Frater Ignatius
Antes de continuar con esta breve historia del anarquismo, quisiera puntualizar un aspecto relacionado con la creatividad y la sensibilidad libertaria. Es cierto que la anarquía nace como una cuestión política, en el sentido de resistencia y también de acción respecto a la opresión y al dominio que siempre ha estado ligado a la evolución humana. También es verdad que el buscar desatar las cadenas que impiden una cierta libertad en todos los sentidos, va ligado a una mente singular, pletórica de ideas y de un sentimiento que va más allá de un llamado común denominador. Lo anterior significa que si bien todos llevamos la semilla de la apertura hacia una cantidad enorme de horizontes, lo contrario igualmente se plasma en una vida chata sin motivaciones de ningún tipo. El ser humano oscila entre una explosión de imaginación, pensamiento, sentimientos profundos, derroteros de altos vuelos, contrastado con un pasar la existencia cuasi vegetando. Pareciera que la naturaleza reparte los dones al azar y ejerce sobre los hombres un poder inexplicable y enigmático. Empero, debemos advertir que la posibilidad de forjarse una vida rica en una variedad de sentidos, en no pocos casos es bastante elevada. El ser humano, echando mano de todas las herramientas que tiene a su disposición, puede alcanzar grandes cotos siempre que se lo proponga y con ciertos elementos necesarios para ser capaz de surcar el cielo de la imaginación, creatividad e incluso genio. La evolución biológica a través de tantos miles de millones de años, ha podido conseguir un grado de sofisticación nunca antes visto al menos en la historia del universo conocido. Se puede decir que una parte de la estructura de la que está conformado el universo, por alguna razón esencial y mezclada en su lado más substancial, se rebeló a la dictadura de lo inerte, dando paso al movimiento, a la acción, al discurrir en el río del pensamiento y la creatividad. Esto evidentemente va ligado a una forma de dialéctica o de motor que va haciendo que todo sea un multiplicarse o hilvanarse tanto de materia como de energía o estructuras y supra estructuras que den cabida a lo que sentimos, pensamos y vemos. En este punto, la idea de poseer tanto una sensibilidad anarquista, -la cual permite tomar distancia de un poder que ahoga u homologa a su arbitrio todo lo que toca- como un pensamiento creativo, es una forma de hacer o provocar una explosión en el estado actual de las cosas, para dar una especie de “salto cuántico” y aterrizar en otra realidad sustentada por ésta. El orden que podemos mirar es el resultado de rebeliones y luchas tanto internas como externas, así como una pugna entre la quietud y el mayor de los dinamismos. Sin este juego dialéctico, el transcurrir del mundo sería absolutamente imposible. Debe subsistir un movimiento, más aún, una convulsión que otorga a la quietud su otra cara. Ni un silencio en la monotonía del ser, ni un despliegue dinámico totalmente ciego. La anarquía si bien es cierto que se refiere a un aspecto eminentemente político, de igual forma se dirige a una falta de mando o de centro o de control del Estado con el fin de poder llegar a un control en la medida de lo posible de uno mismo. Y precisamente es aquí en donde cobra su potente valor el anarquismo. Verlo como una actitud hacia cualquier poder que desee controlarlo todo. Responder aunque sea en una forma de resistencia y tener siempre la posibilidad de pasar a una acción directa, no solo en la dimensión política sino de propia creatividad dentro del pensamiento en todas sus facetas. Se habla de eliminar el aspecto negativo y pernicioso de una intromisión que pretende coartar una libertad que tienda a aumentar la variedad del pensamiento del mundo. La anarquía en su acepción de corte político sí, pero más aún, la postura del anarquismo como un faro que guíe los pasos del hombre, un sol que sea capaz de iluminar tanto el sendero como los ojos abiertos de un ser inquisitivo.