Un discurso susceptible

Abelardo Medellín Pérez

Los discursos, entendidos como las representaciones mentales compartidas entra la sociedad y no solo como la acción de declamar frente a un público, son uno de los requisitos mínimos del ejercicio del poder más susceptibles al tiempo y los imprevistos.

Al decir que el discurso es un requisito, hablamos de la necesidad que tienen los políticos de traducir la complejidad de su trabajo en una historia simple de contar y comprender, la cual puedan vender a la población a cambio de votos y la prevalencia en espacios de toma de decisiones.

San Luis Potosí en la actualidad es víctima del más común de los discursos autoritarios y populistas: el del Gallardismo.

El mito Gallardista moderno, nace con el triunfo de Ricardo Gallardo Cardona como gobernador en 2021; los elementos claves de su mitología política llegaron casi de inmediato: “la herencia maldita”, el divorcio con el pasado político, la conversión de un apellido en un movimiento con enfoque de justicia social, la promoción de una estrategia clientelar que sienta bases electorales nada discretas.

Sea reconocido o no por quienes lo difunden, el mito Gallardista es un potente discurso de “apoyo” y “cambio” que ha sido amplificado los dos últimos años por personajes públicos que, por miedo o interés, se han unido al proyecto Verde del gobernador o toman la decisión consciente de no estorbar a la conquista del discurso público.

Tan efectivo ha resultado el aparato propagandístico de este proyecto que, tal como ocurre con decenas de populismos autoritarios alrededor del mundo, en nuestra pequeña fracción de México el Gallardismo ha logrado ofertarse como un movimiento que se comporta más como farándula que como gobernantes.

La petición más común que le hacen al gobernador Gallardo Cardona en sus eventos no son las de apoyos sociales, son las de fotografías; las publicaciones en redes sociales del gobernador no promocionan las acciones de gobierno en un ejercicio de comunicación social, sino que asemejan más a una página de revista con memes, reflexiones y fotografías personales; el requisito principal para iniciar una obra no es la consulta a la ciudadanía o el cumplimiento del proceso establecido en la ley, sino que primero se debe hacer un evento donde el protagonista sea Gallardo y luego se revisa todo lo demás.

El discurso funciona, claro, pero no es infalible.

Pese a todas las oportunidades que se le han dado al gobernador Gallardo Cardona para mostrar su resiliencia ante las eventuales crisis que ha enfrentado (y no dejará de enfrentar), el jefe del ejecutivo ha desaprovechado cada una y se ha mostrado incapaz de gestionar sus arrebatos.

Si un grupo de activistas en favor de la movilidad y preocupados por el patrimonio histórico del estado se manifiestan (de forma independiente y oficial) contra las obras en Alameda; el gobernador los acusa de estar contra el progreso. Si un colectivo de vecinos y ciudadanos informa del peligro de árboles en avenidas que intervendrá el gobierno: Gallardo los tilda de opositores. Si un grupo se manifiesta por cualquier motivo en las calles de la capital: el poder les pone una diana en la espalda y acusa que los manifestantes violentan el derecho al libre tránsito. Si la Universidad sugiere una nueva medida para evitar el ausentismo y los contagios por Covid-19 entre su comunidad: el gobierno, muy aludido, emite una rabieta hecha boletín donde reafirma su autoridad simplona y niega que la medida sea necesaria. El gobierno no transparenta sus gastos, no se apega a la ley, no cumple los procesos; pero si investiga, vigila y denuncia a opositores, organizaciones civiles, políticos rivales e incluso ciudadanos que muestran la mínima resistencia.

Las nuevas formas de hacer política, con la bilis, la cabeza caliente y la mecha corta, no permiten confirmar ese viejo dogma de “quien se enoja pierde”, pero algo que empíricamente se ha comprobado en esta administración es que “quien no gana, termina por molestarse”.

Esa cantaleta semanal de “yo soy muy respetuoso” que repite y repite el gobernador cada que en una entrevista se le cruza un tema complicado, cada vez parece más una mentira franca y menos una excusa inocente.

De cara a los meses próximos, se cocinan temas que, una vez más, pondrán en jaque la tolerancia y el respeto del ejecutivo: las obras en el barrio de San Miguelito y la municipalización de Villa de Pozos.

A partir de la naturaleza irritable y con poco tacto que ha mostrado el gobierno estatal, se pueden presagiar un par de reacciones. El gobernador ha estado fuera del estado durante toda la semana, a su regreso se encontrará con un amparo contra el plebiscito de Villa de Pozos y otro más contra las obras que se pretendían reiniciar en San Miguelito.

Ante dichos eventos, la respuesta predecible tendrá un par de características:

Intolerancia: las acciones contra proyectos que el gobernador considera personales no recibirán comprensión, sino que provocarán encono.

Descalificación: el gobernador no analizará las implicaciones o motivos que llevaron a dichos amparos, sino que directamente buscará, de forma discreta o expresa, insultar a las personas detrás de estos supuestos agravios contra la cosa pública.

Negación: el gobierno en su conjunto (la legión de marionetas que ocupan direcciones y secretarías) y el jefe del ejecutivo negarán de forma categórica que estos recursos legales vayan a detener sus planes (aunque en el pasado recursos similares ya han mostrado ser efectivos para detener a este gobierno).

Adjetivación: Gallardo Cardona aprovechará la coyuntura sorpresiva del amparo o el surgimiento de inconformes para usar una nueva tilde; o quizá repita alguna de sus favoritas entre “conservadores”, “herencia maldita”, “protagonistas” o simplemente les calificará de estar en contra del progreso.

Falsa bandera blanca: el gobernador coronará sus comentarios con una frase conciliadora involuntaria como las de “qué dios los bendiga” o “pero bueno… somos respetuosos”.

Aunque Gallardo Cardona y su equipo cercano crean que empecinarse con un repetitivo discurso de “buenos contra malos” basta para navegar el sexenio, el pensar siempre en “verde” y no fijarse en los “grises”, les comienza a sumar casos que arrastrarán hasta el 2024 y le significarán un lastre.

Es fácil creer que con el aparato autoritario ya desplegado el 2024 será un año de entregarle el poder al Partido Verde del gobernador, sin embargo, su insistencia en desplegar obras en la capital, algunas de ellas fallidas, demuestra que la administración tiene miedo de no alcanzar su propia cuota electoral en la capital potosina.

Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no necesariamente representan la postura de Astrolabio.

Es Licenciado en Ciencias de la Comunicación y Maestrando en Estudios sobre la Democracia y Procesos Electorales en el posgrado de Derecho de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí. Ha trabajado como reportero y columnista en los medios digitales La Orquesta y Arco Informativo; actualmente es reportero de Astrolabio Diario Digital. Ha sido acreedor de dos premios estatales de periodismo en las categorías de Artículo de Fondo y Periodismo Regional.

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