotó arriba de su cabeza una bomba.
“Me dije: ya no luches, este es el fin, perdí el conocimiento y al volver estaba abrazada junto a mi sobrina y junto a la persona que no tenía la mitad de la cara. Yo sentía una opresión en el lado derecho de mi cuerpo porque no podía respirar. Era la lesión cerebral que tenía por las esquirlas y un pedazo de cráneo de dos centímetros que rompieron mi cerebro”.
Cuando el auxilió llegó, Susana alcanzó a ver a su esposo al momento que la subían a la camilla, “escuche que me dijo que me amaba. Le dije que yo también”, esa fue la última vez que lo vio.
Ya en Guadalajara, la escanearon y los médicos optaron por dejar las esquilas dentro de su cuerpo. Dos de ellas incrustadas en la pierna estaban emitiendo un tipo de radiación y las tuvieron que extraer.
Explicó que el temor de los doctores es que esa “reacción pudiera presentarse en las alojadas en el cerebro”, pero los cirujanos le han dicho que no hay forma de retirarlas, por lo que mes con mes le hacen una tomografía para revisar que no liberan sustancias, que no se muevan de lugar y a la espera de que el cerebro las encapsule.
De su esposo perdió la empresa de material hospitalario que logró durante años de trabajo, porque se dedicó a su recuperación.
Tras el ataque, Susana opta por no hacer planes, “sólo por hoy”, vive y trata de aminorar los dolores del corazón y las heridas físicas.
Fuente: Publímetro / El Universal.