Socorrista, bombera…hoy enfermera

Eduardo Delgado

Yucuf Ossiris López Alfaro está orgullosa de lo que ha realizado durante los diez años que trabajó simultáneamente como paramédica y apagafuegos, porque considera haber hecho cosas que pocos, hombres o mujeres, se atreverían.

En distintos momentos se ha sobrepuesto al machismo y la discriminación laboral, gracias a la formación en su hogar, heredada de su abuela materna, que dejó a su abuelo cuando este la abofeteó un día.

En entrevista, en el marco del mes de la mujer, Yucuf Ossiris compartió anécdotas y situaciones estremecedoras, pero ninguna como el precario sueldo de mil pesos quincenales que cobró durante tres años como socorrista.

En la actualidad cubre su servicio social como enfermera en el Hospital Central “Ignacio Morones Prieto”.

Por razones económicas no pudo cursar una “carrera larga”, pero sí una técnica en contabilidad. A ella le habría gustado estudiar medicina y en su infancia soñó ser bailarina de patinaje de hielo.

Es originaria de Rioverde, donde tuvo a una familia “muy cercana” como vecinos, que tenían un menor con daño cerebral que requería cuidados especiales.

Las y los vecinos se organizaron para rolar turnos para cuidarlo. Cuando tocó el de Yucuf Ossiris y su mamá, el niño tuvo una crisis. “No sabíamos que hacer, ni la familia; no podía respirar y no le podíamos poner el oxígeno”.

Fue llevado al hospital, donde falleció.

“Eso me dejó la espinita acerca del porqué no sabemos nada de primeros auxilios y pensé que en mi familia se podría llegar a necesitar”.

Cuando la Cruz Roja abrió un curso de primeros auxilios se inscribió.

“Fue muy amplio, porque te preparaba para ser técnico en urgencias médicas o paramédico”.

Nunca había abordado una ambulancia. “Me encantó; me trepé a una y no me bajé en 13 años”.

Como socorrista se percató que “había rescates en que nosotros esperábamos a los bomberos para liberar o rescatar a una víctima. Vi que era un trabajo en conjunto”

Tristezas y satisfacciones

“Es muy triste llegar a una emergencia cuando ya no se puede hacer nada, porque la persona falleció”, comentó.

Además, “es horrible” informarles a los familiares de la muerte de un ser querido.

“Ya lo saben, presienten, pero hasta que les des la noticia se desata el caos”, añadió.

Igual es “enfrentarse con culpas de los familiares, porque no hicieron o no sé…; otros te culpan y quieren que atiendas de inmediato a su familiar”, abundó.

Lo más gratificante, dijo, es lograr el traslado de heridos al nosocomio.

“Llegan con vida, pero sin esperanzas y lo entregas mejor a como estaba; ponerle suero o colocarlo en una posición correcta, ayuda…”.

Las circunstancias son diferentes en el caso del deceso de un adulto o niño.

“Con una persona mayor uno se hace a la idea de que ya cumplió su ciclo, tuvo a su familia y es momento de que descanse”. En el caso de un infante es muy doloroso, resumió.

“Todas las emergencias afectan emocionalmente y tenemos que estar en terapia constante. Cuando empecé tenía pesadillas”, comentó.

Hasta ahora, para ella lo más cruento fue un accidente en carretera, en el que murieron 10 personas, entre ellas niños.

Tiene muy presente “la imagen de una señora que por proteger a su sobrina, la abrazó. Quedaron abrazadas”.

Apagafuegos

Un día, la unidad de bomberos en Rioverde ofreció un curso básico, sobre comportamiento del fuego, tipos de líneas, mangueras, rescates, cuerdas y tipos de extintores. “Lo vi como un complemento y para aumentar más lo que sabía”, añadió.

“Me gustó más porque uno dice: ese trabajo es de hombres”. Así misma se preguntó si podría cargar mangueras y “sí pude; además de que el equipo es muy pesado y con agua más”.

Como apagafuegos el ritmo de trabajo es intenso, porque el combate a un incendio puede llevar muchas horas. “A veces toda la noche, mientras una emergencia no es dilatada. En lo que más te tardas es en lo que te reciben [a un paciente] en el hospital”, comentó.

Astrolabio: ¿Los bomberos están preparados para atender emergencias médicas y los paramédicos incendios?

Yucuf Ossiris López Alfaro: Deberían. Es más fácil encontrar a un bombero que sepa atender una emergencia que a un paramédico de bomberismo.

El salario, lo más “escalofriante”

Para Yucuf Ossiris lo más estremecedor, como para muchos paramédicos, ha sido el salario: mil pesos quincenales.

No obstante, aseveró, “se hace un vicio bonito; es un ambiente que lo haces tuyo”. Durante tres años ganó lo mismo y cubría turnos de doce horas.

En bomberos fue voluntaria y a pesar de lo precario de su sueldo arriesgó su integridad, en un siniestro en una zapatería de tres pisos en el mercado de Rioverde.

“El fuego calaba. Bajabas y subían los que seguían, eran relevos porque te deshidratas y te cansas. Te da miedo. No sabes en qué momento se puede desplomar, por el peso del agua o por que la estructura se debilita”, expuso.

Por ser mujer

Como bombera, refirió, “a veces no te dejan hacer lo mismo que los hombres”, pese a tener experiencia y haber demostrado capacidad.

Ingresaban generaciones nuevas y “a los hombres les dejaban hacer más cosas que a nosotras”. Eso le hacía sentir mal.

No obstante, admitió, “hay cosas que un hombre puede hacer mejor en cuestión de pesos, pues tiene más fuerza, pero en lo demás es completamente lo mismo”.

Además, hay casos en los que solo las mujeres pueden intervenir. “Una compañera tuvo que entrar a una cisterna a rescatar unos cuerpos porque era la única que cabía”.

A: ¿Ha sido acosada?

YOLA: No. Sí he escuchado que bomberas lo sufren. A mí nunca me ha tocado, porque desde muy chiquilla y cuando comencé en la ambulancia conviví con hombres.

Sin embargo, al principio al salir a una emergencia “me pedían traerles las cosas” y eso le hacía sentir mal. No reclamaba porque sabía que como “traidora” era útil y hacerlo en ese momento complicaría las cosas.

Un día se lo hizo notar al capitán, Héctor Miguel Díaz Rangel, quien luego falleció a causa del Covid-19.

“Él nos dejaba a las mujeres por igual, pero solo era uno; lo admiro mucho”.

Si había dos o tres incendios apartaba a los compañeros: “Yo me voy con las viejas. Llegábamos y preguntaba: ´quien le sabe a la bomba´… a otra la mandaba a la manguera y él manejaba”.

“Sabía respetar a las mujeres y las cuidaba. En una situación peligrosa no nos exponía, pero nos daba nuestro lugar”.

¿La adrenalina?

Cuando uno está en peligro, explicó, el sistema nervioso libera hormonas para protegerte. “Identifica que estas en peligro y tratas de huir, de luchar o te paralizas”.

“A nosotros no debe paralizarnos ni debemos huir. Al contrario, en esos segundos debes pensar más o menos que está pasando, que es lo peor que puede suceder, qué vas a hacer… de modo que antes de llegar uno lleva en la mente lo que vas hacer”.

“Debemos enfrentar la emergencia. La gente confía en ti, porque sabe que le vas a ayudar. También tienes miedo, pero no debes demostrarlo; tienes miedo porque no sabes lo que vas a enfrentar”, abundó.

Aparte, “es muy común que la gente te diga: ´mi papá se desmayó´ y se molesta cuando empiezas a sacar datos médicos generales, que nos ayudan para saber cómo atenderlo. Llegamos y cual desmayado, es un balaceado y uno también corre peligro.

“Normalmente en las rancherías los pleitos se suelen resolver a balazos, a machetazos… no te dicen la verdad y es como una alerta de que está mal y mandas a la policía, porque si a mí me hieren, ¿quién los va atender y quién va a ver por mí?”.

¿Por qué enfermera?

Las profesiones de paramédica y bombera son bonitas, pero “volvemos a lo económico” y aunque hay reconocimientos, “de ellos no comes”.

Ser paramédico es un estilo de vida, “pero no es reconocido en México; no se le da el valor que debe tener: mejor sueldo y mejores condiciones laborales, pues a veces no hay seguro”.

“Abordas una ambulancia a alta velocidad y eso ya es peligroso; no hay el equipo requerido, no te dan para comprar al menos una caja de guantes, un cubrebocas”.

“En el momento en que subes a la ambulancia pones un pie en el cementerio”, añadió.

En algún momento pensó emigrar de Rioverde y les comentó a sus compañeras su intención acerca de un “cambio de vida”, para mejorar económicamente.

Una le cuestionó: “¿Porqué no te metes a estudiar enfermería?”.

Eso cuando trabajaba en una oficina de Prospera y su entonces jefe le pidió que no renunciara, porque pronto habría una vacante en otro puesto, con un “poquito de más sueldo”.

La amiga le aconsejó aprovechar para ponerse a estudiar enfermería. “Tú que tienes tantos años en la ambulancia, se te va a facilitar y aparte vas a tener oportunidad de trabajar”.

Se quedó con esa idea y le motivó darles a su mamá, papá y hermanos, la satisfacción de tener en la familia a alguien con una carrera y por si misma sacarla. Solo le resta un año.

“Nada más estoy en servicio social, que es de un año y llevo un mes”, comentó. “Quiero terminar, fue mucho para mí”, completó.

“Nunca pensé lograrlo, porque cuando empecé a estudiar todos sabían o ya trabajaban en un hospital; muchos ya eran técnicos en enfermería o auxiliares y nada más querían la licenciatura para jubilarse”, dijo.

“Muchos tenían experiencia. Yo la tenía en la ambulancia, pero no es lo mismo. Llegué con la mentalidad de pasar con seis las materias, pero le eché ganas porque no era fácil ir y venir cada fin de semana, y no iba perder el tiempo”.

“Afortunadamente fui el primer lugar de mi generación y fue muy satisfactorio para mis papás”, agregó.

Se considera una mujer fuerte, que logra lo que se propone. “Mi vida ha sido muy feliz, porque siento que a lo mejor nadie más se atrevería y he hecho cosas que pocas mujeres u hombres se atreverían”.

El machismo

En México sigue predominando el machismo y para contrarrestarlo “es muy importante cómo te eduquen en la familia”, advirtió Yucuf Ossiris.

En su caso, aseveró, “influyó mucho mi mamá. Me decía: ‘¿Cómo que no vas a poder?’… hasta la fecha me hace la misma pregunta y la respuesta es ‘siempre has podido. Responde ella”.

Su progenitora nunca le festejó sus cumpleaños, “me celebraba mis éxitos: un primer lugar. Me enseñó al leer y antes de entrar al kínder, ya sabía”.

“El papá también influye; él no se metía mucho en la educación, pero respetaba y apoyaba lo que decidía mi mamá”.

“A mi hermano lo ponía a lavar trastes y levantar sus cosas; era el único hombre, pero no hubo diferencia”.

La postura de su madre se la atribuyó a su abuela, nacida en 1906. “A ella le dio una cachetada su marido y lo dejó. No le dio miedo. Ya tenía dos hijos. ‘Si me diste una me vas a dar más’, le espetó al agresor”.

Aparte, su mamá le aconsejó: “No te dejes, pero tampoco seas rebelde”.

“Hay muchas mujeres que no se dejan y que exigen igualdad, pero siento que no tienen bien la idea de lo que es la igualdad”.

A: ¿Para usted que es la igualdad?

YOLA: Que ambos pueden hacer las mismas cosas y que no hay un papel exclusivo para hombres o mujeres. En un hogar la mujer puede cocinar y limpiar, pero también lo puede hacer el hombre.

Dijo disentir de las mujeres que hacen pintas y profieren “mentadas de madre”, apuntó.

Sostuvo que es un trabajo en equipo. “Para eso estamos hechos, hombre y mujer, para ser un complemento, sin que uno se crea mejor ni superior”.

“Hay cosas que la mujer dice y son muy buenas ideas. Hay cosas que el hombre propone o hace mejor que la mujer. Ni uno más ni uno menos. Es como un engrane, para mí eso es la igualdad”, definió.

En un día aprendió

En lo que lleva como practicante de enfermera, en un día aprendió lo que no en tres meses en la escuela; técnicas, procedimientos, el trato con pacientes hospitalizados.

“Estaba acostumbrada a mandar. En una emergencia hay que mandar y en un hospital debes saber mandar. Tienes que decirle al paciente qué hacer, qué tomar, ordenarle que no se mueva, pero tienes que ser más suave”.

“A nadie le gusta que lo despierten, además de que está en una cama que no es la suya, hay ruido y todavía llegan a gritarle. Hay enfermeras que lo hacen y a lo mejor hasta yo en un mal momento lo puedo hacer”, admitió.

En una emergencia es diferente. “Me tocaba salir a atender a un macheteado y me urgían, familiares o amigos: ‘Atiéndelo…’”.

Se sobreponía: “Si no es su familiar retírese. ¿Si es…sabes atenderlo?… atiéndelo”.

Además: “Llegas a una emergencia con muchos hombres y yo chaparrita. Si no sé mandar se me van a venir encima. A veces me decía mi chofer: ‘me das miedo’. En ocasiones sé que debo ser buena y en otras que sí lo soy se me echan encima”.

Una vez, contó, venía a San Luis por un paciente junto con un compañero en una ambulancia y en el trayecto encontraron un accidente.

“Cuando hay un accidente y vas en una ambulancia tienes el deber de atender; es obligación. Independientemente si eres particular, de gobierno o de Cruz Roja.

“Ya estaba una ambulancia en el lugar. También hay ese nivel de mando y si llegan unos primero, los que arriban luego se deben poner a la orden de ellos.

“Volteamos para un lado y para otro, y no veíamos a ningún paramédico. De un lado estaba un carro y otro en otro lado. Cada quien se fue a uno. Encontré al conductor con dolor de espalda, sin poderse mover, la esposa embarazada y un bebé de año y medio.

“Estaban conscientes, pero las circunstancias de cada uno lo hacían graves; el niño por ser bebé, la mamá por el embarazo y el señor por el dolor en la espalda.

“No veía a nadie y había mucha gente. Entonces llega el chofer y me dice: ‘hay dos enfermeras, pero están curando rasponcitos’.

“No las juzgo. Como enfermera atiendes pacientes, pero no se ve qué hacer en emergencias; a ellas las agarraron de un centro de salud que estaba por ahí y la ambulancia sin equipo, sin material, sin nada. No podían hacer nada”.

Asumieron el mando. “Las enfermeras no saben nada de emergencias y las puse a hacer algo que saben hacer, poner suero.

“Al bebé lo traían unas personas y lo chequé. Nunca lo perdí de vista. Unas personas ofrecieron: ‘si quieren podemos irnos a tras de ustedes con el bebé’, pues la ambulancia estaba llena”.

“Les dije: ‘Lo siento, la mamá tiene que tener al bebé’. Se los quité y le dije a la paciente: ‘Te vas a hacer cargo del bebé y que nadie te lo quité”.

“También es mi responsabilidad el menor; en un descuido me lo quitan y a mí me meten en pleitos legales”, advirtió.

Aseguró que no cambiaría nada de todo lo que ha hecho. 

Es consciente de que todos cometen errores y afectan, porque se cuestionan:

“¿Si hubiera hecho esto? o a veces haces todo lo que puedes y uno se culpa, pero aprendí a no culparme”.

“Hay compañeros que pierden los sentimientos y yo les he dicho que siempre debe de haber un equilibrio. Debes ser frío, pero al mismo tiempo siempre conservar tu calor.

“Sé frío para atender emergencias, pero no perder tu calor porque son personas y si no tienes sentimientos, no las vas a poder atender”, abundó.

En situaciones en las que no se puede hacer nada, “se debe recordar que hay cosas que escapan de nuestras manos”.

Aunque tampoco se trata de darlo por perdido, se deber ser “consciente de que por más que hagas, ese corazoncito ya se cansó; los pulmones o el cerebro ya no van a funcionar”.

Yucuf Ossiris añora atender emergencias, tanto que si le dieran a elegir entre seguir en un hospital o una ambulancia, “me subo a la ambulancia”.

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