Ciudad de México (05 de enero de 2016).- Tal vez no se oído hablar mucho sobre las superbacterias en México, pero en Estados Unidos el problema de las cepas bacterianas resistentes a los antibióticos, llamadas superbugs, ya es una alarma nacional que preocupa a los expertos tanto como el cambio climático.
El motivo es que estos microbios han mutado su ADN a través de las sucesivas generaciones hasta hacerse resistentes a los antibióticos más comunes e incluso a los más potentes y modernos, como las carbapenemas. No en vano, ya se contabilizan anualmente 23 mil muertos por esta causa en el país norteamericano.
También en Europa hay conciencia del problema y desde hace años se han adoptado medidas tanto para incentivar la investigación de nuevos antibióticos, descifrando el genoma de las superbacterias, como para frenar la debilidad de los actuales ante las mismas. Solo en la Unión Europea se cree que se dan 25 mil muertes al año por causa de estas cepas mutantes, la mayoría en hospitales y entre gente de avanzada edad o enfermos previamente graves.
El costo de prevención y cura de estas infecciones, que tienen entre un 40 y un 50 por ciento de mortalidad, supera los mil 500 millones de euros anuales. Las cifras son de 2013, pero tanto los afectados como los costes irán a más en los próximos años sin que gobiernos y autoridades sanitarias puedan hacer nada más que reforzar las medidas actuales, que se antojan inútiles además.
Este video explica el alcance real del problema, mucho mayor de lo que creemos.
Entre las adoptadas hasta la fecha está la lucha contra la sobre medicación humana o la medicación innecesaria o inadecuada, así como la prohibición de dar antibióticos a los animales. La Unión Europea recomienda desde hace 15 años que las farmacias no dispensen antibióticos sin receta médica y también prohibió en 2002 la adición de cualquier tipo de antibiótico en el pienso de los animales como medida ordinaria.
El problema es que el antibiótico pasa a almacenarse en la carne animal que después consumimos y actúa como si nos medicáramos. Pero desgraciadamente no es la única causa de la aparición de las superbacterias.
Superbacterias: historia de un abuso.
Desde los años 40 del siglo pasado, con la introducción de antibióticos como la penicilina y sus derivados en la sanidad, numerosas enfermedades infecciosas han visto reducida su incidencia y su mortalidad. Otras incluso se han puesto al borde de la desaparición. Sin embargo, el abuso que hemos hecho de los antibióticos por el más nimio motivo ha sobreexpuesto a las bacterias causantes de las enfermedades a la acción del antibiótico.
La tasa de reproducción de las bacterias es altísima -se pueden generar cientos de millones en unas horas si las condiciones son adecuadas- y también sus indices de mutación.
Es decir, en un abanico de pocas generaciones puede surgir una mutación genética que haga a una bacteria resistente a un antibiótico. En las siguientes generaciones, si la mutación perdura, la resistencia se puede perfeccionar y en pocos años puede existir ya una cepa -población de origen controlado- bacteriana tan letal como sus ancestros pero preparada para desarmar la acción de cualquier antibiótico.
Ante las infecciones por esta cepa se pueden recetar antibióticos más potentes, pero si se abusa de ellos de nuevo aparece otra cepa también resistente.
Este video muestra varios casos de pacientes hospitalarios infectados por superbacterias.
Y así, usando y abusando de remedios cada vez más sofisticados, hemos creado cepas progresivamente resistentes hasta llegar a las superbacterias, contra las cuales no hay ningún tipo de remedio. O casi, porque a veces funciona la vuelta hacia atrás: el uso de antibióticos más antiguos, burdos y ya abandonados por sus dañinos efectos secundarios.
En el extremo, se han llegado a recetar para algunas infecciones remedios medievales. De este modo, todo lo avanzado en investigación farmacológica en los últimos 80 años está perdiendo valor. Un dato para la alarma: los españoles son una de las poblaciones occidentales humanas con mayor resistencia a los antibióticos.
El mal que vino de China.
Los científicos tildan a los antibióticos de “tesoro que hay que preservar” y alertan del posible fin de su utilidad ante las más variadas infecciones. Se están investigando nuevas fórmulas sintéticas, pero los progresos son pocos, en buena parte por la falta de interés de la industria farmacéutica, que alega que si no se interviene en el origen del problema de poco servirá un nuevo producto al que las superbacterias se harán resistentes en poco tiempo. No están dispuestas a invertir millones de euros en un remedio que probablemente no rentabilizarán.
Mientras tanto, las superbacterias, de momento inofensivas en espacios abiertos, se hacen fuertes en los hospitales y se ceban en los más débiles. Pero si el problema es el abuso de antibióticos, ¿por qué las medidas adoptadas por Estados Unidos y la Unión europea no funcionan? Porque el abuso es muy difícil de controlar, sobre todo en el sector veterinario, donde los antibióticos se han utilizado por defecto como componente para reforzar el crecimiento de los animales. Y aquí interviene la globalización.
Es cierto que ya no se utilizan de ordinario en occidente como aditivo alimentario animal, pero no ocurre lo mismo en los países emergentes que exportan carne, ya sea muerta o animales vivos.
Tal es el caso de China, la gran granja de pollos de Estados Unidos, donde se medica a estas aves sin ningún control para prevenir enfermedades derivadas del hacinamiento en que viven y mejorar su productividad. Y lo mismo ocurre en otros países con el ganado vacuno y porcino. El resultado es que a pesar de las prohibiciones, se siguen encontrando antibióticos en carnes consumidas en occidente e incluso superbacterias.
Y de más sitios…
Si no se actúa en los emergentes de nada sirven las recomendaciones y leyes; seguimos acumulando antibióticos y bacterias que se hacen resistentes a ellos. Para colmo de males, favorecemos a las superbacterias con el abuso de otros fármacos como antiinflamatorios, antidepresivos, analgésicos, etc. Todos ellos atacan a la flora bacteriana de nuestro intestino y por tanto destruyen el equilibrio de poblaciones bacterianas, cosa que favorece a las superbacterias. De este modo nos convertimos en portadores de infecciones para los más débiles.
Algunos expertos aseguran sin embargo, que ni siquiera controlando la medicación veterinaria en China conseguiremos frenar a las superbacterias, ya que se han extendido a la naturaleza y han llegado a los animales salvajes, que tienen gran movilidad.
Esta teoría tiene su base en el hecho de que el uso de antibióticos en piensos ha sido indiscriminado y buena parte del aditivo va al suelo, desde donde se filtra con los lavados a los acuíferos, transportándolo a lagos y ríos donde beben animales y personas y haciendo así más difícil el control de las superbacterias. También se sabe que en el medio urbano las depuradoras de aguas residuales solo son capaces de eliminar el 70 por ciento de los antibióticos vertidos.
Prácticas que tuvieron lugar décadas antes de las prohibiciones son hoy las causantes de la extensión de los antibióticos por el medio ambiente de forma masiva, de modo que progresivamente un creciente número de seres nos hemos vuelto portadores de superbacterias resistentes a los antibióticos. Es decir, nos hemos convertido en vectores infecciosos, como lo puedan ser los mosquitos, las ratas o las cucarachas.
Algunas superbacterias son incluso inmunes a los medicamentos más potentes. Tal es el caso de la cepa de enterobacterias CRE, resistentes a las carbapenemas, que causó la alarma el pasado febrero en los centros hospitalarios de Los Angeles, en California.
El motivo fueron varias muertes de pacientes sanos que habían sido sometidos a endoscopias, que pudieron de alguna forma ser infectados y a los que el tratamiento con antibióticos no les hizo efecto. Ya no solo se trata de bebés o pacientes de edad avanzada: las superbacterias han venido para quedarse. Ahora hay que diseñar la estrategia global para luchar contra ellas.
Fuente: Sin Embargo.