“Yo no sabía buscar, ahora sé rastrear huesos”: el dolor y la dignidad de Magda, mamá de Nahomi

María Ruiz

Magda Verónica Pérez Ceballos no quería aprender a buscar entre tambos calcinados ni distinguir ropa humana de restos óseos, pero el 2 de marzo de 2023 su hija Nahomi Elizabeth Torres Pérez desapareció en Tamazunchale, San Luis Potosí. Desde entonces, la vida como la conocía se rompió, y comenzó una nueva en la que buscar es sinónimo de sobrevivir.

“Me costó mucho tocar puertas. Empecé de cero”, dice con voz firme, aunque la memoria le tiemble, “pero gracias a Dios encontré al colectivo Voz y Dignidad. Ellas me enseñaron a buscar”.

Entre mujeres que también cargan ausencias, Magda encontró la fuerza que no le dieron las instituciones. “He tenido más respuestas de ellas que de las autoridades”.

En un país donde se calcula que hay más de 100 mil personas desaparecidas, Magda es una más entre miles de madres que, sin quererlo, han aprendido a rastrear la muerte.

“No sabía nada, ahora sé leer la tierra, reconocer olores, distinguir huesos”.

En una de las búsquedas que la marcaron, llegó a una casa de seguridad en una comunidad de nombre San Antonio, cerca de la carretera a Laguna del Mante.

“Encontramos restos calcinándose en tambos. Es la imagen que más me duele. Imaginar que ahí pudo haber estado mi hija… no es algo que una madre deba ver nunca”.

Nahomi tenía sueños; estudiaba y trabajaba, quería superarse.

“Era una niña con muchas ganas de salir adelante”, dice Magda. “Me dolió que le cortaran las alas. Me dolió y me sigue doliendo cada día”.

Aunque el caso sigue abierto, la investigación parece avanzar a cuentagotas. En Tamazunchale, como en muchas otras regiones del país, hay quienes prefieren callar.

“Hay muchas personas desaparecidas, pero muchas familias no se atreven a denunciar. Tienen miedo”, cuenta Magda.

Ella no se calló, pero sabe lo que cuesta alzar la voz: estigmatización, señalamientos, insinuaciones crueles, “que andaban mal, es que algo hicieron. No saben. No saben lo que vivimos”.

Cuando se le pregunta por el panorama nacional, responde sin rodeos:

“Quieren esconder lo que pasa. Dicen que ya localizaron a muchos, pero yo siento que no es cierto. Sólo quieren tapar para que la gente no vea la realidad, pero esto no ha parado, sigue y sigue”.

Nahomi no era una cifra. Era hija, hermana, estudiante, amiga.

“Ninguna madre debería vivir esto. No sólo se llevan a nuestros hijos: también nos quitan el alma, nos matan en vida, pero aquí seguimos. Porque las buscamos vivas, porque no las olvidamos”.

Magda no deja de buscar. Lo hace con sus manos, con su cuerpo, con la rabia, con el amor; y con la certeza de que, algún día, Nahomi volverá a casa.

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