Tiempo Contado: La invención de las noticias y la batalla por el relato

José de Jesús Ortiz

En Número cero, la última novela que escribió Umberto Eco, Simmei, director del hipotético periódico Domani, en alguna de las reuniones de preparación de las ediciones de prueba plantea lo siguiente a su grupo de periodistas: “Para saber qué poner en un periódico hay que fijar, como se dice en las demás redacciones, la agenda. Hay una infinidad de noticias que dar en este mundo, pero ¿por qué se debe decir que ha habido un accidente en Bérgamo e ignorar que ha habido otro en Messina? No son las noticias las que hacen al periódico sino el periódico el que hace las noticias”.

Selección y exclusión de la información es lo que describe Umberto Eco como parte de las rutinas de producción noticiosa de los medios de comunicación, un proceso que se acompaña de la jerarquización y el encuadre o framing, el ángulo desde el cual se presenta la información.

—Los periódicos enseñan a la gente cómo deber pensar­—, señala Semei, en otra parte de la novela.  Ese cómo pensar es justo el framing en la construcción de la noticia. Un encuadre a partir de los intereses corporativos de los medios, de sus intereses ideológicos-políticos y sus compromisos comerciales, que en la mayoría de los casos se sobreponen al verdadero interés periodístico y por tanto al interés público. Al poner el énfasis en ciertos temas y excluir otros, los medios imponen o fijan una agenda, una forma sutil de manipulación del público según la tradición teórica del modelo de agenda setting.

Número cero es sobre todo una crítica al trabajo de los medios de comunicación y del periodismo en el contexto de la Italia de la década de los 90´s. Un proyecto periodístico el de Domani que no tiene la intención de publicarse sino solamente servir como instrumento de amenaza y extorsión de su propietario, el Commendatore Vimercarte, un personaje que pareciera encajar en el perfil del ex primer ministro italiano Silvio Berlusconi, Il Cavaliere, pero también en el de muchos otros empresarios de la comunicación que ven la información como una mera mercancía lucrativa. 

“Para deslegitimar al adversario no hace falta que lo acuses de matar a su abuela o de que es un pedófilo: es suficiente con difundir sospecha sobre sus actitudes cotidianas”, advertía el escritor italiano en una entrevista con El País luego de la publicación de Número cero. “Periodismo del fango”, llamó a esas prácticas periodísticas que describe con ironía en la novela. Y es certero su análisis, que se puede ver reflejado en las coberturas de muchos de los grandes medios de comunicación, como lo vemos también día a día en el caso mexicano.

Un ejemplo reciente de todo ello se presentó la semana pasada, cuando la prensa española dio cuenta del montaje mediático construido en 2016 por algunos medios de comunicación para afectar a Podemos, el partido surgido en España luego de la gran movilización social de los indignados, en su mayoría jóvenes en el desempleo, con salarios y contratos basura, con un futuro desolador producto de la crisis y las políticas económicas neoliberales. La noticia fue difundida el 6 de mayo de aquel año en OK Diario, una publicación de ultraderecha, simpatizante de Vox y -por definición- crítica de toda posición de izquierda, que desde aquellos años machacaba sobre la supuesta financiación del gobierno venezolano a Podemos y a sus principales dirigentes.  

En esencia, la noticia inventada por Eduardo Inda, fundador de OK Diario, y replicada en televisión por La Sexta (una televisora con fachada progresista), denunciaba que el dirigente de Podemos, Pablo Iglesias, había recibido 272 mil euros del gobierno de Nicolás Maduro, depositados en un paraíso fiscal. Sin escrúpulo alguno, Antonio García Ferrera, director de La Sexta, validó el montaje mediático, sabiendo que era falsa la denuncia como se evidenció la semana anterior con la difusión de diversos audios grabados por el jefe policiaco Manuel Villarejo, un personaje corrupto de las cloacas del Estado español, hoy en prisión.

El objetivo de este montaje era afectar a Podemos, que en la mayoría de las encuestas aparecía como la primera fuerza de izquierda en intención del voto y por tanto con altas posibilidades de encabezar el gobierno a partir de una alianza parlamentaria con el PSOE. Esa notica fue difundida justo un mes antes de las elecciones generales de ese año, con afectaciones obvias para Podemos. Un periodismo pernicioso socialmente, de fango, que vulnera derechos e intoxica el debate público, potencializado a través de las redes sociales y las legiones de bots.  

Entrevistado la semana anterior por Julio Hernández López, Pablo Iglesias, ex dirigente de Podemos, advirtió que en la época actual el terreno mediático es un campo de combate estratégico, además de que los poderes ideológicos más importantes en “sociedades mediatizadas” como la española y la mexicana, son justamente los poderes mediáticos. Y añadió: “Es clave tener conciencia sobre lo que significa la pelea por el relato, solamente ganando la batalla del relato se pueden establecer las condiciones de posibilidad para que las transformaciones materiales se produzcan. El cambio se tiene que producir en la conciencia de la gente, tiene que ver con el dominio de la agenda, para que después las políticas que favorecen a las mayorías sociales se puedan convertir en realidad”.

Una batalla por el relato que se da en un campo asimétrico y en el cual la mayoría de los medios de comunicación son manejados por las élites económicas y políticas, de las que los propietarios de los medios son también parte (véase el caso a nivel local de propietarios de medios de comunicación que han ejercido y ejercen cargos en espacios de representación política, entre ellos el propio alcalde capitalino hasta hace algunos meses empresario de la comunicación, al menos formalmente).  Todo esto termina por condicionar y en muchas ocasiones distorsionar la información que presentan a sus lectores, una información habitualmente contraria a todo lo que ose desafiar o cuestionar el estado de cosas como sucedió con Podemos y ha sucedido con muchos otros movimientos contrahegemónicos. En San Luis Potosí un ejemplo de ello fue el de Cerro de San Pedro y el movimiento social que se generó por la defensa del pueblo histórico ante el proyecto depredador de Minera San Xavier, silenciado y/o estigmatizado por la prensa. 

Esa lucha por el relato de la que habla Pablo Iglesiases la batalla por la agenda que se libra en diversos frentes y en la que participan gobernantes, políticos, empresarios, periodistas, la intelectualidad orgánica, entre otros actores que buscan imponer los temas que sirven a una fuerza política determinada, con un encuadre (framing) favorable a sus intereses. En los hechos, en esa lucha pareciera que todo es válido y ahí irrumpe la invención de noticias, la tergiversación del hecho y el montaje burdo, hasta devenir en ese periodismo de fango descrito por Umberto Eco.

Por otra vía y desde una tradición crítica, Noam Chomsky y Edward S. Herman desarrollaron en Los guardianes de la libertad un esquema de análisis para explicar la construcción de la información en los medios masivos, a través de un modelo de propaganda que funciona con diversos filtros y se expresa de forma paralela al proceso de agenda setting, por la selección-exclusión-encuadre de la producción de noticias. Los filtros que plantean se resumen en la concentración de la propiedad de las empresas informativas; la publicidad, a través de la cual los anunciantes condicionan los contenidos noticiosos; la dependencia informativa de las fuentes oficiales/gubernamentales; las contramedidas y “correctivos diversos”, como mecanismo para disciplinar a periodistas y medios de comunicación; y el último de los filtros de tipo ideológico, en este caso expresado a partir del anticomunismo predominante en la época final de la Guerra Fría, que fue cuando desarrollaron su modelo.

Pese al tiempo transcurrido, en buena medida ese modelo analítico sigue vigente en las prácticas noticiosas de los medios. En el caso mexicano, la concentración de la propiedad de los medios por parte de grandes corporativos o grupos empresariales es un hecho constable a nivel nacional y sucede lo mismo en San Luis Potosí; la publicidad desde luego que condiciona las líneas editoriales, en particular la publicidad gubernamental; también, si se revisan las páginas o contenidos de los medios, es posible documentar como gran parte de la información es idéntica, producto de dinámicas noticiosas dominadas por la presencia del boletín de prensa y la dependencia de las voces oficiales, con espacios exiguos para las voces de abajo, de ciudadanos sin partido, movimientos sociales, indígenas, grupos de la diversidad sexual y derechos humanos, artistas, entre otros muchos sectores invisibilizados en las coberturas informativas de los medios.

El último filtro del modelo de Chomsky es la defensa en los medios de comunicación de la ideología predominante: ayer lo fue el anticomunismo, hoy esa ideología se refleja en el antipopulismo, por tanto, todo lo que se le asemeje es estigmatizado por los medios hegemónicos, en el caso de México basta con revisar los espacios de análisis dominantes en los medios y el enfoque de las noticias para documentarlo (en radio y televisión el coro es unánime).

Todo lo anterior permite explicar las dinámicas de producción noticiosa en la mayoría de los medios de comunicación, particularmente en aquellos emporios mediáticos hegemónicos, a partir de diversos mecanismos (de control, selección, jerarquización y encuadre de la información) que posibilitan lo que puede o no ser dicho y que evidencia también las coordenadas de la agenda, del relato que buscan imponer en sus audiencias/lectores. Una visión del mundo al fin, funcional como sistema de control social. Es esa también la importancia de la batalla por la agenda.

Es Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Autónoma de San Luis Potosí. Fue reportero fundador de los diarios El Ciudadano Potosino y La Jornada San Luis, así como la revista Transición. Participó como becario de la Fundación Prensa y Democracia para realizar un programa académico en la Universidad Iberoamericana. Es autor del libro La batalla por Cerro de San Pedro, sobre la lucha social contra la Minera San Xavier. Actualmente se desempeña como profesor en la Universidad Mesoamericana y la Universidad Interamericana para el Desarrollo.

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