¡Uy, guerra sucia!

Octavio César Mendoza

La guerra sucia es uno de los fundamentos de las campañas políticas, y de la construcción de la historia de la humanidad. Sin guerra sucia detrás de los diversos proyectos políticos, no se explica la consolidación de uno u otro en el poder, o su caída del mismo, o su frustración total. Sus variantes van desde falsas acusaciones, utilización del sentido del humor o la ironía, creación de contenidos digitales, redacción de libelos o pago de notas periodísticas, ilustraciones, entre otros artefactos que en ocasiones funcionan y en otras no. La guerra sucia puede ser creativa, divertida, estulta o denostativa, y siempre hay cerebros y libertad de expresión detrás de ella. Santiguarse en una campaña política no necesariamente protege de los demonios externos, sino más bien de los internos.

Recuerdo, entre otras, la guerra sucia contra AMLO llamada “Un peligro para México”. Recuerdo la persecución política de Ricardo Gallardo Cardona desde que despuntaba en las encuestas como un fenómeno electoral, y la campaña de desprestigio emprendida por el equipo de Juan Manuel Carreras contra Sonia Mendoza para robarle la gubernatura en 2015. En todas ellas participaron artistas, caricaturistas, intelectuales, diseñadores gráficos, videoastas, periodistas, entre otras mentes creativas. Su intención no es ética, obvio, y al respetable le queda claro, y creo que a los políticos profesionales también. Hay quienes la celebran en uno y otro bando, de hecho, porque así se exorcizan los demonios de las filias y las fobias, y hay quienes tienen piel de cocodrilo y la resisten, o de princesa y les da alergia. Lo que no debe pasar por la cabeza de nadie, es que la guerra sucia desaparecerá de las campañas por acto de magia, a golpe de amenazas o denuncias penales. ¿Se acuerdan del chistorete donde dos compitas iban al cine y decían, a través de una interpósita vendedora de golosinas, que “el pollo no porque está echado a perder”? Sorpresa: esa también es guerra sucia, y uno de sus protagonistas fue Enrique Galindo.

No imagino una campaña electoral sin guerra sucia, como difícilmente imagino a  un ser humano alcanzando la santidad en la política. La peor guerra sucia que puede sufrir un político, en términos estratégicos, es la que muestra su lado oscuro, perverso, o su pasado turbio. La mejor, en todo caso, es la burla. Así, la construcción del mito de cada individuo metido a político se vuelve colectiva, y nadie se salva de ser objeto de ataques cuando le da por ser popular, notable, ambicioso, guapo, inteligente, sobresaliente o rico. Nadie.

Entender esto es entender que no hay campañas políticas hechas con agua bendita, ni para ser Papa en el Concilio Vaticano. Entender esto es entender que a quien no le gusta el olor de la gallina mejor no se meta a la cocina. Preocuparse más por señalar como delincuentes a los hacedores de guerra sucia que en lugar de enfocarse en propuestas, es como querer matar las moscas de una casa hecha basurero, en lugar de trabajar para limpiarla y, encima de eso, hacer campaña para regresar a ella. En ese sentido, incluso la crítica se puede interpretar como parte de la guerra sucia, y en lo personal prefiero a los demócratas que se ríen y aguantan, que a los tiranos que se dicen demócratas y, a veces, sobre todo cuando sus campañas son de aire y no de tierra, crean sus propias guerras sucias para victimizarse ante el respetable. Las elecciones, finalmente, se ganan en las urnas, ahora; no como en los tiempos del PRI, en que se las robaban. O en los tiempos del PAN, en que se compraban. En una elección, son los ejércitos electorales y no las personas candidatas los que la ganan. Y cuidado con creerse las encuestas: son los espejos del narcisismo qué más desgastan la vista de los políticos que luego hacen tremendo berrinche cuando pierden.

En lo personal, también he sido objeto de acusaciones infundadas derivadas de mi actuar social, personal, creativo e intelectual, y me ha indignado tanto como a cualquier persona que presume una inocencia parcialmente cierta. Igual, me han defenestrado, han usado mi nombre, me han defraudado, y hasta me han visto feo y querido hacer mal de ojo. Mi fe en Dios que ve todo lo que hago me salva, y por eso traigo mi “Detente” en mi cartera, junto con los necesarios 200 pesos.  La maldad existe, y no todos tenemos amigos en las áreas cibernéticas de la policía como para ir a denunciar todas las guerras sucias que en la política y el amor nos han hecho.

Por eso pienso que tan peligrosa es la Inteligencia Artificial como la poca inteligencia emocional, pues ambas son construcciones de una realidad en permanente cambio sostenida por conceptos, cifras, experiencias y memoria. Me preocupa más no ser objeto de odio por no pensar igual que “los otros que no son si yo no existo, los otros que me dan plena existencia”, y más aún si junto con el poder les crece la soberbia o la sensación de ser el justiciero de la historia, tal como les crece la barba cuando dejan de hacer campaña.

Por eso pienso que los gobiernos deben ser ejercidos por civiles, y no por militares o ex agentes policíacos, que se parecen mucho en su modelo cognitivo y de interpretación de la realidad. No hay que olvidar que, en los buenos tiempos del PRI, se formaron los políticos más crueles, sanguinarios y ladrones de la historia de México, merced a un concepto llamado “Revolución”, y desaparecieron a miles de opositores del PAN y del PRD. Resulta curioso, ahora, verlos tomados de la mano, como si la sociedad pudiera olvidar sus trapacerías y ellos pudieran mutar su espíritu, que es más sucio que la propia guerra sucia.

Quisiera estar hablando de las propuestas del candidato del PRI y del PAN a la alcaldía de la capital potosina por la vía de la reelección, que de algo que alguno de sus asesores tan bien pagados le pudieron haber explicado antes, aunque se enojara.

La siguientes semana, hablaré de las propuestas de Sonia Mendoza; sobre todo en los temas en los cuales el Ayuntamiento de Enrique Galindo ha fallado y así lo ha reconocido su propia sucesora, Daniela Cid: Abastecimiento de agua potable, movilidad y, para Ripley, la especialidad del PoliSía: la seguridad pública.

Las opiniones aquí expresadas son responsabilidad del autor y no necesariamente representan la postura de Astrolabio.

Es poeta, escritor, comentarista y consultor político. Actualmente ocupa la Dirección General de Estudios Estratégicos y Desarrollo Político de la Secretaría General de Gobierno del Estado. Ha llevado la Dirección de Publicaciones y Literatura de la Secult-SLP en dos ocasiones, y fue asesor de Marcelo de los Santos Fraga de 1999 a 2014, en el Ayuntamiento y Gobierno del Estado de SLP, y en Casa de Moneda de México. Ganador de los Premios Nacional de la Juventud en Artes (1995), Manuel José Othón de Poesía (1998) y 20 de Noviembre de Narrativa (2010). Ha publicado los libros de poesía “Loba para principiantes”, “El oscuro linaje del milagro”, “Áreas de esparcimiento”, “Colibrí reversa”, “Materiales de guerra” y “Tu nombre en la hojarasca”.

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