Por Victoriano Martínez
“Lo que vamos a ver a continuación no es un informe de gobierno, es un homenaje al esfuerzo diario, al deseo de superación y al triunfo de las y los potosinos…” que sólo ha sido posible gracias al gobernador Ricardo Gallardo Cardona.
Desde hace muchos años, los informes del gobierno ha sido un acto masivo de culto a la personalidad del gobernante, al grado que hubo un tiempo en el que se les conocía como “el día del presidente”, o “el día del gobernador”.
En cuanto las estrategias del marketing invadieron la política, la parafernalia del culto a la personalidad del gobernante que abiertamente se realizaba un solo día, se diluyó a lo largo del año: 353 días de encubierta propaganda que difícilmente logra disimular su violación al artículo 134 constitucional, 12 días con propaganda abiertamente de promoción personal y la concentración máxima del día del informe… que no es informe.
La expresión “lo que vamos a ver a continuación no es un informe de gobierno” como parte de la introducción de lo que se presentó como documental titulado “Viaje al Corazón del Potosí” fue la mejor descripción del acto que encabezó Gallardo Cardona en el Parque Las Camelias, en Matehuala. Como siempre, no fue un informe.
“…es un homenaje al esfuerzo diario, al deseo de superación y al triunfo de las y los potosinos…”, dicho como continuación de la descripción que le antecedió registra una imprecisión: no fue un homenaje, sino el avasallamiento y la apropiación del esfuerzo ajeno con tal de alimentar el inconmensurable ego de Gallardo Cardona.
Los testimonios presentados en las cuatro secciones del video que duró una hora con 10 minutos, especialmente los de las secciones “Vidas” y “Destino”, exponen en una primera parte un relato digno de reconocimiento que difícilmente puede considerarse un homenaje desde el momento en que debieron concluir con un agradecimiento a Gallardo Cardona.
Los personajes de cada uno de los testimonios presentados realizaron esfuerzos personales entre los que sobresalen, por su nivel de excelencia y reconocimiento público, el caso de Fátima Herrera, o el de las estudiantes que por su buen desempeño lograron ser contratadas por la empresa BMW.
No obstante, todos ellos lucharon por alcanzar sus metas y lo lograron no porque el gobierno estatal cumplió con las obligaciones legales que tiene, sino por su esfuerzo y desempeño personal.
No existe relación de causa-efecto entre un apoyo gubernamental que, como tal, debe ser accesible a quien cumpla los requisitos, y los resultados obtenidos por quien lo toma. De ser así, ¿cuántas potosinas tendrían que haber participado en las Olimpiadas de Paris? ¿Cuántos estudiantes del sistema educativo tendrían que haber sido contratados por BMW?
Son programas gubernamentales que se pagan con los impuestos aportados por todos. El afán de Gallardo Cardona de que sea a él a quien se le manifieste un agradecimiento como parte de un presunto homenaje a esos casos ejemplares en un video en un acto que debió ser de rendición de cuentas no es más que hacer caravana con sombrero ajeno.
Tan no puede rendir verdaderas cuentas sobre su actuar como gobernante, que Gallardo Cardona se escuda en la emotividad que se puede proyectar en los testimonios de quienes muestran un desempeño de excelencia. En lugar de homenajearlos, es lamentable y hasta ofensivo que los utilice… así sea que ellos lo consientan.
Le llama tercer informe de resultados y una de las obras a la que le dedica mucho espacio en el video es al resultado de un capricho que no figuró como una de sus promesas: la Arena Potosí.
En cambio, Abelardo Medellín presentó un texto que hace un recuento de al menos 24 promesas incumplidas por Gallardo Cardona, entre las que destacan las universidades gratuitas y los cinco hospitales de especialidades en las cuatro regiones del Estado.
Si ha dejado de lado promesas en áreas de tal trascendencia, Gallardo Cardona difícilmente se puede comparar con los casos ejemplares que se presentaron en el video, porque su labor está muy lejos de ser de excelencia y mucho más cerca de un mero protagonismo farandulero que a golpe de propaganda pretende aparentar lo que no tiene voluntad de ser.