Texto y fotografías de María Ruiz
En medio de la presentación del tercer informe de gobierno de Ricardo Gallardo Cardona, un grito ahogado de dolor recorrió las calles de San Luis Potosí. Amigas, amigos, conductoras y conductores de plataformas digitales, skaters y familiares, se reunieron en una manifestación cargada de impotencia y rabia, exigiendo justicia para Dariana.
Dariana, una joven de 20 años, estudiante de ingeniería en el Tecnológico Regional de San Luis Potosí, deportista y conductora de InDriver, fue brutalmente asesinada la tarde del domingo 22 de septiembre, mientras intentaba ganarse la vida al volante. Su vida fue arrebatada a manos de la violencia que acecha a las mujeres, en un país donde trabajar y soñar parece haberse convertido en un riesgo constante.
Recibió dos disparos en La Pila, un ataque que no solo despojó a su familia de una hija, hermana y amiga, sino que también dejó al descubierto la cruel realidad que enfrentan las mujeres que laboran en plataformas digitales.
“Ella salió a trabajar, como todos los días, pero nunca regresó”, expresó su hermana, con voz entrecortada. A pesar de la rapidez con la que se activó su red de apoyo —grupos de WhatsApp donde las conductoras comparten ubicaciones para estar más seguras—, la ayuda no llegó a tiempo.
Lo más devastador es que Dariana pudo haber sido salvada. La persona que intentó ayudarla la llevó hasta las instalaciones de La Pila, donde según su hermana, le negaron el auxilio.
“Todavía pudieron salvarla, pero no quisieron. No le brindaron ni un mínimo de auxilio”, denunció con un dolor que apenas podía contener. “Pedimos al gobierno que nos dejen de matar”.
La manifestación que recorrió parte de avenida Salvador Nava, avenida Universidad hasta llegar a la Fiscalía General del Estado no sólo fue un grito de justicia para Dariana, sino una exigencia colectiva ante la creciente inseguridad en San Luis Potosí.
Las y los manifestantes señalaron en su recorrido que, aunque las cifras oficiales hablan de una disminución en los índices de violencia, la realidad que viven las conductoras y conductores de aplicaciones es otra. En las últimas semanas se han reportado asaltos y ataques constantes.
“Ya no importa si eres hombre, mujer o menor de edad, todos somos vulnerables”, comentó uno de los compañeros de Dariana, visiblemente afectado.
“Nos están quitando la vida sólo por querernos robar el carro, cuando solo estamos tratando de ganarnos el pan de cada día”.
En este contexto, la indiferencia y la falta de respuesta de las autoridades resultan insoportables. Mientras las luces del informe de gobierno brillaban, en las calles, quienes conocieron y amaron a Dariana, levantaban la voz.
“¿De qué sirve un informe lleno de cifras si nos siguen matando?”, cuestionaban. Se recordaba con nostalgia su espíritu combativo en los parques donde patinaba, su sonrisa mientras enseñaba a otros jóvenes a dominar la tabla de skate.
El colectivo de skaters también se unió al reclamo, con sus tablas en mano, exigiendo que la justicia no fuera un privilegio, sino un derecho para todos.
“Hoy alzamos la voz por Dariana, pero mañana podría ser cualquiera de nosotras”, advirtió una de sus compañeras skaters.
La muerte de Dariana no es un caso aislado, sino un símbolo del abandono que sufren miles de mujeres trabajadoras, expuestas a la violencia de un sistema que no garantiza su seguridad.
“Es injusto que nos sigan quitando la vida, que tengamos que salir a trabajar con el miedo de no regresar”, repetía su hermana.
Este reclamo colectivo no busca solo justicia para Dariana, sino para todas las mujeres que, día a día, se enfrentan a una realidad que las condena al miedo. Las lágrimas y los gritos de impotencia de la manifestación son el eco de un país que sigue fallando a sus mujeres.