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Por: Diana López.
Es el primer teatro en San Luis Potosí…
El más antiguo de México y el tercero de toda América.
Está ubicado en la calle de Abasolo, a espaldas del Templo de San Agustín, en la capital potosina.
Y hoy en día, está abandonado…
El teatro Alarcón quizá sea uno de los menos conocidos y más representativos de San Luis Potosí y de México. Lleno de historia, y a la fecha de fantasmas y sucesos sobrenaturales que no han tenido explicación, esta construcción se edificó en 1825 e inauguró tres años después por el arquitecto Francisco Eduardo Tres Guerras, conocido como el “Miguel Ángel” mexicano de la época.
Sin duda, la construcción de este lugar, marcó un antes y después en la historia de la ciudad y de sus habitantes, siendo levantado en una época muy pobre para el país, donde se destinaba muy poco presupuesto a las edificaciones de este tipo, tras 11 años de guerra.
Curioso es saber que los primeros 30 años de vida de este Teatro los pasó sin nombre alguno. Simplemente se le conocía como “Coliseo”, definición dada a cualquier foro que presentara algo fuera de las peleas de gallos o toros; y como es lógico, en ese tiempo no existían héroes ni personajes que portaran el nombre de las calles y avenidas. Así, por ejemplo, la Calle Zaragoza era conocida como “Calle de la Concepción”, y la de Morelos como “Calle del Arenal”, pues en esta calle escurría toda el agua con tierra durante la época de lluvias; agua que desembocaba en la Alameda Juan Sarabia.
Así, cerca de 1860 recibe el nombre de Teatro Alarcón, en honor a Juan Luis de Alarcón.
Por fuera. La arquitectura.
Visualmente, Tres Guerras no dejó mucho plasmado en la fachada. Su estilo neoclásico se deja entrever acompañado de un mascarón en la parte frontal del edificio con la cara de la comedia, unas esculturas que poco se relacionan con el teatro, así como un símbolo republicano que habla de la época de su construcción: un águila imperial con las alas extendidas y unas flechas en la parte de abajo.
Por dentro. Estrella fugaz.
Uno de los primeros espectáculos que deleitó al pueblo de la época, estuvo a cargo de la Compañía de Ópera Italiana, quien llegó en 1829 a deleitar por primera vez al público potosino, que en su vida había estado en un evento de este tipo.
Muy pronto, compañías como la mexicana, estadounidense, italiana, alemana, sueca, entre otras, veían obligada la presentación en la ciudad con el segundo foro más importante del país, después de la Ciudad de México: San Luis Potosí.
Se dice que de ahí nace la costumbre y el mote que cataloga a los potosinos como “gente culta”. Y no podría ser de otra manera, al contar con el teatro más antiguo de la república mexicana.
La estructura conserva su forma de herradura. El Teatro Alarcón era un lugar para ver y dejarse ver. La gente acudía con sus mejores galas y la mejor compañía, distribuyendo los asientos por clases sociales.
Las butacas del frente eran destinadas para la primera clase. Gente rica, con poder y de apellido.
A los costados, en los palcos de la planta baja se ubicaban “los poderosos” gente del gobierno e incluso el mismo mandatario.
El primer piso era un corredor destinado a la clase media alta, mientras que el segundo piso era para la clase media. En estos lugares, entre más se subía, menos poder adquisitivo se tenía. El último nivel era llamado “cazuela”, lo que se conoce como “gayola” hoy en día, y era para la gente que tenía un nivel socioeconómico más bajo. El acceso a esta área se volvía cada vez más complicado al hacerse más angostas las escaleras. Incluso, este último nivel no contaba con asientos.
En este escenario se presentaron artistas memorables, como el “Ruiseñor mexicano”, Ángela Peralta, quien dejó huella en este recinto en 1866, a través de un busto modelado en su honor, y que se ubica en la mitad del arco que rodea el escenario.
Manuel José Basilio Othón, conocido como Manuel José Othón, también pisó este escenario como dramaturgo con tan sólo 20 años de edad, en el año de 1877.
Tal era la grandeza de este foro potosino.
Nada es para siempre.
En el año de 1898, la construcción e inauguración del Teatro de la Paz llegó a desplazar al Alarcón; era superado en tamaño, arquitectura y lujos, mientras que éste último, pasó a ser un teatro de segunda. Además, el incendio que lo consumió por dentro en 1900 dejaría el lugar derruido por dentro, conservando sólo su forma de herradura y fachada.
10 años más tarde, hubo la intención de revivir el teatro. Con motivo del centenario de la Independencia, se pensó en bautizar con ese nombre al lugar; pero este proyecto no pasó a mayores, y para 1936 el teatro terminó cerrando sus puertas.
Posteriormente fue adquirido por el Sindicato de Mineros Metalúrgicos, que tampoco le ha dado mucho uso.
Hoy, el edificio se abre para eventos especiales. Televisa lo alquiló en el 2010, para representar el Teatro de la República en la ciudad de Querétaro.
Actualmente, nadie se acuerda de él.
Ni de los fantasmas que habitan dentro.
Habitantes eternos.
Muchas personas también reconocen que la fama de este teatro abandonado radica en los fantasmas que se pasean en su interior.
Realidad o no, existen decenas de testigos que han presenciado las acciones de estos hechos sobrenaturales dentro del teatro que, dicho sea de paso, mantiene un entorno bastante frío y oscuro tanto de día, como de noche.
El primer fantasma es conocido como “el pianista”. Se dice que efectivamente, era el hombre que se sentaba en el instrumento que hoy en día se conserva intacto, para amenizar las películas mudas que se proyectaban en el teatro cuando se intentó renovar, al ser desplazado por el Teatro de la Paz. Sin embargo, durante una balacera ocurrida en 1848 dentro del teatro por partidistas que no toleraron la presencia de un altar a la patria con la imagen de Agustín de Iturbide, atacaron el lugar con la gente que se encontraba dentro. Entre los muertos, estuvo este personaje que hoy, dicen que hace acto de presencia tocando dicho instrumento a diversas horas del día.
El segundo es uno de los más temidos del teatro Alarcón. Aunque no se sabe su origen, suele aparecerse exclusivamente en los baños de mujeres, ubicados al fondo en la parte trasera de la planta baja. “La niña” se muestra vestida de blanco y descalza, asustando con su presencia a quienes se atreven a estar en el lugar.
“La novia” o “la tacones” suele escucharse a través de sus pasos por todo el corredor del segundo piso. Su origen también es desconocido.
Finalmente, “el gabardinas” es el personaje más conocido y con una historia que justifica muy bien su aparición en las instalaciones del Alarcón. Se dice que años antes de ser edificado el teatro, el terreno se usaba para realizar eventos de apuestas como peleas de gallos; su dueño era precisamente este fantasma, tan identificable por usar siempre una gabardina color negro. Un buen día, nuestro personaje se topó con la sorpresa de que su amante lo engañaba. Su enojo no vio otra salida que ahorcarse en un árbol que se encontraba justo en el área del actual escenario.
El cadáver fue enterrado justo a un lado del sitio donde se quitó la vida, pues al ser suicidio, no se le permitió entrar en camposanto.
Hoy en día, existe el vestigio de lo que fue su tumba. Abajo del escenario se encuentra un cuadro pequeño con una cruz sobre el suelo, justo donde reposaron sus restos que claro, ya fueron exhumados.
Trabajadores y personas que han visitado el lugar, cuentan que “el gabardinas” se aparece en la forma de silueta que sólo permite distinguir su gabardina y su sombrero. Generalmente se pasea por los corredores, y cuando hay una puesta en escena, casi siempre se le aprecia en el tercer piso, recargado en el barandal como si estuviera observando el espectáculo.
Otros datos recopilan que durante algunos eventos, a mitad de la función y justo a la mitad del corredor principal que da el acceso a los balcones, se desarrolla un olor a putrefacción. Este hecho ya fue examinado, se levantaron las tablas que forman el piso, esperando encontrar la explicación lógica al olor… Y nada fue encontrado.
También se dice que el teatro está conectado con las iglesias de San Luis, mediante los famosos túneles que se encuentran bajo la ciudad. Así pues, las historias dicen que la entrada al túnel está bajo la tumba de “el gabardinas” y donde se han encontrado algunos fetos enterrados, probablemente de monjas que tuvieron que abortar en esas épocas.
Leyendas o no, este teatro potosino ha sido testigo mudo de miles de historias, verdades y hechos que nunca podrán ser certificados en su totalidad; y es muestra del esplendor que vivió en sus años de gloria, al ser el primero que trajo eventos culturales para los potosinos de la época. Aunque hoy, los únicos espectadores sean los espectros que deambulan día y noche por sus interiores…
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Información proporcionada por: Salvador Solís.