Súper Pollo vs La Herencia Maldita

Octavio César Mendoza

Durante años y años de ineptitud, corrupción y falta de empatía por el sentir popular, los gobiernos de México fueron destruyendo la confianza de los ciudadanos en las instituciones de justicia. En cada acto delictivo de alto o bajo impacto solía caer un manto de impunidad que, al paso de los años, se convertía en una estadística brutal: menos del tres por ciento de los criminales pisan la cárcel en nuestro país. Así, nos volvimos tierra fértil para la maldad.

La maldad, como la risa estúpida entre ebrios, también es contagiosa; y en una sociedad tan sensible como la nuestra, la maldad es un ritual de iniciación al que más adeptos a la adrenalina se van sumando por asociación imitativa del primero que sale impune; y si los primeros que salieron impunes del desigual sistema político mexicano fueron los gobernantes del PRI y el PAN, era lógico que los demonios sociales como la violencia fuesen liberados.

Me atrevo a pensar (y por ende a escribir) que los antiguos dueños del poder en el Potosí sintieron daño emocional cuando el gobernador del estado anunció la captura del mentado “Tiburón” porque lo que menos querían era que eso sucediera; o esperaban que el sujeto fuese atrapado por otras autoridades y no por la Fiscalía General del Estado; o de plano, que los malandros tuviesen la ocasión de hacer “justicia” y que no lo hallaran con vida.

Para liberar sus atormentados demonios, muchos adversarios, enemigos y malquerientes de Ricardo Gallardo Cardona iniciaron varias campañas mediáticas de desprestigio. Sus amargados corazones los hicieron carcajearse de los zapatos Crocs de Martín Serrano, y por cada cien comentarios favorables y espontáneos de apoyo al gobernador, ellos decían que no se chupaban el dedo. Y sí: el dedo no es lo que se chupan, sino la herida.

De un escalofriante a un mágico momento, Gallardo se convirtió en el Súper Pollo de capa verde; y el secretario general de Gobierno, José Guadalupe Torres Sánchez; el fiscal general del Estado, José Luis Ruíz Contreras; y el director de la Policía de Investigación, Martín Serrano Gómez -en quienes más pesaba la presión social para que el agresor del niño fuese detenido-, en parte del escuadrón de superhéroes liderado por el Súper Pollo.

Ellos y nadie mejor que ellos tienen ante sí otra encomienda que los gobiernos prianistas se encargaron de hacerla imposible de cumplir durante diez años: poner tras las rejas a otro tiburón, pederasta y con sotana, de nombre Eduardo Córdova Bautista; evento que, de suceder en el corto plazo, provocará un cisma en la claque política del PRIAN potosino, lo cual terminará por cavar su tumba por el nexo que dichos partidos tiene con fuerzas del mal.

Sí: la narrativa de buenos y malos está perfectamente diseñada, pero no por Stan Lee o George Lucas, sino por la realidad: la impunidad era la marca del diablo en las nucas de priístas y panistas; y la justicia social expresada en beneficios de toda clase que el Súper Pollo está brindando al pueblo, incluidos los actos de justicia como la captura de “El tiburón”, elevan hasta la apoteosis al primer mandatario que llama a las cosas por su nombre.

“Herencia Maldita”, por ejemplo, a quienes ya prometió una Santa Madriza Electoral, Batman.

Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no necesariamente representan la postura de Astrolabio.

Nació en San Luis Potosí en 1974. Actualmente es director de Publicaciones y Literatura de la Secretaría de Cultura, y también dirige la Casa del Poeta Ramón López Velarde y la Editorial Ponciano Arriaga. Ganó el Premio Nacional de la Juventud en Artes en 1995 y el Premio 20 de Noviembre en 1998 y 2010. Ha publicado siete libros de poesía y uno de cuento. Fundador de las revistas Caja Curva y CECA, también colaboró en Día Siete, Tierra Adentro, entre otras. Asesor de Marcelo de los Santos Fraga de 1999 a 2014, siendo él presidente municipal, gobernador y director de Casa de Moneda de México.

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