Wilhelm Weitling, un precursor

Frater Ignatius

Dentro de la sensibilidad anarquista, existen personajes que pueden tomar diferentes facetas en cuanto a ideología. En este sentido, la persona que nos ocupa se puede considerar como un precursor del anarquismo o como un protosocialista o comunista de pura cepa. Karl Marx elogiaba o criticaba acremente al pionero del pensamiento libertario.

Weitling (1808-1871) nació en Magdeburg, Prusia, hijo de un oficial francés y una trabajadora doméstica de nacionalidad alemana. Participa en el movimiento revolucionario de 1830. Se integra en la recién fundada Liga de los justos cuyo lema es: “Todos los hombres son hermanos”.

Adquiere el oficio de sastre. En 1843 frecuenta a Bakunin en Zúrich. Movido por los utópicos, sobre todo Saint-Simon, Owen y Fourier, persigue el advenimiento de una sociedad más justa y de un porvenir mejor.

Mezcla las ideas de los utópicos con el pensamiento cristiano de Thomas Müntzer y sus discípulos heréticos de la edad media o la lectura de Babeuf y su Conspiración de los Iguales y de Felicité de Lamennais. Aparece su primera obra titulada La humanidad tal como es y tal como debería ser (1838), mientras que sus propuestas utópicas se plasmarían en Garantías de Armonía y Libertad (1842) y con Evangelio de un pobre pecador (1845) completaría su obra.

El legado de Fourier es innegable en su pensar. La idea de participación del individuo en el trabajo colectivo y también en el ocio llega a Wilhelm como una catapulta para incitar a su pensamiento a realizarse con las esperanzas y el fin del cristiano. Sostiene que el cristianismo es seminal para las concepciones no solo libertarias sino también comunistas y afirma que Jesucristo es el primer revolucionario.

Asimismo defiende la violencia como un estadio o manera transitoria de cambiar las cosas. Dice que después no será necesaria la sangre para lograr una sociedad que escuche a los más necesitados y por lo mismo sea más igualitaria y justa. Hace una especie de apología de la cárcel, diciendo que en esa sociedad cruel y cerrada también se desarrollan valores de profunda solidaridad entre los presos. Ahí se fraguan conspiraciones y planes para derrocar al gobierno opresor e impune.

Weitling visitó varias veces la cárcel debido a sus ideas. Estuvo preso el tiempo suficiente para madurar gran parte de su sistema libertario y vio en estos recintos el germen de lo que serían las ideas que pretenderían  liberar del dolor y la infelicidad a la mayor parte de los seres humanos.

Puso en marcha varias comunidades utópicas. Principalmente en Estados Unidos. Estas comunidades eran dirigidas por una especie de consejo de médicos, filósofos y científicos a la manera de Saint-Simon.  Propuso también eliminar la moneda y descentralizar e intercambiar los productos del trabajo. De hecho, lo anterior se convirtió en el lema de su accionar.

Ahora más que nunca, en los tiempos que corren resuenan sus palabras: “Siempre habrán revoluciones pero no siempre serán sangrientas”.

Ludwig Feuerbach se inspiró en varios de sus escritos pero le reprocha su ateísmo religioso. Marx y Engels serían en parte herederos de su pensamiento pero sobre todo de su actitud revolucionaria.

Después de tanta lucha retorna a su oficio de sastre. Muere en Nueva York a causa de un infarto.

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