Ciudad de México (07 de noviembre de 2016).- La incertidumbre mantiene en vilo a la sociedad estadounidense. Lo que sucederá mañana no se sabe. La contienda es atípica. Ninguno de los candidatos es santo de devoción.
Los escándalos persiguen a uno y a otro. Y Estados Unidos, abanderado de la democracia, ve tambalear su pilar cuando el republicano Donald Trump asegura que no aceptará los resultados si gana la demócrata Hillary Clinton, como se prevé, con un margen muy estrecho.
Como dice el refrán, “perro que ladra no muerde”. Los expertos creen que el empresario terminará por asumir su derrota. “Donald Trump va a reconocer los resultados. El establishment lo va a obligar a ello. Ese comentario fue propio de su actitud fanfarrona para obtener el despliegue de los medios y ensalzar su papel de víctima a la que todos atacan”, indica a Excélsior Orlando Goncalves, experto en campañas electorales.
“Si nos ceñimos a todas sus amenazas, pues sí, Trump va a hacer ruido y objetará los resultados para victimizarse como siempre”, señala, por su parte, José Morandé Lavín, director del Instituto de Relaciones Internacionales de la Universidad de Chile. “Pero el sistema político norteamericano es lo suficientemente fuerte e institucionalizado como para consentir una situación así”, añade.
En las encuestas no hay un claro vencedor. Unos días resulta que es Trump y otros Clinton. La última palabra la tiene el Colegio Electoral, pues en Estados Unidos los ciudadanos no eligen a sus presidentes de manera directa a través del voto popular. Y si no, que se lo pregunten al excandidato demócrata Al Gore, que en 2000 casi gana, si no fuera porque el republicano George W. Bush se impuso en el Colegio Electoral.
Gore, compañero de fórmula del entonces presidente Bill Clinton, había superado en voto popular a Bush, exgobernador de Texas, que terminó imponiéndose por 271 votos electorales frente a 266 en el crucial estado de Florida. Sucede que para convertirse en presidente de Estados Unidos son necesarios 270 de los 538 votos electorales que se distribuyen en cada uno de los 50 estados.
No obstante, Goncalves, que presenció en Florida aquel controversial resultado, descarta que se vaya a repetir esa situación.
“La elección está muy cerrada, pero hay dos razones por las que no viviremos undéjà vu. Por un lado, el Partido Demócrata está mucho más unido que el Republicano y el voto anticipado favorece a Clinton por casi ocho puntos de ventaja. Por otro, aquel enredo con las máquinas obligó a que éstas fueran rediseñadas”, explica el experto. En aquellas elecciones hubo fallas en las máquinas de recuento de votos y el caso fue llevado a la Corte Suprema de Justicia.
“La contienda está complicada y la Oficina Federal de Investigaciones (FBI, por sus siglas en inglés) dio un golpe muy bajo contra Clinton, porque el señor James Comey (director de la oficina) es republicano, aunque fuera elegido por Barack Obama”, destaca Goncalves, en referencia a la investigación del FBI sobre el uso de un servidor de email privado cuando la candidata era secretaria de Estado (2009-2013).
El escándalo de los correos, el talón de Aquiles de Clinton, le vino como anillo al dedo al empresario, que se aventuró a decir que fue “un crimen atroz” y se regocijó al ver cómo la credibilidad de su rival acérrima pendía de un hilo.
No obstante, los comentarios racistas y misóginos bajaron al aspirante republicano del cielo y desencadenaron una profunda crisis dentro de su partido, en el que más de 120 peces gordos le retiraron su apoyo.
Trump, de hecho, arremetió contra los líderes republicanos desertores y afirmó haberse quitado, por fin, los “grilletes” del establishment que, aunque los tome por sorpresa, “terminarán por aceptar a su candidato, pero influir en el liderazgo de éste va a ser difícil”, dice Lavín.
“Si Trump gana, primero, los republicanos no se lo van a creer y segundo, el Congreso quedará en manos de los demócratas. Entonces los conservadores se verían en un serio enredo porque todas las “fanfarronadas” que ha prometido no podrían llevarse a cabo sin el apoyo del órgano bicameral”, enuncia Goncalves, quien cree que Trump no llegará a los 270 votos electorales. “En Texas, por ejemplo, que durante 40 años se han decantado por los republicanos, hay un empate técnico y, por ello, sigo insistiendo en que no va a ganar en votación electoral”, remarca el experto.
“Al borde de una guerra mundial”.
Para Trump, construir un muro de mil millas en la frontera entre Estados Unidos y México, deportar a 11 millones indocumentados, sacar a su país de la Organización Mundial del Comercio (OMC), del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TCLAN) y de la Organización del
Atlántico Norte (OTAN) son algunas de las promesas que, según el candidato, “harían grande a Estados Unidos de nuevo”. Pero si se sienta en el Despacho Oval y cumple con lo prometido, lo que para los expertos es materialmente imposible, se podría avecinar una “debacle internacional”.
“Podríamos estar al borde de una guerra mundial. Es un hombre absolutamente emocional que actúa de manera irracional y crea una incertidumbre terrible, porque lo que piensa Donald no lo sabe Trump, y lo que piensa Trump no lo sabe Donald”, asevera Goncalves.
A Trump gusta mirarse en el espejo del presidente ruso Vladimir Putin, pero, por ejemplo, China, el mayor poseedor de bonos de Estados Unidos, no aceptaría una alianza con Putin. De darse ese caso, “quebraría la economía americana y con ella la mundial”, explica.
De hecho, con Clinton en el poder “se redefinirá la política con China y en Oriente Medio Estados Unidos pisará aún más fuerte con una mayor presión sobre Siria, cuyas reservas de gas avivan la pelea con Rusia”, refiere el analista, que asimismo puntualiza que en el continente americano Cuba será la prioridad de la demócrata, pues “Clinton intensificará las relaciones con Cuba por un principio básico de negocios, pues este país estuvo más de 50 años estancado y las oportunidades de inversión estadunidense son enormes”.
Los estadunidenses elegirán mañana si la moneda cae en terreno conocido con los Clinton o en uno cargado de incertidumbre.