Un Amor Ejemplar

 

Por: Antonio González Vázquez.

Fotografías: Luis Alberto Agundis.

 

El amor puede ser fugaz o perdurable. Todos desearíamos que el amor fuese eterno e inagotable, algo vivo, incansable. Herta Müller, escribió que el verdadero amor se construye en la familia porque en ese breve espacio se encuentra también la comprensión y la solidaridad, es donde se juntan los cuerpos pero también los espíritus de tal forma que se convierten en uno solo. Eso es cierto y desde la noche del pasado sábado, Abraham y Gerardo lo saben. El amor puede ser como el estallido de cristales, es decir, algo imponente y estruendoso, como el estruendo del trueno y el relámpago en una noche de tormenta, como esa noche cuando la gente esperaba con ansiedad la unión de una pareja que empezó a construir su casa desde hace muchos años. Cada quien se forja su destino y ellos lo han logrado porque, aunque no siempre sea así, hay ocasiones en que el amor se impone a todo, aun a lo más adverso, por eso, se les nota una repentina sensación de placer, algo que nos dice que tienen la felicidad de su lado y que con eso pueden ir lo suficientemente lejos como para sentir que esa felicidad puede durar por siempre. Tal vez por eso su aspecto es luminoso. Fue una noche diferente, la de su boda, el día en que corría por sus venas y tejidos una sensación de desafiante según la cual lo pueden todo. Su arrojo haría palidecer a cualquiera, estaban rezumantes de grandiosidad. Puede ser que hasta hace un tiempo, entre ellos, entre Abraham y Gerardo pensaran: te besaría ahora mismo aquí frente a todos aunque fuese algo francamente temerario, pero ahora está prohibido ocultarse, son un matrimonio normal, una pareja que se casa, que puede abrazarse sin rubor. Su felicidad ha decidido ya no volver a guardar silencio, eso es algo que también ha dispuesto la justicia. Al repasar estas imágenes del periodista Gráfico, Luis Agundis, regresa a la memoria algo que escribió el inolvidable José Saramago: “Siento mucho morir porque el mundo es muy bonito”. Ese sábado, se podía afirmar que en este mundo, pese a todo, hay de vez en cuando espacio para la felicidad.

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