Por Victoriano Martínez
Desde hace 15 años, vivir con miedo en la ciudad no es ninguna novedad, como tampoco lo es que las autoridades responsables de garantizar la seguridad a la población estén más preocupadas por hacer creer a la gente que son los mejores gobernantes al encubrir su incapacidad con una propaganda irresponsable.
Cuando el 13 de septiembre de 2007 asesinaron a Jaime Flores Escamilla, director de Seguridad Pública del Estado, la historia de crímenes de alto impacto se volvió tan frecuente que a pesar de que parece normalizada no deja de infundir temor en la población, lo que comenzó a documentar el INEGI a partir de 2016 con su Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU).
Para 2011, el panorama de la inseguridad ya era tal, que Eduardo Martínez Benavente comenzó su columna Contrapesos con una expresión que hoy pudo haber quedado rebasada, pero que el poco compromiso de gobernadores y alcaldes que han pasado por el cargo la mantienen como una duda no sólo vigente sino casi perenne.
“No sabemos cuánto tiempo tendrá que transcurrir para que un día los potosinos podamos referirnos a los años de violencia, miedo e inseguridad en los que nos ha tocado vivir como un período aciago de nuestra historia que finalmente pudimos superar”, escribió hace 11 años Martínez Benavente.
Hoy estamos peor que sin saber cuánto tiempo transcurrirá para ver la inseguridad como cosa del pasado porque los responsables de encabezar las acciones para que eso suceda están más preocupados por la politiquería al grado de que hasta un policía de carrera exhibe su poca vocación de servir y proteger, porque sólo lo tomó como promesa de campaña para acceder al cargo.
Hoy lejos de poder pensar en cuánto tiempo transcurrirá para que acabe la inseguridad es más fácil tener la certeza de que no sólo se mantendrá, sino que aumentará porque la impunidad que permiten las autoridades abre paso a crímenes que cada vez se comenten con más saña y con mayor riesgo para personas que podrían figurar como “daños colaterales”.
A partir de que el INEGI midió en forma trimestral, a través de la ENSU, el porcentaje de la población que se siente insegura en la ciudad de San Luis Potosí, es decir, vive con miedo, las cifras son alarmantes por altas, pero también por ser una constante con tendencia creciente.
El trimestre cuando menor porcentaje de la población tenía miedo fue el tercero de 2016, cuando el 66.8 por ciento de la población dijo sentirse insegura. El pico más alto fue en el primer trimestre de 2018 con un 89.6 por ciento.
El porcentaje de la población que al segundo trimestre de este año se siente insegura se ubica por encima de la media de las 25 encuestas trimestrales realizadas por el INEGI y hace posible hablar de que ocho de cada diez potosinos viven con miedo, pero con una tendencia más cercana a que en los próximos meses se llegue a prácticamente nueve de cada diez, como en marzo de 2018.
Un panorama ante el que los panegiristas del alcalde Enrique Galindo Ceballos seguramente ya se encuentran en la búsqueda de algún resquicio entre la información de una fuente gubernamental como el INEGI para destacar algún dato que le permita al expolicía declarar que se ha avanzado y estamos mejor en materia de seguridad.
Como tip, se les podría recomendar aprovechar que desde el año pasado presentan los datos por sexo y limitarse a tomar de los tabulados de la encuesta las cifras de la percepción de inseguridad entre los hombres: el 74 por ciento de los varones se sienten inseguros. La cifra sube al 81.4 por ciento porque el 88.3 por ciento de las mujeres se sienten inseguras. Por algo será.
Claro, también tendrán que ver cómo hacer para que pase inadvertido el resultado de la encuesta de Arias Consultores y Revista 32 en la que a la pregunta ¿Cómo se siente viviendo en su municipio?, el 96.99 por ciento respondió inseguro.
Además, hoy tendrán que estar al pendiente de las cifras que da a conocer mensualmente el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública sobre la incidencia delictiva para depurarlas y generar los comunicados, gacetillas y propaganda para contar sólo lo bueno… para que su alcalde se dé baños de buen policía.
Una propaganda que ni ellos mismos se la creen, que no sólo desvía la atención para generar buena imagen, sino que además oculta la falta de estrategias y acciones reales para que la pregunta sobre cuánto tiempo tendrá que transcurrir para que un día los potosinos podamos vivir sin miedo tenga sentido y su respuesta sea “cuando las estrategias y acciones reales den resultados”.
Pero si lo que se percibe es que no hay ni estrategias ni acciones reales, preguntarse cuándo quedará este clima de inseguridad en el pasado sólo puede tener una respuesta: a como vamos… nunca.