Por Antonio González Vázquez
El corazón late no se debate, es un órgano vivo, palpita, crepita y es tan frenético que en sus noches más húmedas apenas si lo alcanza a contener el pecho; el corazón siente y no discute, esa tarea se la deja al cerebro, que sea ese sabelotodo el que nombre las cosas y el que defina palabra y pensamiento. Lo del corazón es otra cosa, tiene que ver con lo más íntimo, lo que sientes, lo que amas, lo que añoras, lo que sueñas. La palabra se la dejas a la boca por más lenguaraz o culta que sea, porque lo que te tiene atado a quien te quiere es cosa del corazón. Puede ser que haya mentes muy apasionadas, pero lejos están del palpitante corazón que encierra todas las emociones del mundo. El corazón te dice al oído sus secretos cuando te urge huir de la tristeza para estar en compañía de quienes extrañas. Por eso, porque el corazón late, no debate, los homosexuales, lesbianas, transexuales y demás colectivos salieron a la calle el sábado por la tarde. Cuando lo que hay es intolerancia, hipocresía, necedad y cerrazón, es necesario mostrar que quien les habla a los políticos arrogantes es un corazón que no sabe debatir sabe sentir. Ese corazón tan enorme como multicolor ganó la calle para exigir que se les de un trato de iguales en la ley. Su corazón es tan amoroso como el de cualquier pareja que va de la mano por la plaza rumbo a la catedral, no hay diferencia, no hay nada que los haga distintos, sienten igual porque igual corazón tienen. Todos los corazones tienen derecho a palpitar y hasta llorar por alguien y de eso no hay debate posible. Los corazones de la caravana sabatina tienen derecho a que su amor se inscriba en un papel designado por la ley. Han pasado ya muchos años desde que homosexuales, lesbianas y transexuales reclaman que la ley les reconozca su derecho a casarse, adoptar hijos y formar una familia como sería lo más natural. Los políticos “demócratas” y “liberales”, los que se dicen de pensamiento crítico y abierto, los que dicen respetar la diversidad y la pluralidad son los que tienen el tema detenido y cuando lo hacen andar, como ahora sucede en el legislativo, lo hacen para hablar de lo ya hablado, para discutir lo ya suficientemente discutido. Pero así son las cosas del mundillo de la falsa tolerancia, crean una comisión para no tomar una decisión. Una adolescente le pregunta a su padre: papá, cómo puedo conocer a alguien que sea capaz de amar a otro durante toda la vida y que eso los haga felices. La respuesta estaba flotando el sábado durante la marcha por la diversidad sexual. Que lo tengan en cuenta los diputados, no hay nadie tan sabio como un corazón anhelante, ese corazón vive el momento pues de lo contrario de qué le sirve latir para vivir. Apruébelo ya, reformen el Código Familiar, ya ven que el corazón solo siente y no sabe debatir.