Jaime Nava
La madrugada del domingo, una menor de edad fue víctima de una violación en las instalaciones del Pentathlón Deportivo Militarizado Universitario que se ubican al interior del Parque Tangamanga II; hecho que durante más de ocho horas fue ocultado por el personal de la institución, quienes no dieron aviso a las autoridades ni a la familia de la menor.
La noche del viernes, madrugada del sábado, la menor de 14 años viajó junto con sus compañeros del Pentathlón Deportivo Militarizado Universitario a Toluca, en el Estado de México, para participar en la edición XIV de los Juegos Deportivos y Culturales “Jorge Jiménez Cantú”, un evento al que acudieron pentatletas de Querétaro, Jalisco, Morales y Coahuila.
El viaje para la delegación de San Luis Potosí fue de ida y vuelta, entre las 2 y las 3 de la mañana del domingo, los jóvenes llegaron al Parque Tangamanga II y la menor pidió permiso para quedarse a dormir junto a otras compañeras en las instalaciones del Pentathlón Deportivo Militarizado Universitario para que sus papás no tuvieran que salir de madrugada a recogerla.
En ese lugar pernoctaron otras cuatro mujeres en un dormitorio y varios hombres en otra área del Pentathlón. Antes de irse a dormir, la menor se encontraba platicando con un joven de 18 años a quien consideraba como un amigo y así se lo había hecho saber ya que, en diversas ocasiones, le pidió que fuera su novia, pero lo rechazó.
Cuando se quedaron solos en un espacio del Pentathlón donde hay sillones el joven se bajó el pantalón, le mostró el pene y le preguntó si quería tocarlo. Al recibir una respuesta negativa, la sujetó de la cabeza y le introdujo el pene en la boca. Forcejeó con él y le cubrió la boca, le quitó parte de la ropa y la obligó a sentarse sobre sus piernas dándole, además, instrucciones de qué hacer y cómo moverse.
“Él se fue y ella se quedó dormida en el sillón donde ocurrió todo”, relató el padre en entrevista. Nadie notó la ausencia de su hija en el dormitorio, ni siquiera la “superior” que estaba a cargo de las mujeres.
El encubrimiento del Pentathlón
La mañana del domingo, los ruidos de las actividades normales del Pentathlón Deportivo Militarizado Universitario la despertaron. A las ocho de la mañana le contó a la “superior” lo que le había sucedido. La “superior” -una joven estudiante de derecho- hizo lo mismo con la persona que está por encima de ella en jerarquía quien, a su vez, repitió la acción con alguien de mayor grado. En lugar de llamar su familia y a las autoridades, le quitaron el celular y le pidieron que fuera a correr y a entrenar con las demás.
La menor tenía apenas un mes y medio de haberse incorporado al Pentathlón Deportivo Militarizado Universitario al que únicamente acudía los domingos para practicar deporte y aprender disciplina militar. Todos los domingos regresaba a su casa a más tardar a las 15:30 horas, con casi media hora de retraso, su mamá sospechó que algo pasaba por lo que decidió llamarle. “Lo único que contestó por un mensaje fue que se sentía mal y que se iban a comunicar con nosotros del Pentathlón”, dijo su padre.
Los padres se trasladaron hasta el Pentathlón Deportivo Militarizado Universitario dentro del Parque Tangamanga II donde encontraron a su hija llorando. Hasta las pasadas las 16:30 horas del domingo, es decir, más de 12 horas después de la violación los padres se enteraron lo que había ocurrido y fueron ellos quienes llamaron a la policía a través del número 066.
El joven, que todavía se encontraba en las instalaciones, fue retenido hasta que llegaron elementos de la policía ministerial; sin embargo, informaron que nada podían hacer para detenerlo porque no había flagrancia y requerían la denuncia y una orden de un juez para no vulnerar derechos.
El “usted disculpe” de la Fiscalía
Los padres y la menor acudieron a la Fiscalía Especializada para la Atención de la Mujer, la Familia, Delitos Sexuales y Justicia para Adolescentes para presentar la denuncia en contra de su agresor. La psicóloga del Pentathlón los acompañó y, en un primer momento, sólo a ella le permitieron ingresar junto con la menor mientras rendía su declaración. Lo que molestó a los padres porque sintieron que esa persona iba a cuidar a la institución más que a su hija. A la madre la dejaron entrar tiempo después.
Ya entrada la noche, personal de la Fiscalía Especializada para la Atención de la Mujer, la Familia, Delitos Sexuales y Justicia para Adolescentes les entregaron una serie de oficios para que un médico pudiera realizar los exámenes correspondientes a su hija, la toma de muestras y se le brindara atención psicológica y legal; luego, cerraron las oficinas.
Partieron con rumbo a la Dirección de Servicios Periciales que se ubica detrás de las instalaciones de la Feria Nacional Potosina donde les informaron que no contaban con ningún médico disponible por lo que no había nadie capacitado para atender a su hija con la urgencia que el caso ameritaba. Regresaron a la Fiscalía Especializada sólo para constatar que ya no se encontraba nadie en ese lugar.
Hasta Eje Vial número 100, donde se ubica la Fiscalía General del Estado, llegaron a pedir ayuda tanto para su hija como para presentar una denuncia en contra del Pentathlón Deportivo Militarizado Universitario por tratar de ocultar la violación ocurrida dentro de sus instalaciones. Empleados del área de Atención Temprana los canalizaron a su suerte. Les dijeron que en el Código Penal no existe ningún delito del que pudieran acusar al Pentathlón.
De una oficina salió una mujer para pedirles que tomaran una llamada. Del otro lado de la línea se encontraba una trabajadora de la Fiscalía Especializada quien se disculpó por no saber que no había ningún médico para su hija. Más de 24 horas después, la menor fue atendida en la Dirección de Servicios Periciales donde finalmente apareció un médico para tomar muestras.
La revictimización que estaba sufriendo provocó que la menor les pidiera a sus padres que se desistieran de toda acción para hallar justicia. “Ya déjalo, no nos han hecho caso”, le dijo a su padre.
“No sabían qué hacer”
Minutos antes del mediodía, mientras sosteníamos una entrevista, el “comandante”, a quien el padre de la menor identifica como el encargado del Pentathlón, le llamó por celular para disculparse. “Me siento enojado, triste y decepcionado” dijo el “comandante” al padre antes de anunciarle que se tomarían “medidas”.
En un momento de la conversación, le explicó que no llamaron a la policía porque las personas que se quedaron a cargo no tienen mucha experiencia y “no sabían qué hacer”.
No obstante, el padre sostiene que existe un antecedente de un caso similar en el que también estaría involucrado el mismo agresor. “¿Por qué el Pentathlón a una persona que tiene un antecedente la sigue dejando ahí?”, cuestionó.