Óscar G. Chávez
No hay nada a qué temer, el alcalde Enrique Galindo dice tener información de que la quinta ola de covid “viene hacia abajo”. Pocos lo creerán, incluso él, pero era necesario cuerpear al gobernador en ese intento por conseguir que todo San Luis se vuelque (y revuelque) en ese soberbio festival a la irresponsabilidad llamado Feria Nacional Potosina.
La constante búsqueda y mantenimiento de la concordia entre la autoridad municipal y la estatal en algún momento le pasará factura al alcalde. Es más que claro que entre sus intenciones no está la de la confrontación, pero al parecer no quiere darse cuenta de que lo involucran cada vez más en el vodevil gallardista.
Es complejo precisar si se trata de caballerosidad, cortesía o de una simple estrategia mediante la cual pretende evitar a toda costa la confrontación con el picapleitos del gobernador, lo cierto es que al secundarlo le resta seriedad y profesionalismo a su gestión en la presidencia municipal.
Mientras felices y de la mano, como Pili y Mili, dicen realizar tareas en conjunto y hasta freír juntos las garnachas, su prestigio merma y, por el contrario, aumenta en San Luis la percepción de inseguridad. Él afirma que finalmente es percepción y que se mantiene dentro de los estándares de lo aceptable.
En este sentido sería cuestionable entrar en una confrontación estéril con el alcalde, queda claro que en materia de seguridad es un especialista, quizá uno de los más grandes de México, pero también muy posiblemente sus percepciones, ya que de esto se trata, parten de la comparación con la media nacional, en oposición a la del potosino promedio que poco o nada sabe de ésta, y que parte de lo que percibe en primera instancia.
La realidad es lo inmediato, de tal suerte que a nadie nos importará lo que ocurra en otros estados o incluso en otros municipios de nuestro estado, sino lo que ocurre a nuestro rededor, y lo que en éste ocurre no es necesariamente alentador o reconfortante. Así, no importará si los cadáveres que luego aparecen por allí provienen de otro estado, el hecho es que están completos o destazados en un entorno inmediato.
Algo similar ocurre con el coronavirus, muchos no alcanzan a comprender cómo es que la propia autoridad, que sería la encargada de combatir la pandemia y levantar frente a ella medidas sanitarias que permitan a la población enfrentarla con el menor riesgo posible, sea la que desde meses atrás fomenta o no reglamenta las aglomeraciones y por consiguiente los contagios continúan en aumento.
Se podrá decir, desde luego, que en recientes encuestas el nivel de aprobación del alcalde y su gobierno se halla en un muy buen lugar, pero todos sabemos que metodológicamente existen formas de lograr que las respuestas se encausen justo hacia donde busca el encuestador o incluso quien solicita la encuesta. No nada más hay que pagar las garnachas.
Con todo y los resultados que arrojen las encuestas en San Luis se tiene la percepción de un alcalde tibio entregado a socializar y a la promoción de su persona, mientras la ciudad enfrenta una problemática muy diversa en la que el alcalde y su equipo lejos de lograr resolverla se empantanan cada vez más.
El centro histórico se percibe descuidado, a pesar de la flamante denominación que dicen ostenta; el ambulantaje, añosa problemática que cada vez se afianza, pareciera que ya no es prioridad, ahora se busca perseguir (al igual que en el trienio xavierista) inofensivos comerciantes de productos típicos; no se resuelven las problemáticas de bacheo, basura y alumbrado. La incapacidad frente a los antreros también es pública y notoria; nada los regula mientras las culpas se reparten entre las direcciones de Comercio, Ecología y Tránsito.
No son las encuestas ni los domingos de pilas (que por cierto han de ser de fabricación china ya que de inmediato se descargan) los que lograrán resolver la añosa problemática que arrastra y enfrenta la ciudad, sino un alcalde que con un buen cuerpo de asesores y directores de área conocedores de la materia (y no parásitos serviles impuestos por cuotas partidistas) se dediquen a atender los diversos rubros que permitan sanear a la ciudad.
Posiblemente el que haya logrado posicionarse la administración municipal como la quinta más eficiente del país, derive del sometimiento y captura que hizo la policía municipal de un peligroso delincuente que consumía droga en la plaza del barrio de Tequis y con su patineta sembraba terror en todo el vecindario.
En otro orden de ideas, circula cada vez con más fuerza el rumor de que será retirado de San Luis Potosí el acervo que integra el museo Leonora Carrington. Vale la pena recordar que, por más que los potosinos lo presuman como propio, las piezas no son propiedad de gobierno del estado, sino que se encuentran resguardadas por éste mediante un comodato leonino otorgado a diez años. Sería conveniente que algún periodista de investigación revisara este caso a detalle e hiciera público lo que, no sólo durante el carrerismo sino en la historia de San Luis Potosí podría ser el más grande fraude cultural.